¡°El Watford me salv¨® la vida¡±: cuando Elton John se hizo presidente de un club de f¨²tbol olvidado y lo devolvi¨® a lo m¨¢s alto
El artista, que hoy cumple 74 a?os, consigui¨® hace 45, y en tiempo r¨¦cord, que un modesto equipo ascendiera a la Premier League. Ser su presidente le report¨® alegr¨ªas en un momento en el que su vida estaba controlada por la coca¨ªna y el alcohol, pero nunca consigui¨® lo que m¨¢s ansiaba: la aprobaci¨®n de su padre
Cuando en 1974 le ofrecieron a Elton John (Middlesex, 1947) adquirir una participaci¨®n y convertirse en el vicepresidente del Watford Football Club, un equipo de f¨²tbol sin remedio siempre hundido en el ¨²ltimo puesto de la clasificaci¨®n de su Liga, muchos consideraron que el cantante definitivamente hab¨ªa perdido la cordura. Aunque lo cierto es que su idilio con aquel club poco glamuroso e impresionante ven¨ªa ya de lejos. Todo empez¨® en 1953 cuando su padre, un miembro de la Real Fuerza A¨¦rea brit¨¢nica llamado Stanley Dwight, le llev¨® a ver un partido en el estadio de Vicarage Road. Por entonces, con apenas seis a?os, el autor de Rocket Man a¨²n no hab¨ªa sentido la llamada del rock & roll. No obstante, como ¨¦l mismo desvel¨® en Yo, sus memorias editadas en espa?ol por editadas por Reservoir Books en 2019, contemplar a esos jugadores en acci¨®n fue ¡°como tomar una droga a la que al instante te volv¨ªas adicto¡±.
¡°El estadio parec¨ªa decir a las claras todo lo que se necesitaba saber sobre ellos. Solo hab¨ªa dos tribunas cubiertas muy peque?as, viejas e inestables. Y tambi¨¦n se utilizaba como can¨®dromo. Si yo hubiera tenido alg¨²n criterio, le habr¨ªa echado un vistazo antes y, tras considerar el estado en que se encontraba, habr¨ªa optado por defender a un equipo que jugara de verdad al f¨²tbol. Podr¨ªa haberme ahorrado 20 a?os de casi completa desdicha. Pero el f¨²tbol no funciona as¨ª. O, al menos, no deber¨ªa. Lo llevas en la sangre; el Watford era el equipo de mi padre y, por tanto, el m¨ªo¡±, escribi¨® en aquel momento.
En realidad, aquello era lo ¨²nico que el artista y su f¨¦rreo progenitor ten¨ªan en com¨²n. Su relaci¨®n fue perennemente tensa, ya que Stanley era el t¨ªpico hombre de los cincuenta que ve¨ªa en cualquier manifestaci¨®n de emoci¨®n, aparte de la ira, una prueba fatal de debilidad de car¨¢cter. Por ejemplo, jam¨¢s apoy¨® que siendo adolescente Elton abandonase sus estudios para dedicarse en cuerpo y alma a la m¨²sica. Ni siquiera tras alcanzar el estatus de estrella internacional os¨® verle en vivo en uno de sus multitudinarios conciertos. La situaci¨®n, como era previsible, no mejor¨® cuando a principios de los sesenta se divorci¨® de su madre y rehizo su vida. Tal como su hijo confes¨® en el libro: ¡°Nunca cambi¨® de parecer con respecto a mi carrera. Nunca me felicit¨®. Sin embargo, el hecho de que nunca lo hiciera me infundi¨® el deseo de demostrarle que hab¨ªa tomado la decisi¨®n correcta. Me motiv¨®. Pensaba que cuanto m¨¢s ¨¦xito alcanzara, m¨¢s evidente ser¨ªa que mi padre se hab¨ªa equivocado, lo admitiera ¨¦l o no. A veces, incluso hoy en d¨ªa, me parece que intento demostrarle a mi padre de qu¨¦ pasta estoy hecho, aunque lleva muerto desde 1991¡±.
Volviendo a 1974: aquel fue un a?o que marc¨® un antes y un despu¨¦s en Elton. Durante la grabaci¨®n en Estados Unidos de su ¨¢lbum Caribou se enganch¨® a la coca¨ªna (no ser¨ªa hasta 1990, cuando ingres¨® en un centro de desintoxicaci¨®n de Chicago, que aprovechar¨ªa para limpiarse tambi¨¦n de su adicci¨®n al alcohol y la comida). Y, asimismo, cuando un periodista seguidor del Watford le coment¨® durante una entrevista que, m¨¢s all¨¢ de en el terreno de juego, el club tambi¨¦n sufr¨ªa graves problemas financieros, el m¨²sico no dud¨® en organizar junto a su amigo Rod Stewart un concierto ben¨¦fico en el campo para recaudar fondos. Para la ocasi¨®n se visti¨® con un disfraz de abeja. De esta manera fue como, a cambio, le ofrecieron el puesto de vicepresidente. Pese a la negativa inicial de su entonces m¨¢nager, John Reid, el resto de la directiva le dio la mejor bienvenida. ¡°Si les molestaba que fuera el ¨²nico vicepresidente de la Liga de f¨²tbol que se presentaba en las reuniones con el pelo te?ido de verde y naranja, por encima de todos gracias a mis plataformas, nunca llegaron a dec¨ªrmelo. Pero mi presencia tampoco es que significara nada especial en el Watford en s¨ª: el equipo segu¨ªa sin tener soluci¨®n, y el club estaba arruinado¡±.
De todos modos, no ser¨ªa hasta la primavera de 1976, meses antes de que declarara su bisexualidad en la revista Rolling Stone, que el presidente, un empresario local llamado Jim Bonser, se ofreci¨® a venderle directamente el Watford. ¡°Un consejo que le dar¨ªa a cualquiera que est¨¦ planeando salir del armario ser¨ªa este: que intente asegurarse de que no lo hace justo despu¨¦s de que lo nombren presidente de un club de f¨²tbol brit¨¢nico, a menos que quiera pasar las tardes de s¨¢bado escuchando a miles de aficionados del equipo contrario cantando, con la melod¨ªa de My Old Man Said Follow the Van, la frase: ¡®No te sientes cuando Elton est¨¦ cerca, o te meter¨¢ la polla por el culo¡¯. Supongo que aqu¨ª deber¨ªa incluir un sermoneo deplorando la homofobia de los fans del f¨²tbol a mediados de los setenta, pero tengo que ser honesto, a m¨ª me hac¨ªa gracia. Era mortificante, pero divertido. No me sent¨ª ni amenazado ni asustado por ello; sin duda lo hac¨ªan con intenci¨®n jocosa, hay que saber encajar los golpes. Ellos cantaban, y yo simplemente sonre¨ªa y les saludaba con la mano¡±, cont¨® con sorna en sus memorias.
A pesar de su tumultuosa vida personal y su otrora colecci¨®n de adicciones, para Elton esta aventura fue una cura de humildad. ¡°All¨ª no hab¨ªa falsedad. Cuando alcanzabas cierto nivel de ¨¦xito en el negocio de la m¨²sica, te dabas cuenta de que mucha gente a tu alrededor empezaba a decirte lo que cre¨ªa que quer¨ªas escuchar, m¨¢s que lo que realmente pensaban. Nadie quer¨ªa molestarte, nadie quer¨ªa que se hundiera el barco. Pero en el Watford la cosa no era as¨ª. El personal y los jugadores eran amables y respetuosos, pero no ten¨ªan ning¨²n inter¨¦s en masajearme el ego. Me dec¨ªan sin problemas si mi ¨²ltimo disco les hab¨ªa dado igual o si les parec¨ªa que mi abrigo era rid¨ªculo¡±, escribi¨®.
Tambi¨¦n en esas p¨¢ginas se?al¨® que una de las mejores decisiones que tom¨® en sus primeros d¨ªas como presidente fue contratar al entrenador Graham Taylor en abril de 1977. El t¨¦cnico no solamente convirti¨® a juveniles como Luther Blissett y Nigel Callaghan en estrellas, o fich¨® por una cifra irrisoria a John Barnes con 16 a?os, sino que sorpresivamente llev¨® al equipo a lo m¨¢s alto en tiempo r¨¦cord. Los datos hablan: una temporada despu¨¦s de su llegada ya estaban en tercera divisi¨®n; dos m¨¢s tarde, en segunda; en 1981 ascendieron y, al a?o siguiente, fueron subcampeones de la Premier League, lo cual los llev¨® a participar en la Copa de la UEFA.
En 1984, el a?o en el que jugaron la final de la FA Cup (como la Copa del Rey pero en versi¨®n brit¨¢nica) ante 100.000 aficionados en el estadio de Wembley. As¨ª lo record¨® ¨¦l: ¡°Estaba acostumbrado a que al Watford le fueran bien las cosas, pero antes del inicio del partido vi con claridad lo lejos que hab¨ªamos llegado, pasando de ser un peque?o club sin remedio al que nadie iba a ver jugar, y del que se re¨ªan, a terminar siendo lo que ¨¦ramos. La banda de m¨²sica se arranc¨® con Abide With Me, el himno tradicional de la FA Cup, y ah¨ª sucedi¨®: me puse a llorar ante las c¨¢maras de la BBC. Al final, aquella fue la cumbre del d¨ªa. El Everton nos gan¨® 2 a 0. Tendr¨ªa que haber sido un resultado m¨¢s ajustado, deber¨ªan haberles anulado un gol, pero es cierto que jugaron mejor. Estaba cabreado, pero aun as¨ª dimos una fiesta para el equipo¡±.
Dos a?os despu¨¦s de aquella gesta, Graham se fue para convertirse en entrenador del Aston Villa. Elton fich¨® a Dave Bassett para sustituirlo, aunque ya nada fue lo mismo. En 1987, dadas sus obligaciones musicales, vendi¨® el Watford a Jack Petchey, un multimillonario que hab¨ªa hecho su fortuna con los coches. Pero una d¨¦cada despu¨¦s volvi¨® a recuperar un mont¨®n de acciones y se erigi¨® en presidente de nuevo porque no pudo soportar que en manos de Petchey bajase a Segunda Divisi¨®n. S¨ª, el cantante cont¨® otra vez con Graham Taylor en el banquillo. Sin embargo, el autor de Candle in the Wind dimiti¨® como presidente para siempre en 2002.
Desde entonces ejerce de presidente honor¨ªfico. ¡°Le debo al Watford mucho m¨¢s de lo que el equipo me debe a m¨ª. Fui presidente durante el peor per¨ªodo de mi vida. Cuando sent¨ªa que no hab¨ªa amor en mi vida, sab¨ªa que tendr¨ªa el amor del club y de los aficionados. Me dio algo m¨¢s en lo que concentrarme, una pasi¨®n que pod¨ªa apartar mi atenci¨®n de todo lo que iba mal. Por razones obvias, hay momentos de los ochenta de los que no guardo ning¨²n recuerdo, pero todos los partidos del Watford que vi est¨¢n fijados en mi memoria. Si no hubiera tenido el club de f¨²tbol, Dios sabe qu¨¦ hubiera sido de m¨ª. No exagero cuando digo que estoy convencido de que el Watford me salv¨® la vida¡±, expres¨® en sus memorias.
A todo esto, ?qu¨¦ hay de su padre? Pese a no apoyar su carrera musical, ?c¨®mo vivi¨® que su hijo fuese nada m¨¢s y nada menos que el presidente de su equipo? Tras d¨¦cadas sin saber nada el uno del otro, en 1983 quedaron en Liverpool coincidiendo con un partido. ?l ya estaba gravemente enfermo.
¡°El f¨²tbol era lo ¨²nico que ten¨ªamos en com¨²n¡±, escribi¨® el cantante. ¡°Lo llev¨¦ a comer al hotel Adelphi. Estuvo bien. Nos limitamos a hablar cordialmente de cosas sin importancia. De vez en cuando se nos acababa la conversaci¨®n y se hac¨ªa un silencio inc¨®modo, lo que pon¨ªa de relieve que no nos conoc¨ªamos muy bien. Yo segu¨ªa enfadado con ¨¦l por c¨®mo me hab¨ªa tratado, pero no lo saqu¨¦ a relucir. Vimos el partido desde el palco de honor. El Watford perdi¨® por 3 a 1, pero sigo pensando que lo pas¨® bien, aunque con ¨¦l nunca se sab¨ªa. Supongo que, en el fondo, esperaba que le impresionase el hecho de que yo fuera el presidente del club al que ¨¦l me hab¨ªa llevado de ni?o, y que los seguidores del Watford cantaran ¡®Viva el ej¨¦rcito Taylor de Elton John¡¯ cuando met¨ªamos un gol o avanz¨¢bamos por el campo. Si con mi m¨²sica nunca me hab¨ªa ca¨ªdo un: ¡®enhorabuena, hijo, me siento orgulloso de ti¡¯, tal vez lo consiguiera con mis logros con el Watford. Pero nunca lleg¨®¡±, rememor¨® en un cap¨ªtulo del libro. Desde ese d¨ªa nunca m¨¢s volvieron a verse. Cuando Stanley falleci¨® el 12 de diciembre de 1991, Elton no acudi¨® a su funeral.
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