C¨®mo mantener vivo el conocimiento en la memoria
La rememoraci¨®n es necesaria para facilitar la expansi¨®n del intelecto, escribe Gregorio Luri. Cuenta que el psic¨®logo Hermann Ebbinghaus ide¨® un sistema de repaso efectivo: a los 10, a los 30 y a los 60 d¨ªas
Es imposible recordar todo cuanto nos pasa cotidianamente. A muchas cosas, o no les prestamos atenci¨®n o esta es lev¨ªsima, una atenci¨®n circunstancial y de paso. Muchas de las impresiones que recibimos se desvanecen enseguida, por eso siempre estamos expuestos a un momento de melancol¨ªa. La fil¨®sofa y ensayista Mar¨ªa Zambrano encabez¨® la primera edici¨®n de su libro Filosof¨ªa y poes¨ªa (1939) con una cita tomada del arabista franc¨¦s Louis Massignon. En ella se contaba que un te¨®logo musulm¨¢n, oyendo un d¨ªa una hermosa canci¨®n interpretada por un humilde flautista, dijo a sus disc¨ªpulos: ¡°Es la voz de Sat¨¢n que llora sobre el mundo¡±. Les explic¨® que Sat¨¢n llora porque no puede detener su permanente hundimiento en el olvido; llora por las cosas que pasan y quiere reanimarlas porque, mientras ellas caen, solo Dios permanece. Ha sido condenado a enamorarse de las cosas que pasan y, al verlas desvanecerse con tanta rapidez, se deshace en l¨¢grimas.
En la escuela vivimos experiencias educativas y estas, adem¨¢s de ser rigurosas, deben conservarse en la memoria a largo t¨¦rmino. Por ello, en toda experiencia educativa ha de haber un lugar para el refuerzo de algunos aprendizajes previos y de apertura a conocimientos nuevos.
La rememoraci¨®n es posible y necesaria para facilitar la acci¨®n expansiva del conocimiento, porque este, lejos de almacenarse en nuestra memoria como un documento en un fichero, vive en ella, con frecuencia crece en ella y no es extra?o que resucite en ella cuando creemos que lo hemos olvidado.
No deber¨ªamos sobreestimar la capacidad erosiva del olvido. Cuando se afirma que lo que se aprende en la escuela se olvida despu¨¦s del examen, no se est¨¢ diciendo, aunque se crea lo contrario, nada evidente. Algunas cosas las recordamos toda nuestra vida, aunque no siempre coincidan con aquellas que nos gustar¨ªa revivir. Otras, que cre¨ªamos olvidadas, pueden emerger de forma imprevista tanto en la vigilia como en el sue?o, unas veces de manera di¨¢fana y otras de forma ambigua. Muchas han perdido sus perfiles, pero est¨¢n viviendo, por decirlo as¨ª, en su descendencia, en lo que ¡ªgracias al conocimiento que en un tiempo nos proporcionaron¡ª pudimos aprender. De hecho, una buena parte de las cosas que hoy sabemos las hemos aprendimos gracias a conocimientos cuyo origen muy posiblemente no sabr¨ªamos establecer con exactitud.
El olvido de nuestros alumnos se compensa con una buena secuenciaci¨®n del curr¨ªculo, que debe incluir, como acabamos de decir, actividades de rememoraci¨®n. A este respecto son muy ¨²tiles los ejercicios con preguntas de opciones m¨²ltiples. Sabemos que, si repetimos un examen varios meses despu¨¦s, la disminuci¨®n de las respuestas correctas puede ser hasta del 50%. Pero si la repetici¨®n utiliza preguntas de opciones m¨²ltiples, la disminuci¨®n es mucho menor y, por lo tanto, es m¨¢s ¨²til el ejercicio de refuerzo.
Las preguntas de opciones m¨²ltiples ayudan a recuperar el esquema del concepto. El olvido es, en resumen, una ausencia de refuerzo de lo que se sab¨ªa, cosa que ha de tenerse bien presente en la escuela, pero no para reducir contenidos con la excusa que presentan algunos: ¡°?Total, si se han de olvidar!¡±.
Un alumno de bachillerato que elige una carrera de matem¨¢ticas no olvidar¨¢ las que aprendi¨® a lo largo de su escolarizaci¨®n, sino que las profundizar¨¢. Una conclusi¨®n posible de este hecho es que los alumnos deben estudiar solo aquello que tiene que ver con su futura vida profesional, pero ser¨ªa una conclusi¨®n incorrecta, porque el alumno que eligi¨® estudiar matem¨¢ticas en la universidad es posible que lo hiciera gracias a haber descubierto su inter¨¦s por ellas en la escuela.
Acabo de hablar de la posibilidad de repetir un examen ¡ªo un ejercicio, por ejemplo, en forma de deberes¡ª ¡°varios meses despu¨¦s¡±, pero esta expresi¨®n es ?innecesariamente ambigua, porque sabemos bien cu¨¢ndo es m¨¢s ¨²til repasar lo aprendido. En el siglo XIX, el psic¨®logo Hermann Ebbinghaus observ¨® que el refuerzo, para ser realmente efectivo, deb¨ªa seguir unos determinados ritmos que vienen marcados por el comienzo de la erosi¨®n del olvido. Para garantizar la permanencia de un aprendizaje, lo m¨¢s eficaz es volver a evocarlo justo cuando comienza a olvidarse. Teniendo en cuenta esto, Ebbinghaus dise?¨® un programa del repaso efectivo que deb¨ªa seguir este ritmo: primer repaso a los pocos d¨ªas de haberlo aprendido, y despu¨¦s, a los 10, 30 y 60 d¨ªas.
Parte de lo que sabemos es gracias a conocimien?tos cuyo origen no sabr¨ªamos establecer con exac?titud
La cr¨ªtica m¨¢s barata a la repetici¨®n es la de quienes dicen que la pr¨¢ctica conduce a la perfecci¨®n, pero no a la innovaci¨®n. ?Y qu¨¦ hay de malo en aspirar a la perfecci¨®n? A m¨ª no me gustar¨ªa vivir en un mundo en el que todos fu¨¦semos tan innovadores que nada fuera previsible. Me gusta saber que puedo contar con electricistas, alba?iles, polic¨ªas, dentistas, conductores de autobuses, cocineros, etc¨¦tera, que son grandes profesionales, conocen bien su oficio y no tienen inconveniente en ir adapt¨¢ndose a las nuevas condiciones profesionales con naturalidad, aprendiendo de la experiencia propia y ajena. Me gusta que ciertas rutinas me acompa?en y, de hecho, no creo que haya nadie dispuesto a renunciar a ellas y a dirigir su vida echando a los dados cada elecci¨®n que le salga al paso para ser creativo forzosamente. Est¨¢ muy bien que haya innovadores, pero reconozcamos que no est¨¢ nada mal que haya personas empe?adas en hacer bien lo que les corresponde hacer. Est¨¢ muy bien que haya parques tecnol¨®gicos, pero a algunos tambi¨¦n nos gusta visitar de vez en cuando bibliotecas, museos e, incluso, tiendas vintage o librer¨ªas de viejo.
No todos podemos ser creativos, pero todos necesitamos, de manera reiterada, buenos t¨¦cnicos. Y no es inusual que el buen t¨¦cnico, precisamente porque se preocupa de hacer bien su trabajo, est¨¦ predispuesto a mejorarlo. Prefiero un experto dispuesto a aprender de su experiencia y de la ajena a un innovador que experimenta con dinamita sin tener conocimientos pr¨¢cticos.
La excelencia, como muy bien sabemos todos, no cae del cielo. Ni nos encontramos con ella de sopet¨®n al doblar una esquina. Es lo opuesto de la ocurrencia. La excelencia pide codos, pr¨¢ctica intensiva y reflexiva y la ayuda de un profesor experto. Algunos dicen que todo esto es muy aburrido. Quiz¨¢. Pero el aburrimiento en la escuela suele expresar una falta de sentido de la actividad que se lleva a cabo. No se trata, sin embargo, de ofrecer sentido a costa de la relevancia del conocimiento, es decir, de convertir las experiencias educativas en actividades meramente entretenidas.
A menudo, el sentido aparece con la continuidad del esfuerzo. El conocimiento es un formidable motor del inter¨¦s. ?No hemos experimentado todos m¨¢s de una vez que aquello que al principio nos parec¨ªa aburrido dej¨® de serlo a medida que lo ¨ªbamos conociendo? No, la excelencia no cae del cielo.
Gregorio Luri (Azagra, Navarra, 1955) es maestro y fil¨®sofo y ha escrito numerosos libros sobre pedagog¨ªa y pol¨ªtica. Este extracto es un adelanto editorial de ¡®La escuela no es un parque de atracciones¡¯, de la editorial Ariel, que se publica el pr¨®ximo 10 de marzo.
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