Los m¨¢rtires de la pandemia
Una cosa es forzar a las personas a encerrarse en la casa cuando se tiene dinero en la cuenta y comida en la despensa, y otra muy distinta cuando la cuarentena implica hambre y hacinamiento
El coronavirus ¡°nada m¨¢s les da a los ricos¡±, dijo Miguel Barbosa, gobernador del Estado de Puebla, en M¨¦xico. Es ¡°una fantas¨ªa¡±, dijo por su parte Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, en una alocuci¨®n p¨²blica. Y qu¨¦ decir del alcalde de In¨ªrida, un municipio en Colombia, quien ¡°prohibi¨® las muertes por covid-19¡± en su ciudad. Sin duda, en Am¨¦rica Latina tenemos maneras bien particulares de lidiar con la realidad. Y tambi¨¦n tendemos a irnos por los excesos. O todo, o nada. O la pandemia no existe, o nadie vuelve a salir de su casa.
Per¨², el primero en la regi¨®n en comenzar un estricto confinamiento, hoy es el segundo con m¨¢s muertes y contagios de Sudam¨¦rica despu¨¦s de Brasil. Cuesta entender tambi¨¦n por qu¨¦ los colombianos seguimos formalmente recluidos cuando hay tantas excepciones que los atascos de tr¨¢fico ya se ven en las calles.
Lo cierto es que a los gobernantes les sale bien la mano dura. Las estrictas medidas han hecho que el presidente de derecha Iv¨¢n Duque, hasta hace poco impopular, haya aumentado 29 puntos en las encuestas. Por su parte, la alcaldesa de centro de Bogot¨¢, Claudia L¨®pez (Alianza Verde, centroizquierda), es la m¨¢s popular entre los alcaldes a nivel nacional.
Sin embargo, hace unas semanas, cuando estuve en Ciudad Bol¨ªvar, una de las zonas m¨¢s golpeadas por la necesidad en el Distrito Capital, encontr¨¦ tantos trapos rojos que perd¨ª la cuenta. Los trapos rojos son el s¨ªmbolo del hambre. Un SOS que exhiben en sus ventanas las familias que debido al confinamiento forzado por la pandemia no tienen qu¨¦ comer.
En un pa¨ªs con 50 millones de habitantes, a fecha del 11 de junio tenemos m¨¢s de 45.000 casos de contagios y 1.500 muertes registradas. Muchos menos que los contabilizados en Espa?a, si pensamos que tenemos una poblaci¨®n algo superior en n¨²mero.
Trece millones de colombianos viven de la econom¨ªa informal. Es decir, en gran parte de salir a la calle a vender aguacates, a lustrar zapatos, a cuidar coches. Cosas que muchos, en su infinita desesperaci¨®n, siguen haciendo, como intento por conseguir un medio de sustento, a pesar de que a menudo les llegue la polic¨ªa, les destrocen la mercanc¨ªa o se los lleven en una patrulla. Solo la mitad de los hogares tiene acceso a Internet. Pero eso s¨ª, ¡°todos los ni?os y ni?as de Colombia deben seguir la escuela en casa¡±.
La pandemia afianza los rasgos particulares de una sociedad. En Latinoam¨¦rica pone de relieve la desigualdad. Una cosa es forzar a las personas a encerrarse en la casa cuando se tiene dinero en la cuenta y comida en la despensa, y otra muy distinta cuando la cuarentena implica hambre y hacinamiento. En este ¨²ltimo caso, ?estamos entonces hablando de someter al pueblo a vivir en condiciones indignas por mandato p¨²blico?
Para la mayor¨ªa de pa¨ªses de la regi¨®n, esta pandemia no es solo un reto sanitario, es tambi¨¦n una penosa regresi¨®n en las condiciones de vida de millones de ciudadanos. Necesitamos un cambio en la concepci¨®n de lo p¨²blico o habremos retrocedido d¨¦cadas dejando como m¨¢rtires a los mismos de siempre, es decir, a los olvidados, los m¨¢s vulnerables, los que siempre pierden. Ay, Colombia. Ay, Am¨¦rica Latina. Qu¨¦ ganas de imaginar una soluci¨®n posible a esta encrucijada a la que hoy no es f¨¢cil verle una salida.
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