La viuda del tirano que gobern¨® Albania durante 41 a?os nunca pidi¨® perd¨®n
Nexhmije Hoxha, que fue la esposa del dictador Enver Hoxha, muri¨® este a?o sin arrepentirse de los asesinatos cometidos por el r¨¦gimen de su marido, a quien siempre apoy¨®
Nexhmije Hoxha, la viuda de Enver Hoxha, tirano de Albania durante 40 a?os, falleci¨® en febrero de este a?o en Tirana a los 99 a?os. Fue una colaboradora cercana, leal, sumisa, fan¨¢tica de la obra y la persona de su marido desde los a?os de la Segunda Guerra Mundial, cuando se conocieron en la guerrilla comunista contra el invasor italiano. Respald¨® todas sus decisiones y nunca consider¨® oportuno arrepentirse o pedir perd¨®n. El grado de su responsabilidad en los cr¨ªmenes del r¨¦gimen ¡ªasesinatos legales o ilegales, purgas, una poblaci¨®n reducida a la miseria¡ª no se ha podido discernir claramente: no era ella la que firmaba las penas de muerte, la que acorralaba a los que hab¨ªan ca¨ªdo en desgracia al suicidio; no hay grabaciones en que se la oiga aconsejar a su marido eliminar a este o al otro.
Tras la muerte de Hoxha en 1985, y durante los a?os siguientes hasta el colapso del r¨¦gimen seis a?os despu¨¦s, Nexhmije sigui¨® siendo un poder f¨¢ctico y respaldando al heredero que entre los dos hab¨ªan elegido, Ramiz Alia, hasta ser detenida en 1991. Fue condenada por delitos menores, como el despilfarro de 300 euros en caf¨¦ para ofrecer a los ciudadanos que se presentaban en su casa a dar el p¨¦same por la muerte de Hoxha, y por acaparar televisores, frigor¨ªficos y salami italiano. Estas acusaciones grotescas no solo dan una idea de la inoperancia del ministerio fiscal, sino tambi¨¦n del nivel de miseria en que hab¨ªa quedado un pa¨ªs en el que tener cuatro neveras era escandaloso.
En realidad los Hoxha fueron tiranos austeros. Viv¨ªan en una casa grande y c¨®moda, pero no tan ostentosa como la de cualquier actor de segunda en Hollywood. Hoxha deb¨ªa el poder a Stalin, y para retenerlo se atuvo a su t¨¢ctica de liquidaci¨®n de posibles rivales. Si aquel instal¨® a sus colaboradores en distintas dependencias del Kremlin para tenerlos controlados en todo momento, ¨¦l hizo que los suyos viviesen en chal¨¦s y pisos del Bloque, un barrio vigilado. Hab¨ªa un club social donde esperaba verlos a todos poco menos que a diario ¡ªy demasiadas noches seguidas sin presentarse eran peligrosamente mal vistas¡ª. Entre las familias del Bloque se concertaban incluso los matrimonios de los v¨¢stagos, para que los lazos de parentesco prolongasen la solidez del clan.
Su marido, Enver Hoxha, ten¨ªa una biblioteca de 25.000 libros. La pareja public¨® varios tomos de memorias
En los ¨²ltimos a?os, Nexhmije se hab¨ªa convertido en un personaje, una particularidad pintoresca de Tirana. No se le permiti¨® conservar la casa del Bloque y viv¨ªa en un apartamento que sufragaron sus hijos, alejados de la pol¨ªtica. Alguna vez la llamaban de la tele y sal¨ªa a defender el legado de su marido. All¨ª explicaba que las sentencias de muerte las firmaba Hoxha como estadista responsable que era, pero que en realidad se trataba de un ser sensible y bondadoso, que lamentaba tener que hacerlo. Algunos ve¨ªan en la tele a una anciana inofensiva, de aspecto decoroso y severo, perseverante en sus convicciones. Otros ve¨ªan la viva efigie del terrorismo de Estado, la apodada ¡°la pantera negra¡± (por el luto que guard¨® al enviudar), ¡°lady Macbeth de Albania¡± o, como el t¨ªtulo de la biograf¨ªa que le ha dedicado Fahri Balliu, ¡°la mujer del diablo¡±.
La particularidad de Enver y Nexh?mije Hoxha como tiranos eran sus pujos de literatos. ?l pose¨ªa una biblioteca de 25.000 libros, donde pasaba las horas muertas, y sus Obras completas (compendios de discursos y conferencias, ensayos pol¨ªticos y siete tomos autobiogr¨¢ficos) abarcan varias decenas de gruesos vol¨²menes. Nexhmije Hoxha, directora del Instituto de Estudios Marxista-Leninista, se encargaba de publicarlos en alban¨¦s y en las principales lenguas europeas. Ella misma escribi¨® varios tomos de memorias bajo el t¨ªtulo Mi vida con Enver. Las escenas azucaradas de los primeros tiempos de su amor nos muestran a una joven guerrillera que firmaba sus informes como ¡°Delicada¡± ¡ªle pusieron este alias porque no le gustaban nada las palabrotas¡ª y que ten¨ªa muchas dudas sobre si sabr¨ªa estar a la altura de aquel hombre alto, al que vio por primera vez en una manifestaci¨®n en Tirana durante la ocupaci¨®n italiana, defendiendo a un militante contra un polic¨ªa que quer¨ªa arrestarlo. Cuando lo volvi¨® a encontrar, vestido con uniforme guerrillero, se lo presentaron como ¡°el camarada Taras¡± (por el h¨¦roe Tar¨¢s Bulba, el h¨¦roe cosaco que da t¨ªtulo a una novela de Nikol¨¢i G¨®gol). Ella ya sab¨ªa que era ¡°el profesor¡± Enver Hoxha y el coraz¨®n le saltaba en el pecho.
Otras escenas son menos rom¨¢nticas. Por ejemplo, las p¨¢ginas sobre el ¡°ajusticiamiento¡± del cu?ado de Enver, Bahri Omari, el mismo que refugi¨® en su casa a Enver Hoxha durante ocho meses, en tiempos de persecuciones, cuando el futuro primer ministro solo era un dirigente del clandestino Partido del Trabajo (PPSH, por sus siglas en alban¨¦s).
Nexhmije justific¨® la condena a muerte de su propio cu?ado: ¡°Los cargos contra ¨¦l eran muy serios¡±
Despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, cuando los comunistas tomaron el poder y Hoxha era ya primer ministro, comandante en jefe del Ej¨¦rcito y secretario general del PPSH, Omari cre¨ªa que su vida no corr¨ªa peligro, aunque hubiera sido ministro de Exteriores durante la ocupaci¨®n alemana y miembro de la guerrilla republicana Balli Komb?tar, enemiga de los comunistas. Estaba muy equivocado: Hoxha quer¨ªa demostrar desde el principio que el nuevo poder que encarnaba ser¨ªa implacable con cualquiera, empezando por su propia familia. Nexhmije cuenta en sus memorias que Enver trat¨® de convencer a su cu?ado de que se alejase de los c¨ªrculos anticomunistas. Sin ¨¦xito. En una carta, el primer ministro escribe a su esposa: ¡°No lo siento por ¨¦l como figura pol¨ªtica, pero s¨ª por Fahrie [su esposa] y sus hijos. No pienso intervenir en ning¨²n sentido. (¡) Durante dos a?os he estado intentando hacerle ver el camino correcto, pero su cabeza era como una cueva¡¡±. Y Nexhmije, por su parte, reflexiona: ¡°Se me ha preguntado: ¡®?De verdad no pudo Enver hacer nada por salvarle?¡¯. Los cargos contra ¨¦l eran muy serios; no solo era un colaborador, sino que tambi¨¦n era importante el hecho de que hab¨ªa firmado la orden de volar el puerto de Durres despu¨¦s de la retirada de los nazis¡±.
Cuando Bahri es sentenciado a muerte, Nexhmije visita a su cu?ada y familia. En sus memorias cuenta: ¡°Cuando llegu¨¦, estaban la hermana de Bahri y muchos otros primos de la familia Omari. Al verme entrar se quedaron inm¨®viles. No recuerdo si les di la mano, pero abrac¨¦ a Fahrie. Mantuvo una cara imp¨¢vida y, como era inteligente, nunca discuti¨® sobre esto, pero durante mucho tiempo no volvi¨® a pisar nuestra casa. Solo vino cuando su padre cay¨® enfermo. Enver tambi¨¦n fue a verla. Fue f¨¢cil para su afecto mutuo fraternal florecer de nuevo¡±.
Nexhmije no se dio cuenta, al redactar estos p¨¢rrafos, de lo reveladores que son. Reveladores no de una historia tr¨¢gica felizmente resuelta ¡ªcomo pretende¡ª, sino de una abyecci¨®n que florece magn¨ªficamente, por encima de todo el texto, por debajo de los silencios, en la frase: ¡°Como era inteligente, nunca discuti¨® sobre esto¡±.
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