Cuando los libros de texto llamaban a los nativos australianos ¡°feos de costumbres sucias¡±
La divisi¨®n entre razas superiores e inferiores se aplic¨® con sangrientas consecuencias a las relaciones entre potencias y colonias, recuerda el historiador Juli¨¢n Casanova en su libro sobre el violento siglo XX
Ya antes de 1914 hubo un movimiento eugen¨¦sico que defendi¨® la esterilizaci¨®n obligatoria de hombres y mujeres con discapacidad, sospechosos de transmitir enfermedades o calificados de ¡°asociales¡±. Sir Francis Galton, sobrino de Charles Darwin, escribi¨® en 1908 que el primer objetivo de la eugenesia, vista tambi¨¦n en otros pa¨ªses europeos como una ciencia ¡°progresista¡±, era limitar la tasa de nacimiento de los ¡°no aptos¡±. En Alemania, la esterilizaci¨®n de los seres ¡°inferiores¡± fue una idea ¡°que comenz¨® a ganar terreno en c¨ªrculos m¨¦dicos¡±. En Estados Unidos, la man¨ªa eugen¨¦sica se extendi¨® a finales del siglo XIX y XX y se pasaron leyes en 27 Estados que limitaban el n¨²mero de los considerados ¡°gen¨¦ticamente incapacitados¡±: inmigrantes, jud¨ªos, negros, enfermos mentales y ¡°delincuentes inmorales¡±.
Junto a los incapacitados y ¡°asociales¡±, las minor¨ªas ¨¦tnicas, con los jud¨ªos como los mejor identificados, fueron objeto de ataques racistas. La judeofobia, presente en la sociedad europea desde hac¨ªa siglos, recibi¨® en esos a?os un impulso del racismo biol¨®gico que difund¨ªa la idea de que los jud¨ªos eran gen¨¦ticamente diferentes e inferiores. Ya antes de 1914, pero sobre todo tras la subida al poder de Hitler, el antisemitismo m¨¢s radical invoc¨® a esas supuestas investigaciones cient¨ªficas para favorecer pol¨ªticas de exterminio de los jud¨ªos. En Europa Central y del Este, el protagonismo de la minor¨ªa jud¨ªa, ¡°su diferente estructura social y ocupacional¡±, su alta representaci¨®n en ¨¢mbitos decisivos de la econom¨ªa y de la sociedad y su bien preservada y cuidada ¡°identidad¡± se convirtieron en los puntos de partida de la llamada ¡°cuesti¨®n jud¨ªa¡±. El ¡°expansionismo jud¨ªo¡±, la ocupaci¨®n de las posiciones m¨¢s productivas y rentables de la sociedad, fue percibido como un obst¨¢culo para el avance social de las masas ¡°nativas¡±.
Los libros de texto en Gran Breta?a subrayaban la inferioridad racial de los pueblos sometidos. Los nativos australianos eran ¡°feos (¡) con costumbres degradantes y sucias¡±. Los malayos estaban siempre al acecho, como ¡°bestias de caza (¡) para saciar su sed de sangre y saqueo¡±. Dado ese salvajismo, el dominio brit¨¢nico, de la ¡°raza Anglo-Sajona¡±, como la llam¨® Joseph Chamberlain, estaba justificado. (¡) Esa divisi¨®n entre razas superiores e inferiores se aplic¨®, sobre todo, y con violentas consecuencias, a las relaciones entre las grandes potencias y sus colonias. La superioridad de la raza blanca respecto a los pueblos de ?frica y Asia era cultural, econ¨®mica y biol¨®gica. En palabras de Volker R. Berghahn, ¡°la invasi¨®n de etnonacionalismo europeo en la ¡®pelea por las colonias¡¯ fue tan profunda que no solo destruy¨® las econom¨ªas locales y los sistemas pol¨ªticos, sino, en muchos casos, la cultura y las gentes de las sociedades coloniales¡±.
El historiador Adam Hochschild ha calificado al colonialismo europeo como ¡°el tercer sistema totalitario¡±, anterior en el tiempo al comunismo y al fascismo
El imperialismo tuvo efectos devastadores y la violencia utilizada para sofocar la resistencia ind¨ªgena anticip¨® lo que tanto impact¨® despu¨¦s, porque se cre¨ªa que nunca antes hab¨ªa ocurrido, en el frente oeste durante la Primera Guerra Mundial. Las pol¨ªticas racistas y de exterminio dejaron ba?os de sangre, con varios millones de v¨ªctimas entre todos ellos, en el dominio brit¨¢nico de Sud¨¢frica, el alem¨¢n de ?frica del Sureste, la actual Namibia, y especialmente en el de Leopoldo II como ¡°reino soberano¡± en el Congo. De todo ello ofreci¨® un influyente an¨¢lisis Hannah Arendt en 1951, en sus Origins of Totalitarianism; y m¨¢s recientemente, Adam Hochschild, a partir de sus investigaciones sobre el Congo belga, ha calificado al colonialismo europeo como ¡°el tercer sistema totalitario¡±, anterior en el tiempo al comunismo y al fascismo, los dos ejemplos cl¨¢sicos desde los cuales se elabor¨® el concepto de totalitarismo.
El reino de B¨¦lgica hab¨ªa comenzado su independencia en 1830, tras siglos de ser un territorio codiciado por varias potencias europeas, y no ten¨ªa tradici¨®n colonial. Fue su segundo monarca, Leopoldo II, el responsable del imperio, quien persigui¨® y asegur¨® la propiedad de un territorio en ?frica. Cuando los Estados Unidos y las potencias europeas lo reconocieron en 1885, llamado ?tat Ind¨¦pendant du Congo, era una colonia personal de Leopoldo y as¨ª permaneci¨® hasta que en 1908 la cedi¨®, bajo presi¨®n, a B¨¦lgica. En ese momento, su Estado y sociedad heredaron el pesado y violento legado de abusos y la tradici¨®n de propaganda nacionalista e imperial que se mantuvo durante d¨¦cadas.
Leopoldo II hab¨ªa ascendido al trono en 1865 con el sue?o de adquirir una colonia y, tras probar varias opciones, se asegur¨® un amplio territorio en ?frica central. A partir de ese momento, adem¨¢s de rey de B¨¦lgica, fue ¡°rey soberano¡± del ?tat Ind¨¦pendant du Congo. Pese al reconocimiento, su inter¨¦s por extender la ocupaci¨®n, explotaci¨®n y el territorio entr¨® en conflicto con otras potencias europeas. El resultado, en palabras de Matthew G. Stanard, ¡°fue un r¨¦gimen represor, militar y agresivo¡±. Declar¨® monopolios sobre todas las materias primas, gigantescas concesiones a compa?¨ªas europeas e inici¨® la explotaci¨®n masiva de marfil y caucho. Y as¨ª continu¨® el modelo por ¨¦l creado desde 1908 a 1960, periodo en el que el Estado, el capital privado y la Iglesia cat¨®lica formaron los tres pilares b¨¢sicos del imperialismo belga en ?frica, con una propaganda a gran escala que legitimaba ese entramado con amplios apoyos sociales.
Leopoldo II era admirado en muchas partes de Europa como un monarca ¡°fil¨¢ntropo¡± que acogi¨® a misioneros cristianos en su posesi¨®n particular del Congo, derrot¨® a los comerciantes de esclavos que explotaban a los pueblos ind¨ªgenas e invert¨ªa su dinero en obras p¨²blicas que beneficiaban a los africanos. Frente a esa visi¨®n, nuevas investigaciones han subrayado en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas las diferentes manifestaciones de torturas, violaci¨®n y exterminio que conectaron las atrocidades en esa colonia con el Holocausto jud¨ªo. La codicia y la determinaci¨®n de utilizar esos territorios para su propio beneficio, sobre todo con la explotaci¨®n del marfil y del caucho, cuya demanda se hab¨ªa disparado con el uso extendido de la bicicleta y la aparici¨®n del autom¨®vil, llevaron a Leopoldo II y a sus tropas coloniales a reprimir brutalmente las resistencias. Las tristemente famosas expediciones de ¡°pacificaci¨®n¡± convirtieron en norma diaria la tortura, el asesinato y la muerte de ni?os y mujeres por hambre y enfermedades. Diez millones de v¨ªctimas mortales causaron aquella ¡°codicia y terror¡± entre 1890 y 1914. Fue ¡°el Horror, el Horror¡±, narrado por Joseph Conrad en Heart of Darkness (1902). En ese Congo propiedad personal del rey, el capit¨¢n L¨¦on Rom ten¨ªa cabezas empaladas en el jard¨ªn de su casa, y otro oficial, Guillaume Van ?Kerckhoven, dirig¨ªa violentas expediciones de castigo y daba recompensas por las cabezas que le llevaban (¡).
Aunque puede calificarse el dominio de B¨¦lgica en el Congo, con Leopoldo II y en los a?os posteriores, como un ¡°crimen de dimensiones genocidas¡±, las atrocidades all¨ª cometidas no fueron tan diferentes a las de otras potencias imperialistas. La Administraci¨®n francesa en el vecino Moyen-Congo, y sus concesiones a importantes compa?¨ªas, tuvo un buen r¨¦cord de abusos de trabajadores que, tras numerosas denuncias, llev¨® al Gobierno franc¨¦s a restringir en 1907 el uso de trabajos forzosos. Los alemanes en ?frica del Suroeste, desde 1904 a 1907, mataron al 80% de los herero y casi el 50% de los nama. La conquista alemana del territorio hab¨ªa comenzado en 1885 con la llegada del inspector imperial Dr. Heinrich G?ring, el padre del futuro l¨ªder nazi Hermann G?ring.
Juli¨¢n Casanova es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Zaragoza, profesor visitante en la Central European University de Budapest y autor, entre otros, de ¡®La historia social y los historiadores¡¯. Este extracto es un adelanto de su libro ¡®Una violencia ind¨®mita¡¯, de editorial Cr¨ªtica, que se publica este 8 de septiembre.
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