El confinamiento puso en valor los paseos. Caminar puede ser un acto pol¨ªtico
Salir a andar ha inspirado a lo largo de la historia a pensadores y poetas. Podemos hacerlo por prescripci¨®n m¨¦dica, contra la angustia, para filosofar o a favor de las v¨ªas respiratorias
Tantos meses despu¨¦s, nos sentimos atrapados por el virus. Con el oto?o a la vuelta de la esquina, seguimos so?ando con viajar. Paseando entre mapas y listas, estar¨ªamos dispuestos a ir incluso a lugares con nombres como Batman en Turqu¨ªa, No Place (ning¨²n lugar) en Gran Breta?a, Shit (mierda) en Ir¨¢n o Idiotville (pueblo de los idiotas) en Estados Unidos. Pero la epidemia nos fuerza a andar m¨¢s quietos, apenas a merodear cerca de casa. As¨ª que una buena opci¨®n puede ser pasear por los parajes desconocidos de nuestro propio entorno, como n¨®madas en la ciudad. Un viaje a pie por las afueras de nuestro mapa cotidiano.
Fue en Par¨ªs donde empez¨® la idea de los paseos urbanos sin fin. Charles Baudelaire dej¨® constancia de las delicias de los pasos sin rumbo y los dada¨ªstas hicieron sus Excursions et visites dada: iban a descampados, se hac¨ªan una foto y con sus cuerpos redibujaban un espacio hasta entonces considerado banal.
Las mujeres siempre han tenido que pensar cu¨¢ndo y d¨®nde caminarZaida Mux¨ª, arquitecta
Despu¨¦s, tras largos y alucinados paseos nocturnos, el surrealista Louis Aragon escribi¨® El aldeano de Par¨ªs (Errata Naturae), donde explica con una mirada in¨¦dita lo siempre visto: las fachadas, los escaparates y los cementerios de su propia ciudad. Walter Benjamin idolatr¨® ese libro y decidi¨® estudiar la infinita escenograf¨ªa de la modernidad de los callejones y pasajes parisinos. Luego vinieron los situacionistas, la teor¨ªa de la deriva, los no lugares y las psicogeograf¨ªas, hasta llegar al caminar como un nuevo mercado a explotar en nombre de nuestra propia libertad. Es lo que podr¨ªamos denominar la paradoja de Sinclair. Ian Sinclair es un ensayista, poeta y paseante, autor de obras como Suicide bridge o London Orbital, donde denuncia los fara¨®nicos proyectos urbanos que gentrifican los barrios y destrozan la memoria vecinal del viejo Londres. La paradoja reside en que los libros de Sinclair se venden como rosquillas en las librer¨ªas m¨¢s hip de los barrios m¨¢s gentrificados de la ciudad, como se?ala el escritor y traductor Javier Calvo en la obra de Sinclair La ciudad de las desapariciones (Alpha Decay).
Una parada de metro al azar
Pasear es tambi¨¦n un acto pol¨ªtico, y Jane Jacobs, especialista en estudios urbanos, abri¨® nuevos caminos. Cuando de adolescente, en los a?os treinta, lleg¨® a Nueva York procedente de Scranton (Pensilvania) urdi¨® un plan: buscar¨ªa trabajo por las ma?anas y pasear¨ªa por las tardes. ¡°Si acababa en alg¨²n sitio que ya conoc¨ªa, me gastaba cinco centavos en un billete de metro, me iba a alguna parada al azar e investigaba por otro sitio¡±, dice en Jane Jacobs. Cuatro entrevistas (Gustavo Gili). As¨ª, caminando, encontr¨® su destino: luchar por la construcci¨®n de ciudades donde lo importante fuera la libertad, la proximidad y la visibilidad para todos. Por eso, desde 2006 ¡ªfecha de la muerte de Jacobs¡ª se celebran en muchas ciudades del mundo los Jane¡¯s Walks (paseos de Jane), donde grupos de personas, mayoritariamente mujeres, caminan con ojos cr¨ªticos y hacen propuestas para corregir los entornos urbanos menos acogedores para la comunidad. El Jane¡¯s Walk de Barcelona lo puso en marcha un colectivo de urbanistas y arquitectas lideradas por Zaida Mux¨ª. ¡°Las mujeres siempre han tenido que pensar c¨®mo, cu¨¢ndo y por qu¨¦ caminos iban, por ser consideradas un objeto apropiable en el espacio p¨²blico¡±, subraya Mux¨ª. Muchas urbes han tomado nota y est¨¢n repensando los espacios urbanos para transformarlos en lugares democr¨¢ticos e inclusivos para sus habitantes de toda clase y condici¨®n, pero ¡°hay mucho, much¨ªsimo por hacer¡±, advierte la arquitecta. Todos ganamos algo cuando estamos afuera, en lo p¨²blico. ¡°Mucha gente hoy d¨ªa vive en una sucesi¨®n de interiores ¡ªhogar, veh¨ªculo, gimnasio, oficina, tiendas¡ª desconectados unos de otros. A pie, en cambio, todo permanece conectado, porque al caminar uno ocupa los espacios entre interiores¡±, reflexiona Rebecca Solnit en Wanderlust. Una historia del caminar (Capit¨¢n Swing).
Cada cruce, una elecci¨®n
Pasear es como un juego, una distracci¨®n. Y tambi¨¦n una actividad necesaria. Para Ophelia Deroy, fil¨®sofa experta en neurociencia cognitiva, conviene no olvidar que caminar es a¨²n un acto con objetivos concretos ¡ªpara llegar a un sitio, por salud¡ª, pero lo que realmente ha cambiado ¡°es que ahora somos m¨¢s conscientes de ello¡±, afirma. Es sabido que caminar fortalece los huesos, mejora el estado de ¨¢nimo, el equilibrio y la coordinaci¨®n. Adem¨¢s, pasear sin rumbo ¡ªsobre todo tras las largas semanas de confinamiento¡ª nos hace sentir que ¡°tenemos el control, que somos due?os de elegir cada cruce de caminos¡±, reflexiona Deroy. Los lugares p¨²blicos son espacios donde pensamos, vemos, escuchamos y olemos la vida ah¨ª fuera.
Pasear es una forma de resistencia contra la idea del cuerpo humano como un artefacto antiguo
El arquitecto Francesco Careri naci¨® en 1966, pero dice que aprendi¨® a caminar el 5 de octubre de 1995, cuando inici¨® con algunos amigos el proyecto Stalker/Observatorio N¨®mada. Se dedicaron a recorrer a pie lo que denominaron los espacios espont¨¢neos de Roma, acampando en escuelas abandonadas, parques o ¨¢reas de autopista. El resultado de ese largo paseo de cinco d¨ªas y cinco noches es que su mapa mental se ensanch¨®. ¡°Aprendimos que el camino es la ¨²nica forma de investigar c¨®mo es realmente tu propia ciudad, la que est¨¢ escondida detr¨¢s de la fachada de la ciudad de escaparate¡±, reflexiona Careri. En las afueras de Roma est¨¢, por ejemplo, el estadio de nataci¨®n y una piscina gigante a medio construir de Santiago Calatrava, ¡°un verdadero monumento al abandono¡±, seg¨²n el arquitecto italiano. En una de estas caminatas descubrieron un campo de f¨²tbol que unas familias albanesas hab¨ªan arreglado para que jugaran sus hijos, y all¨ª acogieron a Careri y a sus amigos. Son muchas las ocasiones en las que tropez¨® con poblados de migrantes apartados de un manotazo a las afueras de la ciudad. A su vez, tambi¨¦n encontr¨® m¨¢s de 200 edificios abandonados: casernas, antiguas estaciones, cines¡ El resultado de ambos encuentros ¡ªlas personas migrantes y los edificios abandonados¡ª es C.I.R.C.O (Casa Irriunciabile per la Ricreazione Civica e l¡¯Ospitalit¨¤), un proyecto para rehabilitar estos edificios y transformarlos en lugares de convivencia de migrantes, artistas, estudiantes o personas mayores, que quiere recuperar y poner en valor la noci¨®n de la hospitalidad, m¨¢s igualitaria y horizontal que la noci¨®n de acogida.
Est¨¢ visto que podemos caminar por protesta, por prescripci¨®n m¨¦dica, para filosofar, contra la angustia y a favor de las v¨ªas respiratorias. En una sociedad donde la prisa manda, el coche es rey y las carreteras han redibujado por completo el paisaje de campos, monta?as y litorales, caminar es un solaz. Pasear es una forma de resistencia contra la idea del cuerpo humano como artefacto antiguo, casi inv¨¢lido. Porque no lo es. Es un artefacto fabuloso, sin igual. Us¨¦moslo. Caminemos.
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