Los c¨®mplices
A Samuel Paty tambi¨¦n le asesinaron quienes callaron y ahora dicen que el mayor peligro es la ¡°islamofobia¡±
Por primera vez en mi vida, creo, estoy casi completamente de acuerdo con una enc¨ªclica papal. Me refiero a Fratelli tutti. No s¨¦ si es muy l¨®gico que el texto de un pont¨ªfice le parezca satisfactorio a un ateo como yo. Y no s¨¦ con cu¨¢nta autoridad habla Francisco de cuestiones como las doctrinas econ¨®micas (condena el neoliberalismo) o los acuerdos comerciales (en eso consiste la deuda externa de los pa¨ªses, pobres y ricos). Pero hace ya tiempo, desde mucho antes de Francisco, que el Vaticano tiende a subrayar el papel del catolicismo como escuela ¨¦tica y prefiere soslayar lo que en otro tiempo conformaba la viga maestra de esa religi¨®n: la escatolog¨ªa.
Recuerden que la doctrina cat¨®lica no s¨®lo afirma que hay una vida eterna. Tambi¨¦n afirma que todos los muertos resucitar¨¢n con su carne, sus huesos y sus dioptr¨ªas, y que habr¨¢ un juicio final, y que una parte de la humanidad ser¨¢ bendecida con la presencia de Dios mientras otra parte ser¨¢ condenada a un horroroso sufrimiento infinito. Los papas y los curas de otras ¨¦pocas hablaban mucho de estas cuestiones, que ahora suenan inc¨®modas.
En cualquier caso, pese a poseer un mensaje escatol¨®gico tan escalofriante, la corriente mayoritaria del catolicismo lo reviste hoy con las formas amables del serm¨®n de la monta?a, abundante en referencias a los bienaventurados y m¨¢s bien discreto respecto a los malaventurados. El mensaje central del serm¨®n de la monta?a nunca dejar¨¢ de conmover a los creyentes y a los no creyentes: ama a tus enemigos. No soy un experto en teolog¨ªa, pero sospecho que si el catolicismo del pasado hubiera prestado m¨¢s atenci¨®n a esa orden del Mes¨ªas, la humanidad se habr¨ªa ahorrado un mont¨®n de violencia y muerte. Como simple ciudadano poco dado a lo espiritual, prefiero las religiones que no malgastan sus energ¨ªas en anticipar el apocalipsis en la Tierra.
No todo es el fin del mundo, por supuesto. Tambi¨¦n est¨¢n ah¨ª la pedofilia, la corrupci¨®n financiera, los abusos, esas cosas. Las autoridades eclesi¨¢sticas ocultaron (y quiz¨¢ a¨²n ocultan, pese a la mayor transparencia y pese al viejo serm¨®n de la monta?a) sus miserias porque eran suyas. Porque las comet¨ªan los suyos. Tambi¨¦n muchos, much¨ªsimos cat¨®licos de a pie supieron y callaron. Esos c¨®mplices conoc¨ªan el mal y lo toleraron, en nombre de un bien superior.
Esa misma cr¨ªtica se puede hacer a los musulmanes. Ya s¨¦ que en su gran mayor¨ªa son buena gente y buenos ciudadanos, y s¨¦ tambi¨¦n que el islam no es incompatible con el humanismo y la convivencia. Pero la comunidad musulmana conoce bien el c¨¢ncer que se aloja en su interior, y no ignora qui¨¦nes son los imanes m¨¢s rabiosos y enloquecidos, y conoce la identidad de esos j¨®venes que se aprestan al ¡°martirio¡± por la v¨ªa de la demencia. No basta con protestar cuando uno de los suyos comete una atrocidad, una m¨¢s. Hay que denunciar y dar la alerta antes. ?Los asesinos en ciernes son sus hijos o sus hermanos? Con m¨¢s raz¨®n deben se?alarles, porque salvan su vida y la de otros.
Samuel Paty, maestro de la Rep¨²blica Francesa, es un h¨¦roe. Le asesin¨® un fan¨¢tico. Tambi¨¦n le asesinaron quienes callaron, quienes comprendieron, quienes en el fondo de su coraz¨®n le condenaron de antemano y ahora, miserables hip¨®critas, lloran mientras advierten de que el mayor peligro es la ¡°islamofobia¡±.
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