La ni?a del S¨¢hara y Hannah Arendt
Las palabras son cada vez m¨¢s fuertes y las personas m¨¢s fr¨¢giles. Eso es porque se est¨¢ cometiendo un crimen
Cuando tuve a mi primera hija no sab¨ªa c¨®mo darle de mamar. El d¨ªa que naci¨® en la habitaci¨®n del hospital estaba Nana, una joven saharaui de diecis¨¦is a?os que forma parte de mi familia elegida desde que aterriz¨® en Madrid con solo siete. Aquella noche, Nana lleg¨® al hospital directa de los campamentos con casi veinte horas de viaje en el cuerpo. Ven¨ªa de visitar a su madre y sus hermanas. Tra¨ªa las manos y los brazos tatuados con henna y no se hab¨ªa quitado a¨²n la melhfa, el traje tradicional. Yo estaba obsesionada con que el beb¨¦ no com¨ªa y las enfermeras solo hab¨ªan conseguido que me sintiera cada vez m¨¢s torpe.
Nana se acerc¨® a mi cama y estuvimos charlando un rato sobre su familia, la peluquer¨ªa que iba a montar su hermana, un coche que hab¨ªa conseguido hacer llegar desde Espa?a. Mientras habl¨¢bamos, la joven Nana apret¨® mi pecho un instante con tanta delicadeza que ni siquiera lo sent¨ª, pero s¨ª vi c¨®mo se derramaban unas gotas de calostro sobre la boca de mi hija. Entonces Nana dijo: ¡°Ahora ella ya sabe¡±. Y al verla alimentarse yo supe tambi¨¦n. Le pregunt¨¦ a la joven que acababa de ense?arme: ¡°?Por qu¨¦ t¨² sabes dar de mamar y yo no?¡± ¡°De mirar a mis hermanas y a otras mujeres, creo. En los campamentos hay tiempo. Y todos los beb¨¦s terminan comiendo con tiempo y hambre¡±.
Desde que la conoc¨ª, Nana ha sido para m¨ª maestra en muchas cosas. Su historia da para una novela que yo en su lugar habr¨ªa escrito ya. Pero Nana no quiere ser protagonista de ninguna historia. Al principio pens¨¦ que era por su humildad, pero el tiempo me ha demostrado que es por su ambici¨®n. Nana vuela alto. No se conforma con el caso de ¨¦xito de una joven que crece orgullosa de sus dos identidades, la europea y la saharaui. Nana exige que se cumplan los derechos humanos para todas las personas que habitan la tierra. Es europea, no le cabe otra cosa en la cabeza ni en su cultura. Pero tambi¨¦n es saharaui. ?Qu¨¦ pensar¨¢ ahora de Europa?
Este verano estuvimos juntas en Menorca. Ella estaba deseando volver a casa y yo le pregunt¨¦ si no le costaba adaptarse a las duras condiciones de vida de all¨ª. ¡°Hay una parte muy distinta, pero no tantas diferencias como parece¡±, me explic¨®. ¡°Al final, estar con la gente que quieres se parece mucho de un sitio a otro¡±. En cala Pregonda me habl¨® de las bodas que se iban a celebrar y del cuidado con que se elige la vajilla, de comer con las manos de la manera m¨¢s elegante que yo pueda imaginar, de la emoci¨®n de llegar a su jaima, de una ducha port¨¢til que hab¨ªa encontrado su madre espa?ola en Internet, de la alegr¨ªa.
Esta semana me mand¨® un WhatsApp para saber si podr¨ªa escribir algo en EL PA?S sobre lo que est¨¢ pasando. Le dije que ya se contaba con detalle y ella sugiri¨® que no. Dijo que est¨¢ harta de que le expliquen c¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª. Y yo entend¨ª al hablar con ella que lo que no se cuenta es lo que ya explic¨® Hannah Arendt en Los or¨ªgenes del totalitarismo. Que es imprescindible deshumanizar un pueblo para poder exterminarlo sin culpa. No se habla de las mujeres que amamantan estos d¨ªas en el S¨¢hara. S¨ª se habla de la declaraci¨®n de guerra del Frente Polisario contra Marruecos, de geopol¨ªtica, de la ONU. Las palabras son cada vez m¨¢s fuertes y las personas m¨¢s fr¨¢giles. Eso es porque se est¨¢ cometiendo un crimen. Lo peor es que nosotros estamos mirando. Y ni siquiera vemos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.