La palabra ¡°sexo¡± no est¨¢ prohibida
El origen remoto sobre el continuo uso de ¡°g¨¦nero¡± se halla en el puritanismo victoriano
Algunas palabras se mueven en retirada. En las noches electorales, todo es ¡°recuento¡± y nada ¡°escrutinio¡±. En las conversaciones telem¨¢ticas, todo es ¡°?se me escucha?¡± y nada ¡°?se me oye?¡±. En la radio, todo acto ¡°arranca¡± y nada ¡°empieza¡±. De igual modo, ya por todas partes se oye hablar del ¡°g¨¦nero¡± donde antes se dec¨ªa ¡°sexo¡±.
El origen remoto de esta tendencia actual se halla en el puritanismo victoriano de los brit¨¢nicos, durante el siglo XIX, cuando las clases dominantes evitaban decir sex porque esa palabra se contaminaba del juicio hip¨®crita que les merec¨ªa su pr¨¢ctica. Para sustituirla, eligieron el eufemismo gender, que un siglo despu¨¦s llegar¨ªa al espa?ol traducido como ¡°g¨¦nero¡±.
Pero este nuevo significado no se ha asentado a¨²n entre nosotros, empezando por que ofrece sentidos confusos. Es negativo en ¡°discriminaci¨®n de g¨¦nero¡± o ¡°violencia de g¨¦nero¡±, donde se puede reemplazar por el adjetivo ¡°machista¡±; pero se convierte en positivo al hablar de ¡°pol¨ªticas de g¨¦nero¡± (donde sustituye a ¡°igualdad¡±) o de ¡°perspectiva de g¨¦nero¡± (que cabr¨ªa sustituir por ¡°perspectiva feminista¡± o ¡°igualitaria¡±).
Con atenci¨®n a esa tendencia, las academias a?adieron en 2014 en la vieja entrada ¡°g¨¦nero¡± esta acepci¨®n: ¡°Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biol¨®gico¡±. Por su parte, el feminismo hab¨ªa venido considerando que ¡°sexo¡± se refiere a una cuesti¨®n biol¨®gica relativa a los seres vivos, mientras que ¡°g¨¦nero¡± refleja un conjunto de discriminaciones que se deben abolir.
Este uso reciente de ¡°g¨¦nero¡± en nuestra lengua fue impulsado por la traducci¨®n anglocentrista del texto original en ingl¨¦s aprobado por la Conferencia de Pek¨ªn en 1995, organizada por la ONU. Su informe, de 232 p¨¢ginas, incluye 239 veces aquel viejo eufemismo ¡°g¨¦nero¡± (gender en el original), que desplaza a expresiones m¨¢s precisas: ¡°barreras basadas en el g¨¦nero¡± en vez de ¡°basadas en el sexo¡±; ¡°perspectivas de g¨¦nero¡±, en lugar de ¡°perspectivas igualitarias¡±; o ¡°la desigualdad basada en el g¨¦nero¡±, cuando se entender¨ªa mejor ¡°basada en el machismo¡±. A partir de ah¨ª, nos encontramos con ¡°estad¨ªsticas por g¨¦neros¡±, o con que el festival de San Sebasti¨¢n ¡°no har¨¢ distinci¨®n de g¨¦nero¡±. O ¡°factores de riesgo por g¨¦nero¡± con la aparici¨®n de trombosis tras la vacuna (como si al adenovirus le importaran los grupos socioculturales). O que la ley trans permitir¨¢ la ¡°autodeterminaci¨®n de g¨¦nero¡± para que cada cual pueda cambiar en el DNI... su sexo.
En aquel texto de la ONU, parad¨®jicamente, no aparece ¡°violencia de g¨¦nero¡± (es decir, la ¡°violencia machista¡±), ni en ingl¨¦s ni en la traducci¨®n espa?ola, sino ¡°violencia contra la mujer¡±.
A tenor de las preferencias actuales, y seg¨²n argumentaba el acad¨¦mico Pedro ?lvarez de Miranda (El g¨¦nero y la lengua, Turner Minor, 2018), hoy en d¨ªa el primer libro feminista en espa?ol, La secreta guerra de los sexos (de Mar¨ªa Laffitte, en 1948), se habr¨ªa denominado La secreta guerra de los g¨¦neros; una obra fundamental como El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, en 1949, se habr¨ªa llamado El segundo g¨¦nero; y el pionero en la cr¨ªtica del lenguaje sexista en espa?ol, ?lvaro Garc¨ªa Meseguer, habr¨ªa elegido para su revelador ensayo el t¨ªtulo Lenguaje y discriminaci¨®n de g¨¦nero, en vez de Lenguaje y discriminaci¨®n sexual (1977).
Apoyo las ideas feministas; y a intersexuales, transexuales y dem¨¢s identidades, pero creo que el t¨¦rmino ¡°g¨¦nero¡± ha contribuido a oscurecer a¨²n m¨¢s el lenguaje p¨²blico y que est¨¢ desplazando a la indefensa palabra ¡°sexo¡±, nuevamente convertida en sospechosa.
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