Protejamos nuestros datos. No olvidemos c¨®mo los usaban los nazis
El Tercer Reich utiliz¨® informaci¨®n aportada por los ciudadanos para sentenciarlos a muerte. ¡®Ideas¡¯ adelanta un extracto de ¡®Privacidad es poder¡¯, de la investigadora hispanomexicana Carissa V¨¦liz
Los datos personales se les puede dar, se les da y se les seguir¨¢ dando un mal uso. Y algunos de los usos abusivos de los datos personales son m¨¢s mort¨ªferos que el amianto.
Uno de los ejemplos m¨¢s letales de abuso de los datos fue el del r¨¦gimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando los nazis invad¨ªan un pa¨ªs, enseguida se apoderaban de los registros locales como primer paso para controlar a la poblaci¨®n y, en particular, para localizar a los jud¨ªos. Hab¨ªa mucha variaci¨®n entre pa¨ªses, tanto en lo referente al tipo de registros que llevaba cada uno como a la reacci¨®n que mostraban ante aquella sed nazi de datos. La comparaci¨®n m¨¢s extrema es la que ofrecen Pa¨ªses Bajos y Francia.
Jacobus Lambertus Lentz no era nazi, pero hizo m¨¢s por el r¨¦gimen nacionalsocialista alem¨¢n que la mayor¨ªa de los m¨¢s fervientes antisemitas. Era el inspector de registros de poblaci¨®n holand¨¦s y su debilidad eran las estad¨ªsticas demogr¨¢ficas. Su lema era ¡°Registrar es servir¡±. En marzo de 1940, dos meses antes de la invasi¨®n nazi, propuso al Gobierno de su pa¨ªs la instauraci¨®n de un sistema de identificaci¨®n personal que obligara a todos los ciudadanos a llevar un carnet de identidad. La tarjeta utilizaba tintas trasl¨²cidas que desaparec¨ªan a la luz de una l¨¢mpara de cuarzo, as¨ª como un papel con marca de agua, todo con el prop¨®sito de dificultar su falsificaci¨®n. El Gobierno rechaz¨® su propuesta con el argumento de que un sistema as¨ª ser¨ªa contrario a las tradiciones democr¨¢ticas holandesas, pues equivaldr¨ªa a tratar a las personas comunes como si fueran delincuentes. Lentz se llev¨® una gran desilusi¨®n. Unos meses m¨¢s tarde, volvi¨® a proponer la misma medida, aunque, esta vez, a la Kriminalpolizei del Reich. Las fuerzas de ocupaci¨®n estuvieron encantadas de ponerla en pr¨¢ctica.
Todos los holandeses adultos pasaron a tener la obligaci¨®n de llevar un carnet de identidad. En las tarjetas que llevaban los jud¨ªos se estampaba una J: una sentencia de muerte en sus bolsillos.
Adem¨¢s de los carnets, Lentz emple¨® m¨¢quinas Hollerith ¡ªaparatos tabuladores vendidos por IBM que se val¨ªan de tarjetas perforadas para grabar y procesar datos¡ª para ampliar la informaci¨®n registrada sobre la poblaci¨®n. En 1941 se emiti¨® un decreto que obligaba a todos los jud¨ªos a inscribirse en su oficina local del censo. Durante d¨¦cadas, los holandeses hab¨ªan recopilado ingenuamente datos sobre la religi¨®n y otros detalles personales de sus ciudadanos con la idea de crear un sistema que pudiera hacer un seguimiento de cada individuo ¡°desde la cuna hasta la tumba¡±. Lentz y su equipo de colaboradores usaron las m¨¢quinas Hollerith y toda la informaci¨®n de la que dispon¨ªan para facilitar a los nazis el seguimiento de personas.
En Francia, a diferencia de lo que ocurr¨ªa en Pa¨ªses Bajos, los censos no recababan informaci¨®n sobre religi¨®n por razones de privacidad. El ¨²ltimo censo que hab¨ªa recopilado datos de esa clase databa de 1872. Henri Bunle, jefe de la oficina de Estad¨ªstica General francesa, dej¨® claro a la Comisi¨®n General sobre Asuntos Jud¨ªos en 1941 que Francia desconoc¨ªa cu¨¢ntos jud¨ªos ten¨ªa y, m¨¢s a¨²n, d¨®nde viv¨ªan. Adem¨¢s, Francia carec¨ªa de la amplia infraestructura de tarjetas perforadas de la que dispon¨ªa Pa¨ªses Bajos, lo que dificultaba la recopilaci¨®n de nuevos datos. Si los nazis quer¨ªan que la Polic¨ªa llevara un registro de la poblaci¨®n, esta tendr¨ªa que hacerlo manualmente, con formularios de papel y fichas de cartulina.
Sin las tabuladoras Hollerith no hab¨ªa forma de clasificar y computar la informaci¨®n que se recopilaba sobre los ciudadanos. Los nazis estaban desesperados. Ren¨¦ Carmille, que, adem¨¢s de auditor general del ej¨¦rcito franc¨¦s, era un entusiasta de las tarjetas perforadas y pose¨ªa varias m¨¢quinas tabuladoras (incluidas algunas Hollerith), se ofreci¨® como voluntario para poner orden en aquel caos y entregar a los jud¨ªos de Francia a sus verdugos.
Carmille desarroll¨® un n¨²mero nacional de identificaci¨®n personal que funcionaba como un c¨®digo de barras descriptivo de cada individuo; fue el precursor del actual n¨²mero de seguridad social franc¨¦s. Se asignaron diferentes n¨²meros para representar caracter¨ªsticas personales como la profesi¨®n. Carmille tambi¨¦n prepar¨® el censo de 1941 para todos los ciudadanos franceses de entre 14 y 65 a?os. En la pregunta 11? se ped¨ªa a los jud¨ªos que se identificaran a trav¨¦s de sus abuelos paternos y maternos y de la religi¨®n que profesaban.
Pasaron los meses y las listas de jud¨ªos que los nazis esperaban que Carmille les facilitara no llegaban. Los nazis se impacientaban. Comenzaron a practicar redadas contra jud¨ªos en Par¨ªs, pero, sin las tabulaciones de Carmille, depend¨ªan de que los jud¨ªos se entregaran ellos mismos o fueran delatados por vecinos. Transcurrieron m¨¢s meses y las listas siguieron sin llegar.
Los nazis no lo sab¨ªan, pero Ren¨¦ Carmille nunca hab¨ªa tenido intenci¨®n alguna de traicionar a sus conciudadanos. Era uno de los m¨¢s altos cargos de la Resistencia francesa. Su operaci¨®n gener¨® unas 20.000 identidades falsas, us¨® sus tabuladoras para identificar a personas que estaban dispuestas a combatir contra los nazis. Las respuestas a la pregunta n¨²mero 11 sobre si los encuestados eran jud¨ªos jam¨¢s se tabularon. Los agujeros correspondientes nunca llegaron a perforarse y esos datos se perdieron para siempre. Hasta la fecha, se han descubierto m¨¢s de 100.000 de aquellas tarjetas perforadas adulteradas; tarjetas que no llegaron a entregarse a los nazis. Cientos de miles de personas fueron salvadas por una sola persona que decidi¨® no recopilar sus datos, sus datos t¨®xicos.
Parece razonable suponer que Carmille sab¨ªa que terminar¨ªan por descubrirle si no entregaba los datos que hab¨ªa prometido. Las SS lo arrestaron en 1944. Lo torturaron durante dos d¨ªas y luego lo enviaron a Dachau, donde muri¨® de extenuaci¨®n en 1945.
La recopilaci¨®n de datos puede matar. Los holandeses sufrieron la mayor tasa de mortalidad de habitantes jud¨ªos en la Europa ocupada: un 73%. De una poblaci¨®n estimada de 140.000 jud¨ªos holandeses, m¨¢s de 107.000 fueron deportados, y 102.000 de ellos fueron asesinados. La tasa de mortalidad de los jud¨ªos en Francia fue del 25%. De una poblaci¨®n estimada de entre 300.000 y 350.000, 85.000 fueron deportados y a 82.000 de estos los mataron. (¡)
El mejor indicador de que algo ocurrir¨¢ en el futuro es que haya ocurrido en el pasado. Estas historias no son de una galaxia lejana de un universo de ficci¨®n. Son historias reales de las que debemos aprender para no repetir los mort¨ªferos errores del pasado.
Imagina un r¨¦gimen autoritario contempor¨¢neo apropi¨¢ndose de todos tus datos personales. Los d¨¦spotas del pasado dispon¨ªan de retazos de informaci¨®n en comparaci¨®n con los miles de datos a los que se puede acceder hoy sobre cualquier persona en el mundo con solo unos clics. Un gobierno autoritario podr¨ªa conocer todos nuestros puntos d¨¦biles sin necesidad de poner mucho empe?o en ello. Si pudiera predecir todos nuestros movimientos, podr¨ªa ser el comienzo de un r¨¦gimen invencible. Para que te hagas una idea de lo peligrosos que son los datos personales, imag¨ªnate un r¨¦gimen como el nazi, pero en la actualidad, con acceso a datos en tiempo real sobre tu ubicaci¨®n, tu perfil facial, tu forma de andar, tu frecuencia cardiaca, tus ideas pol¨ªticas, tu afiliaci¨®n religiosa y muchas cosas m¨¢s.
Carissa V¨¦liz es fil¨®sofa y es profesora en el nuevo Instituto de ?tica e Inteligencia Artificial de la Universidad de Oxford. Este extracto es un adelanto de su libro ¡®Privacidad es poder. Datos, vigilancia y libertad en la era digital¡¯, de la editorial Debate. Se publica este 16 de septiembre.
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