El poder a¨²n oculto de tus datos
Los m¨¢s j¨®venes tienen plenamente asumida la total falta de privacidad en la Red. Se desconoce el impacto real que tendr¨¢, pero es hora de actuar y legislar
La Universidad de la Sorbona de Par¨ªs organiz¨® una videoconferencia con Edward Snowden el pasado diciembre. El exagente de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos y autor de una de las mayores filtraciones de la historia vive ahora en Rusia. Fue un ¨¦xito absoluto. Snowden habl¨® de privacidad: "Un pensamiento poco considerado, una indiscreci¨®n juvenil o un error que queda olvidado son cosas que ya han dejado de existir", dijo. No existen porque todo queda grabado.
Facebook es una de las empresas m¨¢s visibles que viven de conservar y analizar toda esa informaci¨®n, pero hay cientos de actores en el comercio y la recolecci¨®n de datos. Durante 2018 Facebook ha protagonizado grandes esc¨¢ndalos relacionados con la privacidad de sus usuarios: Cambridge Analytica; el uso de la red social por parte de agentes rusos para influir en la pol¨ªtica estadounidense; la p¨¦rdida de datos de casi 30 millones de cuentas.
Esta misma semana, Apple ha decidido que Facebook no pueda colocar apps en su plataforma durante un periodo de prueba antes de lanzarlas al mercado. El motivo: la empresa de Zuckerberg usaba esto para monitorizar a j¨®venes a quienes pagaban para conocer todo su actividad online. A pesar de todo, Facebook acaba de anunciar m¨¢s de 1.500 millones de usuarios diarios en diciembre (9% m¨¢s que el a?o anterior) y unos beneficios r¨¦cord en el ¨²ltimo trimestre.
Los m¨¢s j¨®venes son quienes menos usan Facebook, y m¨¢s conscientes son de la p¨¦rdida de privacidad, pero est¨¢n en Instagram y WhatsApp, propiedad de Zuckerberg. No parece que la nueva generaci¨®n vaya a abandonar la Red para preservar su privacidad. El auditorio de la charla de Snowden en la Sorbona estaba lleno de miembros de la generaci¨®n Z, los que vienen despu¨¦s de los millennials. Asumen que la privacidad online es imposible: saben que todo lo que est¨¢ en el m¨®vil o en el navegador puede ser p¨²blico un d¨ªa.
El m¨®vil es demasiado valioso
Snowden es un ¨ªdolo porque destap¨® lo que una generaci¨®n asume como inevitable: todo queda grabado y nuestras acciones online pueden ser usadas para hundir nuestra reputaci¨®n, manipular nuestra opini¨®n o predecir nuestro comportamiento. Pero aunque lo intuyamos, no abandonamos el m¨®vil ni Internet. Es demasiado valioso: no se negocia.
?Qu¨¦ hacer? Hay al menos tres opciones. Una, legislar m¨¢s ante las grandes empresas cuyo negocio es recopilar y vender datos. Dos, reducir el uso del m¨®vil al m¨ªnimo y procurar dejar el menor rastro posible con herramientas de c¨®digo abierto. Tres, resignarse al espionaje y confiar en que no nos toque por ser poco importantes.
Es dif¨ªcil comprender el nivel de detalle en la informaci¨®n de nuestras vidas que circula en el mercado
Ninguna opci¨®n es realmente viable por s¨ª sola. Como ocurre con todos los grandes problemas, la soluci¨®n es compleja. La legislaci¨®n puede ayudar. Pero antes hay que entender el reto. Hoy los datos, nuestros datos, son una oportunidad y una tragedia. Es dif¨ªcil comprender el nivel de detalle en la informaci¨®n de nuestras vidas que circula en el mercado.
Por ejemplo una aplicaci¨®n, Ovia, que ofrece una versi¨®n de pago a aseguradoras y grandes empresas la informaci¨®n sobre cu¨¢ntas de sus empleadas quieren concebir. Igual de cierto es que el an¨¢lisis de miles de radiograf¨ªas pueden tambi¨¦n ayudar a detectar precozmente una enfermedad grave. Es dif¨ªcil introducir legislaci¨®n que permita el buen uso sin que se cuele el malo.
La finura legislativa en temas dif¨ªciles de entender y en constante cambio es poco probable, pero es lo que hay que exigir. Un primer paso ser¨ªa m¨¢s transparencia: las empresas deber¨ªan reconocer qu¨¦ datos usan y para qu¨¦, sin bombardear a los usuarios con pliegos de t¨¦rminos de servicio. En los ¨²ltimos d¨ªas, otro de los esc¨¢ndalos que han afectado a Facebook ha ido en l¨ªnea con esto: la iniciativa de una serie de organizaciones para que los usuarios pudieran saber exactamente por qu¨¦ ve¨ªan determinados anuncios en la red social y qu¨¦ informaci¨®n suya estaba a disposici¨®n de los anunciantes, ha quedado neutralizada.
Un negocio millonario
Sin una fuerte presi¨®n social es dif¨ªcil que nada cambie. El Interactive Advertising Bureau prev¨¦ que las empresas norteamericanas gasten en 2018 "m¨¢s de 19.000 millones en la compra de datos de audiencia y en soluciones para dirigir, procesar y analizar esos datos, un 17,5% m¨¢s que el a?o anterior". Este crecimiento anima a m¨¢s empresas a entrar en un sector que vive sus mejores d¨ªas de descontrol y del 'todo es posible'.
A¨²n no hemos visto ninguna de las consecuencias graves que esto puede tener. Algunos como Yuval Noah Harari sugieren que datos y algoritmos coartar¨¢n irremediablemente nuestro libre albedr¨ªo. En realidad es m¨¢s desconcertante: no tenemos idea siquiera del inmenso reguero de datos analizables que dejamos en nuestra navegaci¨®n por la Red, ni del uso final que puedan llegar a tener.
Incluso hay quien dice: "Est¨¢ bien que sepan c¨®mo soy, as¨ª me mandan descuentos personalizados"
Hasta ahora el desinter¨¦s que esto provocaba entre el p¨²blico de a pie se justificaba con dos excusas: uno, ?a qui¨¦n le molestan unos cuantos anuncios personalizados? Y dos, ?a qui¨¦n le interesa tanto mi peque?a vida como para querer ver los mensajes que mando a mi marido, lo que hago cada viernes por la noche? No tengo nada que ocultar. Incluso hay quien dice: "Est¨¢ bien que sepan c¨®mo soy, as¨ª me mandan descuentos personalizados".
Pero entre los anuncios personales y la peque?ez de nuestras vidas hay mucho gris. Puede ser molesto que solo por visitar una web nos manden un e-mail preguntando por qu¨¦ no hemos comprado. O que eso mismo pase al salir de una tienda f¨ªsica. Tambi¨¦n puede pasar que por el modo en que tocamos la pantalla del m¨®vil sepan que el jueves de 21.00 a 23.00 estaba borracho. Esa raya no se va a cruzar, dicen algunos. ?Seguro? Nueva York es el primer estado que permitir¨¢ a las aseguradoras m¨¦dicas usar las redes de sus clientes para cobrarles m¨¢s seg¨²n su comportamiento. Las compa?¨ªas deber¨¢n demostrar que sus algoritmos no discriminan injustamente.
?Y en 2025 qu¨¦?
?Alguien puede garantizar que en 2025 Google o Facebook sean empresas solventes estadounidenses y que tengan una direcci¨®n que sea susceptible a la opini¨®n p¨²blica? ?Qui¨¦n puede asegurar que la ¨¦poca m¨¢s libre en Occidente con casi medio siglo de paz no vea su futuro amenazado por impensables cambios de gobierno?
En 1942, Ren¨¦ Carmille era interventor en el Ej¨¦rcito franc¨¦s. Durante el r¨¦gimen de Vichy, trabaj¨® en el censo. El Gobierno colaboracionista quiso hacer un nuevo censo para saber cu¨¢ntos jud¨ªos hab¨ªa en Francia. El proceso era entonces por tarjetas perforadas. El equipo de Carmille pirate¨® la columna 11 (la que correspond¨ªa al credo) para que las m¨¢quinas no pudieran leerla. Miles de personas aparec¨ªan de repente sin religi¨®n. Carmille fue descubierto y muri¨® en el campo de Dachau. Francia fue uno de los pa¨ªses europeos que m¨¢s poblaci¨®n jud¨ªa logr¨® salvar. Carmille tuvo que ver en ello.
Esta historia no implica que vaya a repetirse. Ni que nuevos h¨¦roes inform¨¢ticos sean necesarios para borrar nuestro historial (?qu¨¦ se considerar¨¢ entonces hacer algo mal?). Pero s¨ª indica que la combinaci¨®n de detalles que hoy parecen inofensivos ma?ana pueden ser explosivos. Hoy para saber que un ciudadano es algo, le gusta algo o cree en algo, ya no hay que buscar en el censo. Est¨¢ todo en su vida digital. ?C¨®mo evitar el procesamiento de esos datos? Es dif¨ªcil. Por eso hay que saber las consecuencias. As¨ª al menos sabremos el tama?o del desastre.
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