Este es el pr¨®logo que ha escrito Yolanda D¨ªaz para el ¡®Manifiesto comunista¡¯
La vicepresidenta del Gobierno elabora un texto especial para la reedici¨®n del libro de Marx y Engels en el a?o en que el PCE cumple un siglo. Sostiene que es una obra de gran poder transformador
El pensamiento de Karl Marx parece escrito, con tinta indeleble, sobre el viento de la Historia. Reaparece siempre, en los contextos de crisis econ¨®mica y social, con toda su lucidez y su capacidad de estimular la reflexi¨®n. Su mirada sobre los mecanismos de la producci¨®n capitalista sigue arrojando comprensi¨®n y luz sobre los principales problemas de nuestro mundo y de nuestro tiempo.
Hay muchos marxismos en Marx, muchas refutaciones y rescates. ?pticas poscolonialistas u ortodoxas, visiones que condenan su sesgo patriarcal o que celebran su relaci¨®n con la naturaleza y el medio ambiente. En cualquier caso, como te¨®rico social, Marx desbarat¨® los esquemas ideol¨®gicos de la clase burguesa, del capitalismo, reventando las costuras y trampas de su lenguaje y, a la vez, de su capacidad de dominar.
En Galicia utilizamos el sintagma ¡°mover os marcos¡± para referirnos a una pr¨¢ctica severamente condenada, que consiste en alterar, con nocturnidad y alevos¨ªa, las lindes y marcas f¨ªsicas que rodean un terreno o una parcela agr¨ªcola. A veces esos marcos no existen f¨ªsicamente: ha desaparecido la piedra, el ¨¢rbol, o se ha secado el peque?o arroyo que delimitaba la propiedad. Pero esa sabidur¨ªa ancestral de la frontera pervive en la memoria oral, casi en el inconsciente colectivo.
Marx y Engels, en El manifiesto comunista, movieron los marcos invisibles del pensamiento occidental. A la vista de todo el mundo, a plena luz del d¨ªa. Ambos abrieron una nueva conversaci¨®n. Con un esp¨ªritu tan esperanzado como revolucionario, trastocando convenciones y denunciando injusticias at¨¢vicas.
Marx ha sido caricaturizado y simplificado en inn¨²meras ocasiones. El mismo lenguaje que ¨¦l contribuy¨® a desmantelar le ha jugado malas pasadas. Las traducciones, por ejemplo, realizadas a lo largo de los a?os sobre el original alem¨¢n, han instituido sintagmas y lugares comunes, como el de ¡°dictadura del proletariado¡±, que no se corresponden con el sustrato exacto de sus tesis.
Tambi¨¦n sus met¨¢foras han opacado, en ocasiones, las categor¨ªas a las que aluden.
El manifiesto comunista es un texto de propaganda, pol¨ªtico, convendr¨ªa no olvidarlo. Y, sin embargo, sorprende en ¨¦l su alma literaria, su estilo l¨ªmpido, asertivo, en el que se transparentan las cuatro manos de dos amigos, entrelazando sus juicios y sus anhelos. Es un texto fraternal, no s¨®lo por su factura compartida, sino tambi¨¦n por su car¨¢cter de carta abierta a la humanidad y a las clases trabajadoras.
Marx, conocedor y hablante de varios idiomas, le¨ªa habitualmente a Homero, a Shakespeare y a Cervantes. Tambi¨¦n a Dante. Declamaba pasajes enteros de La divina comedia, una devoci¨®n compartida con Engels, que homenaje¨® al poeta en el pr¨®logo a la edici¨®n italiana de El manifiesto comunista, en febrero de 1893: ¡°?Nos brindar¨¢ Italia a un nuevo Dante que anuncie el nacimiento de la edad proletaria?¡±, se pregunta Engels. Y a Balzac, c¨®mo no. Marx admiraba su capacidad de prospectar en lo m¨¢s profundo del alma humana y de las transformaciones sociales de su tiempo.
El yerno de Marx, Paul Lafargue, autor de aquel visionario ensayo, El derecho a la pereza, cit¨® en determinada ocasi¨®n la predilecci¨®n del viejo Karl por una obra del escritor franc¨¦s, La obra maestra desconocida, en la que el fil¨®sofo de Tr¨¦veris se ve¨ªa milagrosamente reflejado. Dec¨ªa Lafargue: ¡°En esta obra un pintor genial se atormenta de tal forma por el deseo de reproducir las cosas tan exactamente como se reflejan en su mente, que pule y retoca su cuadro una y otra vez hasta que al fin resulta que no ha creado sino una masa informe de colores, la cual sin embargo representa a sus ojos velados la m¨¢s perfecta reproducci¨®n de la realidad¡±.
Quiz¨¢s a trav¨¦s de ese mismo prisma, el de una obra en perpetuo crecimiento y transformaci¨®n, sea m¨¢s apropiado abordar, hoy d¨ªa, la lectura de El manifiesto comunista de Marx y Engels. No como un dogma est¨¢tico, imperturbable, monocolor, anclado en su propia raz¨®n, sino como una clave interpretativa, tan borrosa como exacta, que nos permite pulir y retocar, una y otra vez, nuestra visi¨®n del mundo y de las cosas.
En este sentido, El manifiesto comunista es uno de esos libros m¨¢gicos e inagotables, nacidos para perdurar, que consiguen retratar la realidad y, al mismo tiempo, transfigurarla. Creo que Marx y Engels fueron, ellos mismos, conscientes de la condici¨®n procesual de su obra, o por lo menos de la impredecible variabilidad de una ecuaci¨®n, que, en nombre del comunismo y de un ideal revolucionario, se resuelve con la derogaci¨®n de las verdades eternas y la conquista de una democracia genuina. As¨ª se ha ido reflejando en los diferentes pr¨®logos a las ediciones internacionales del libro: un juego de mu?ecas rusas que esconde, en su interior, los subtextos y paratextos que lo conforman.
Aproximarse, con este prefacio, a esa genealog¨ªa interpretativa es, adem¨¢s de una responsabilidad, un orgullo, encarnado en un profundo respeto y admiraci¨®n por las voces y las aportaciones de Marta Sanz, Wendy Lynne Lee, Jos¨¦ Saramago, Santiago Alba Rico, Iv¨¢n de la Nuez y Jos¨¦ Ovejero, al cargo de la edici¨®n y de la traducci¨®n.
Jos¨¦ Mesa y Leompart, al frente de La Emancipaci¨®n de Madrid ¡ªsemanario en el que tambi¨¦n particip¨® el ferrolano Pablo Iglesias¡ª fue, en 1872, el autor de la primera versi¨®n de El manifiesto comunista publicada en Espa?a. Ese texto no procede directamente del original alem¨¢n sino que atraves¨®, previamente, el franc¨¦s y el ingl¨¦s para llegar a nuestro idioma.
La redacci¨®n de El Socialista, en la calle Hern¨¢n Cort¨¦s, n¨²mero 8, de Madrid, vio nacer, en 1886, otra de las primeras ediciones de El manifiesto comunista en Espa?a. El edificio no existe ya y nada, en esa estrecha v¨ªa, perpendicular a la calle Fuencarral, sit¨²a en aquel lugar el origen de la proclama solidaria de Marx y Engels. Reivindicar tal memoria es una tarea pol¨ªtica, al parecer impensable en una capital amn¨¦sica, cuyos gobernantes no han dudado en retirar del espacio p¨²blico las placas y honores al socialista Francisco Largo Caballero.
Conmueve pensar en aquellos primeros ejemplares, hojas de papel, volando de mano en mano, guardadas, como oro en pa?o, bajo el uniforme de trabajo o en los pliegues de una falda. Palabras grabadas para siempre en las pupilas y en los corazones de aquellas mujeres y aquellos hombres cuya esperanza nos debe a¨²n hoy interpelar, pues su esperanza es, al fin y al cabo, la misma que la nuestra.
El ¡°tiempo del ahora¡±, afirmaba Walter Benjamin, es ese momento concreto en el que el pasado colisiona con el presente y resurge en ¨¦l. Quiz¨¢s como esa gran ola que se gesta lejos de la orilla, donde no alcanza la vista, en el medio del mar, y que acaba por romper en la roca bajo nuestros pies. Ahora.
Esta nueva entrega del Manifiesto es, en ese sentido, un acto de memoria y de redenci¨®n, que se suma, felizmente, a la conmemoraci¨®n este a?o del centenario del Partido Comunista de Espa?a. Un PCE, fundado en 1921, que sufrir¨ªa, a lo largo de su convulsa vida, guerras, represi¨®n, exilio y clandestinidad.
En todo ese tiempo, El manifiesto comunista ha continuado desarrollando su car¨¢cter program¨¢tico, al comp¨¢s del siglo, de las crisis econ¨®micas globales y de las grandes revoluciones. Enfrente ha estado siempre el capitalismo, en cualquiera de sus diversas y voraces mutaciones, dispuesto a fagocitar, corromper y desintegrar la misma realidad que lo constituye, pero sin poder escapar nunca a las teor¨ªas de Marx y al poder transformador de este texto. Un libro que nos habla de utop¨ªas, encriptadas en nuestro presente, y en el que late, hoy como ayer, una tan vital como apasionada defensa de la democracia y la libertad.
Yolanda D¨ªaz es ministra de Trabajo. Este texto es su pr¨®logo para la reedici¨®n de ¡®El manifiesto comunista¡¯, de Karl Marx y Friedrich Engels, que ser¨¢ publicado este 8 de septiembre (Galaxia Gutenberg).
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