Emmanuel Carr¨¨re se asoma al infierno yihadista: cr¨®nicas de un escritor desde el juicio por los atentados de Par¨ªs
El autor de ¡®El adversario¡¯ narra las sesiones del Palacio de Justicia sobre el ataque terrorista m¨¢s grave en la historia de Francia. EL PA?S publicar¨¢ sus escritos durante los pr¨®ximos meses. A continuaci¨®n, las primeras entregas
2 de septiembre de 2021. El Premio Princesa de Asturias de las Letras presenta su serie sobre el juicio por el ataque yihadista del 13-N de 2015 en Par¨ªs. Aqu¨ª explica qu¨¦ le mueve a embarcarse en esta misi¨®n
A finales de julio se supo que el juicio no durar¨¢ seis meses, sino al menos nueve. El desarrollo no cambia; var¨ªa el tiempo que se concede a las partes civiles. Son alrededor de 1.800, entre supervivie...
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Cap¨ªtulo 1
Ser¨¢ una traves¨ªa muy muy larga
2 de septiembre de 2021. El Premio Princesa de Asturias de las Letras presenta su serie sobre el juicio por el ataque yihadista del 13-N de 2015 en Par¨ªs. Aqu¨ª explica qu¨¦ le mueve a embarcarse en esta misi¨®n
A finales de julio se supo que el juicio no durar¨¢ seis meses, sino al menos nueve. El desarrollo no cambia; var¨ªa el tiempo que se concede a las partes civiles. Son alrededor de 1.800, entre supervivientes y parientes. No se sabe todav¨ªa cu¨¢ntos testificar¨¢n. Hasta el ¨²ltimo minuto podr¨¢n agregarse o renunciar algunos. Por t¨¦rmino medio se les asigna una media hora a cada uno, pero ?qu¨¦ magistrado se atrever¨¢ a decir ¡°su turno de palabra ha concluido¡± a quien rebusque en el l¨¦xico con que narrar el infierno del Bataclan? La media hora ser¨¢ quiz¨¢ una hora, los seis meses se est¨¢n convirtiendo en un a?o, yo no debo de ser el ¨²nico que hoy se pregunta por qu¨¦ me dispongo a pasar un a?o de mi vida encerrado en una sala de audiencia gigantesca, con una mascarilla en la cara, para escuchar a los que hablen de las v¨ªctimas y callen de los verdugos, desde las 12.30 hasta las 20.00, y a levantarme al amanecer para pasar a limpio mis notas de la v¨ªspera antes de que sean ilegibles, lo que claramente significa no pensar en nada m¨¢s y no tener m¨¢s vida durante un a?o.
?Por qu¨¦? ?Por qu¨¦ imponerme este cometido? ?Por qu¨¦ haber propuesto a mis amigos de L¡¯Obs esta cr¨®nica de largo recorrido? Har¨ªa mi trabajo, por supuesto, si yo fuese abogado, o cualquier otro actor en el gran mecanismo de la justicia. E igualmente si fuera periodista. Pero soy un escritor a quien nadie ha pedido nada, un escritor que, como los lacanianos dicen del psicoan¨¢lisis, solo se remite a ¨¦l mismo y a su deseo, y estoy obligado a interrogarme sobre este ¨²ltimo. No me da?aron personalmente los atentados, no los sufri¨® ninguno de mis allegados. En cambio, me interesa esa misteriosa actividad humana que consiste en impartir justicia.
Cuando se trata de Dios, ?d¨®nde empieza la locura? Este juicio es una manera de escrutarloEmmanuel Carr¨¨re
He descrito en un libro el impresionante ceremonial de un tribunal penal, y en otro el oscuro trabajo de un tribunal civil. El juicio que se inicia el 8 de septiembre no ser¨¢, como se dice a veces, el N¨²remberg del terrorismo; en N¨²remberg se juzg¨® a altos dignatarios nazis, aqu¨ª se juzgar¨¢ a peque?os maleantes adoctrinados, no a quienes los adoctrinaron, pero ser¨¢ tambi¨¦n un gran acontecimiento, algo in¨¦dito que deber¨¢ encontrar poco a poco sus reglas y su dramaturgia. Quiero presenciarlo: es un primer motivo.
Otro es que, sin ser especialista del islam, y menos a¨²n un arabista, me interesan tambi¨¦n las religiones, sus mutaciones patol¨®gicas, y este interrogante: ?d¨®nde empieza la patolog¨ªa? Cuando se trata de Dios, ?d¨®nde empieza la locura? Lo sucedido en 2015 se explica en un contexto como el de Siria, el del absurdo califato empavesado entre 2014 y 2019 por la bandera negra del Estado Isl¨¢mico, y aquello nos parece ya lejano, como si la pandemia y la cat¨¢strofe ecol¨®gica hubiesen devuelto al mundo anterior a esas barbaries arcaicas y artesanales, pero escribo esto cuando los talibanes han reconquistado Afganist¨¢n y no existe ninguna posibilidad de que hayamos erradicado ese rostro aterrador del islam. Este juicio es una manera de escrutarlo: mi segundo motivo.
Pero la raz¨®n esencial, la que comparte todo el mundo m¨¢s all¨¢ de la fascinaci¨®n personal por la justicia y el hecho religioso, no es esa. Es que centenares de seres humanos que tienen en com¨²n haber vivido aquella noche del 13 de noviembre de 2015, haber sobrevivido a ella o haber sobrevivido a quienes amaban, van a comparecer ante nosotros y a tomar la palabra. Oiremos la verdad. Tendremos el coraz¨®n en un pu?o. Vamos a estar d¨ªa tras d¨ªa encerrados en esta caja de abeto blanco donde se sentir¨¢n y se expresar¨¢n experiencias extremas de muerte y de vida, y ser¨¢ una traves¨ªa muy muy larga, y pienso que entre el d¨ªa en que entremos en ese recinto y el d¨ªa a¨²n lejano, a¨²n sin fecha, en que salgamos de ¨¦l, algo en nosotros, actores e incluso testigos, se habr¨¢ movido, habr¨¢ cambiado. No s¨¦ qu¨¦, pero estoy aqu¨ª para saberlo.
Cap¨ªtulo 2
Una cuesti¨®n de nombres
7 de septiembre. Emmanuel Carr¨¨re explora el auto de procesamiento y los patron¨ªmicos utilizados por los yihadistas
24 de enero de 2016, la cadena Al-Hayat Media Center, ¨®rgano de propaganda oficial del Estado Isl¨¢mico, difundi¨® un v¨ªdeo de 17 minutos glorificando a quienes denomina ¡°los nueve leones del califato¡±. Los filmaron en el verano de 2015 en un paisaje pedregoso, probablemente sirio. As¨ª que est¨¢n vivos. Orgullosamente, cinco de ellos decapitan a cuchillo a unos prisioneros. Otros tres abaten a presos con un fusil de asalto. Su jefe, Abdelhamid Abaaoud, anuncia y reivindica de antemano un gran atentado en Europa. Unos meses m¨¢s tarde, los nueve van a Par¨ªs a matar a 130 personas antes de que los maten o de matarse ellos mismos.
De hecho deber¨ªan haber sido 10. Falta uno. No aparece en el v¨ªdeo, no figura en las filas de los leones del califato. A falta de los dem¨¢s, ¨¦l ser¨¢ central en el juicio: es Salah Abdeslam.
Salah Abdeslam ten¨ªa que matar y asimismo deb¨ªan matarle. En el ¨²ltimo minuto tuvo miedo o no funcion¨® su cintur¨®n de explosivosEmmanuel Carr¨¨re
El auto de procesamiento es una especie de resumen, en 348 p¨¢ginas, del mill¨®n de p¨¢ginas que contiene la instrucci¨®n del sumario. Aunque en teor¨ªa no es realmente accesible a los periodistas, s¨ª lo es en la pr¨¢ctica. Es un documento muy denso, muy rico en informaciones, que he estado desmenuzando durante una gran parte del verano. Largas rese?as detallan la personalidad y los actos de cada uno de los 14 acusados que comparecer¨¢n a partir del 8 de septiembre (otros 6 ser¨¢n juzgados por contumacia). Estos 14 tienen en com¨²n que no han muerto, pero tambi¨¦n debemos recordar que no han matado. Los nueve que mataron est¨¢n todos muertos. Por tanto, la acci¨®n de la justicia se ha extinguido para ellos; aun as¨ª, tienen que soportar que sus biograf¨ªas figuren en el auto. Al examinarlas, tanto las de los vivos como las de los muertos, me intriga un detalle. Una cuesti¨®n de nombres.
Los soldados de la yihad adoptan, o les asignan, nombres de guerra que se llaman kunya. El nombre empieza por ¡°Abu¡±, que quiere decir padre, y termina por ¡°al¡± y algo), seg¨²n el origen o alguna virtud de quien lo ostenta. Por ejemplo, Abu Bakr al Bagdadi, el jefe del Estado Isl¨¢mico, se llamaba as¨ª porque era oriundo de Bagdad, y asimismo porque Abu Bakr fue el primer compa?ero del Profeta y despu¨¦s el primero de los califas llamados ¡°bien guiados¡± que le sucedieron. De acuerdo con este modelo prestigioso, un joven ciberyihadista de Caen, de nombre y apellido franc¨¦s de pura cepa, pudo autobautizarse Abu Siyad al Normandy. Cuatro de los nueve miembros de los comandos del 13 de noviembre, y Abaaoud entre ellos, eran belgas: de ah¨ª que se hicieran llamar Al Belgiki. Tres eran franceses: Al Faransi. Dos iraqu¨ªes: Al Iraki.
Si dejamos aparte a los 14 que van a ser juzgados, surge la sorpresa de que ya no hay ninguno de esos nombres de guerra. Algunos tienen apodos, lo que es totalmente distinto. Por ejemplo, Ahmed Dahmani, llamado G¨¦g¨¦ o Proth¨¨se (Pr¨®tesis). Por ejemplo, de Mohamed Abrini, llamado Brioche, no se sabe muy bien si es por su corpulencia o porque trabaj¨® brevemente en una panader¨ªa antes de dedicarse a perforar cajas de caudales, lo que le vali¨® su otro sobrenombre [por una marca de cajas fuertes]: Brink¡¯s.
?En qu¨¦ momento unos se otorgaron o recibieron estos nombres de paladines de la yihad que para ellos deb¨ªan de conferirles tan gran val¨ªa? ?En qu¨¦ momento los otros renunciaron prudentemente a reivindicarlos? ?Estaba claro, era expl¨ªcito, que obten¨ªan a costa de su vida el derecho a adoptarlos? ?Y qu¨¦ pensar del ¨²nico que se qued¨®, irresuelto, en la frontera de los dos grupos? A diferencia de los comparsas que le rodear¨¢n en el banquillo, no cabe duda de que Salah Abdeslam formaba parte del comando. Ten¨ªa que matar y asimismo deb¨ªan matarle. Salvo que en el ¨²ltimo minuto tuvo miedo o no funcion¨® su cintur¨®n de explosivos: solo lo sabremos si habla y es poco probable que hable. Lo que sabemos, en cambio, es que ¨¦l tambi¨¦n tiene un alias, pero truncado: Abu Abderrahman a secas. Sin part¨ªcula, sin un t¨ªtulo de nobleza asesina: ¡°Abu Abderrahman al Nada¡±.
No estaba previsto que matasen los dem¨¢s, los que solo cuentan con sus pobres nombres de todos los d¨ªas, y me figuro que sus abogados intentar¨¢n explicar que no sab¨ªan muy bien lo que hac¨ªan, en qu¨¦ participaban alquilando veh¨ªculos, comprando bidones de l¨ªquido para el mantenimiento de piscinas que sirven para fabricar bombas o yendo a rescatar a sangre y fuego, la noche del 13 de noviembre, a su amigo Salah porque dec¨ªa que estaba en apuros. Seguro que repetir¨¢n lo que repiti¨® continuamente Jawad Bendaoud, el mercader de camas calientes de Saint-Denis en cuya casa descubrieron y abatieron a Abaaoud unos d¨ªas m¨¢s tarde: ¡°Me pidieron que prestara un servicio y yo prest¨¦ el servicio¡±. La frase ha circulado por las redes sociales, un chisme graciosillo en aquellos d¨ªas terribles, y apodaron al acogedor posadero Century 21 [la franquicia inmobiliaria].
De todos los acusados, Salah Abdeslam es el ¨²nico que tendr¨ªa que haber matado. Es lo que merece nuestra atenci¨®n, as¨ª como las impresionantes condiciones carcelarias de las que tanto se ha hablado: aislamiento total, su celda flanqueada de otras celdas vac¨ªas para formar un tap¨®n, c¨¢maras las 24 horas. No se teme tanto que se fugue como que se suicide y prive as¨ª al juicio de su protagonista. Un protagonista enteco: su abogado belga, Sven Mary, ha causado sensaci¨®n diciendo que el nivel mental de su cliente era el de ¡°un cenicero vac¨ªo¡±. Un argumento de la defensa. El acusado es demasiado cretino para que le hagan mucho caso. Cenicero vac¨ªo o no, cabe pensar que este juicio concierne a algo muy distinto que Salah Abdeslam, y que analizar su psicolog¨ªa es concederle un honor excesivo.
Alguien, sin embargo, no lo pens¨®. Su enfoque es extra?o. Es una mujer llamada Etty Mansour, que no fue v¨ªctima de los atentados ¡ªni ella ni nadie de sus familiares¡ª pero que estaba embarazada, dio a luz unos d¨ªas m¨¢s tarde y de esta coincidencia a priori poco significativa extrajo la oscura certeza de que le incumb¨ªa comprender algo de lo que acababa de ocurrir. Sin ser periodista, sin otro patrocinio que ella misma, sin hablar de ello a sus allegados, fue a investigar a Molenbeek, el barrio de Bruselas de donde procede una buena parte de los yihadistas europeos y en particular todos los Al Belgiki del comando. Para investigar en Molenbeek, investigar sobre Salah Abdeslam, hacen falta ganas. Nadie habla, las puertas se cierran en el acto. No es solo dif¨ªcil, sino peligroso. Cualquiera desiste. Etty Mansour se empecin¨®. Ha pasado cuatro a?os en Molenbeek, hablado con educadores, imames, ediles, y luego, poco a poco, se ha aproximado en c¨ªrculos conc¨¦ntricos a vecinos, condisc¨ªpulos, y hasta a la novia de Salah, que, tal como ella la describe, es guapa, inteligente, seria, devastada, que pudo amar a un chico inmaduro, parrandero, envidioso, manipulador, carcomido por el resentimiento, s¨ª, pero no un cenicero vac¨ªo. Nadie lo es.
En cuanto a m¨ª, yo no he pasado cuatro a?os en Molenbeek, sino los cuatro ¨²ltimos meses ¡ªmucho m¨¢s f¨¢cil¡ª devorando libros con el fin de prepararme para el juicio. Podr¨ªa recomendar muchos, entre tantos otros: los reportajes de David Thomson (Les fran?ais jihadistes ¡ª?los yihadistas franceses¡ª, Les revenants ¡ªlos retornados¡ª), el ensayo de Marc Weitzmann (Un temps pour ha?r ¡ªun tiempo para odiar¡ª).
En la v¨ªspera de la primera audiencia, en el momento en que Salah Abdeslam y los otros 13 entren bajo nuestra mirada en la sala, el complejo e impactante retrato de Etty Mansour (Convoyeur de la mort ¡ª?transportista de la muerte¡ª, de ?ditions des ?quateurs, no publicado en espa?ol) me recordar¨¢ que los que seguimos este juicio no hemos venido a juzgar, que es la tarea de los jueces, sino a comprender o al menos a intentarlo. Nuestro primer ministro de entonces, Manuel Valls, defendi¨® la posici¨®n opuesta con estas palabras de indignaci¨®n: ¡°Explicar es ya disculpar¡±. Yo no lo creo.
Cap¨ªtulo 3
?Defensa de ruptura?
13 de septiembre. En la primera semana del juicio, Carr¨¨re se interroga sobre el concepto de v¨ªctima
1. El retorno
M¨¢s vale saberlo: esta cr¨®nica, que aparece el jueves en L¡¯Obs y la noche del lunes en su web, debe entregarse la ma?ana del lunes. Esto quiere decir que habr¨¢ siempre retraso con respecto al desarrollo del juicio. Otros periodistas que trabajan para medios de comunicaci¨®n m¨¢s r¨¢pidos lo comentan pr¨¢cticamente cada hora. Es lo que hacen, para la web de L¡¯Obs, Violette Lazard y Mathieu Delahousse, mis compa?eros de equipo: esperamos dar abasto. Para los lectores de estas l¨ªneas, los tres primeros d¨ªas, el mi¨¦rcoles, el jueves y el viernes pasado, est¨¢n ya lejos, para m¨ª que las escribo siguen siendo muy pr¨®ximos. Muy pr¨®xima es esta atm¨®sfera de retorno escolar, a la vez emocionante e inquietante. Somos unos centenares los que cruzamos por primera vez estos detectores de seguridad que franquearemos todos los d¨ªas durante nueve meses. Hay muchas probabilidades de que a ese polic¨ªa al que saludamos le demos los buenos d¨ªas a menudo. Van a hacerse familiares las caras de estas partes civiles con su identificador de cord¨®n verde o rojo, en funci¨®n de si acceden o no a hablar con la prensa, de esos abogados con su cord¨®n negro, de esos periodistas con el suyo anaranjado. En el transcurso del a?o algunos van a hacerse amigos: el grupito de gente con el que vamos a hacer la traves¨ªa, intercambiar notas e impresiones, turnarnos cuando la jornada sea demasiado larga e ir, a hora tard¨ªa, a tomar un trago en la brasserie Les Deux Palais cuando haya sido excesivamente fatigosa. Este compa?erismo en torno a sucesos horribles hace de la prensa judicial una corporaci¨®n unida y cordial en la que abundan fuertes personalidades con las que ya me he codeado un poco y a las que me alegra volver a ver. La pregunta que nos hacemos todos: ?vas a venir todo el tiempo? ?A menudo? ?C¨®mo te organizas en el resto de la vida? ?La familia? ?Los hijos? Sabemos ya que algunos solo vendr¨¢n de vez en cuando, los d¨ªas previsiblemente m¨¢s intensos. Otros han prometido venir todos los d¨ªas, vivir los tiempos muertos y los tiempos agudos. Yo soy uno de ellos. ?Aguantar¨¦ el desaf¨ªo?
2. V¨ªctimas de rebote, testigos desafortunados
Est¨¢n aqu¨ª muchas partes civiles: v¨ªctimas y parientes cuyas audiciones empezar¨¢n a finales de septiembre. Por el momento vemos sobre todo a sus abogados. Nubes de togas negras, atareadas, cada uno viene a su vez a inscribir a sus clientes. Hay 1.800 partes civiles ya inscritas, este llamamiento que les concierne es una formalidad. Pero enseguida comienzan a constituirse nuevas partes civiles, posibles hasta el ¨²ltimo minuto. Hay que decidir si su petici¨®n es admisible. En algunos casos no hay duda. En otros es m¨¢s discutible. Est¨¢ el se?or que se considera v¨ªctima porque estaba en el estadio de Francia. ¡°?En el interior o en el exterior del estadio?¡±, pregunta el presidente, Jean-Louis P¨¦ri¨¨s. ¡°En el interior¡±, reconoce el hombre, con desgana. Pero dentro del estadio no sucedi¨® nada. Es cierto que los terroristas deber¨ªan haber entrado para explotar sus cinturones de explosivos, pero no lo hicieron y no se puede considerar v¨ªctimas de una tentativa de asesinato a los 80.000 espectadores del partido Francia-Alemania. Tampoco a las personas que residen en las calles vecinas a Bataclan, que vieron muertos o moribundos en las aceras y que todav¨ªa hoy tienen pesadillas. Con delicadeza y firmeza, los fiscales Camille Hennetier y Nicolas Braconnay admiten que las pesadillas son reales, as¨ª como esas bajas por enfermedad y esos traumatismos. No dicen si es a causa de eso que toda Francia qued¨® traumatizada, pero les recuerdan que la jurisprudencia distingue a la ¡°aut¨¦ntica v¨ªctima¡± de la ¡°v¨ªctima de rebote¡± o el ¡°testigo desafortunado¡±. Lo que no les recuerdan es que no hay m¨¢s que un paso entre la mezcla de espanto retrospectivo y el vago orgullo de quienes podr¨ªan haber sido v¨ªctimas, igual que hay quienes se jactar¨¢n toda su vida de haber perdido por los pelos un avi¨®n que se estrell¨®, y los puros fantaseos de las falsas v¨ªctimas. Porque las hay, hay incluso muchas, como la mujer cuya pat¨¦tica historia ha contado el periodista Alexandre Kauffmann en un libro titulado La mythomane du Bataclan (La mit¨®mana de Bataclan, ?ditions Goutte d¡¯Or). M¨¢s a¨²n que la codicia, fueron la soledad y la aflicci¨®n las que la impulsaron a irrumpir en el c¨ªrculo a su entender encantado de las v¨ªctimas, hasta el punto de lograr que la contratasen como administradora de la p¨¢gina web de la asociaci¨®n Life for Paris. En ella se mostr¨® singularmente abnegada. Arthur D¨¦nouveaux, el presidente de la asociaci¨®n, la denunci¨® cuando la desenmascararon, pero lo hizo con una punzada de pesar porque la apreciaba y, dijo, porque ella hab¨ªa encontrado en este grupo de supervivientes a los primeros amigos verdaderos de su vida. Como ep¨ªgrafe del libro, esta frase de Christine Villemin: ¡°Se dir¨ªa que la gente tiene envidia de la desgracia que nos sucede¡±.
3. Abdeslam habla
Est¨¢bamos seguros de que no hablar¨ªa y hasta el momento no ha hecho otra cosa: tres intervenciones en tres d¨ªas. Con la cara comida por la mascarilla y la barba debajo de ella, ha empezado recitando la shahada, que es el sobrio y grandioso credo del islam: ¡°Declaro que no hay m¨¢s dios que Al¨¢ y Mahoma es su profeta¡±. Luego, cuando le preguntaron cu¨¢l era su profesi¨®n, respondi¨® que era un combatiente del Estado Isl¨¢mico. El presidente, con la mirada puesta en sus notas, coment¨® pl¨¢cidamente: ¡°Ya veo: ¡®interino¡±. ¡°Trabajador interino¡±: no pudimos contener la risa. M¨¢s tarde, cuando se ha aludido a la palabra de las v¨ªctimas, Abdeslam se ha levantado, se ha agitado en el banquillo hasta que le han abierto el micr¨®fono y ha preguntado si tambi¨¦n dar¨¢n la palabra a quienes sufren los bombardeos sobre Irak y Siria. Este argumento es el de la defensa denominada ¡°de ruptura¡± que teoriz¨® el abogado penalista Jacques Verg¨¨s. De acuerdo, el militar Klaus Barbie tortur¨® en los a?os cuarenta en Lyon, pero el Ej¨¦rcito franc¨¦s hizo lo mismo en Argelia y, en consecuencia, cada vez que se hable de la tortura en Lyon la defensa invocar¨¢ la tortura en Argelia. Es poco probable que Olivia Ronen, la joven abogada de Abdeslam, se arriesgue a utilizar la defensa de ruptura, pero es verdad que s¨ª, que aunque no sea el equivalente de las SS, como Barbie, el Ej¨¦rcito franc¨¦s tortur¨® en Argelia y que s¨ª, la coalici¨®n internacional de la que Francia formaba parte lanz¨® sobre Irak y Siria bombas que causaron miles de v¨ªctimas civiles. Al estudiar el auto de procesamiento, me sorprendi¨® encontrar, en la s¨ªntesis de la instrucci¨®n del sumario, cuyo rigor todo el mundo alaba con raz¨®n, una alusi¨®n a las ¡°pretendidas masacres de civiles que los occidentales habr¨ªan perpetrado con sus bombardeos¡±. No soy un especialista y excluyo la cuesti¨®n de saber si la muerte de medio mill¨®n de ni?os iraqu¨ªes directamente causada por las sanciones norteamericanas ¡°val¨ªa la pena¡±, como dijo en una entrevista memorable la secretaria de Estado Madeleine Albright (¡°the price is worth it¡±), pero no es servir a la verdad ni a la justicia llamar ¡°pretendidas masacres de civiles¡± a matanzas innegables de civiles. Tampoco servir¨ªa a la justicia y a la verdad negar que las condiciones de encarcelamiento de Salah Abdeslam son terribles, como dice ¨¦l y probablemente dir¨¢ su abogada. Es su deber decirlo. Es tambi¨¦n, sin embargo, exponerse a un correo electr¨®nico como el que recibi¨® Frank Berton, el precedente defensor de Abdeslam, por haber denunciado la videovigilancia de que era objeto su cliente las 24 horas del d¨ªa: ¡°Letrado: desde la velada en Bataclan, mi nuera tambi¨¦n est¨¢ sometida a videovigilancia en el hospital. Esta situaci¨®n no la altera, est¨¢ en un coma profundo. Tampoco altera a mi hijo, que reposa en el cementerio. Respeto su trabajo y sus convicciones, pero existen l¨ªmites ante las personas que sufren¡±.
Cap¨ªtulo 4
Un mundo muy peque?o
20 de septiembre. Contin¨²a el relato del escritor, que en esta semana habla de ¡°la insoportable banda sonora del crimen¡±
1. Un minuto, nueve segundos
Al mismo tiempo que se desarrolla el V-13 [viernes 13] ¡ªcomo todos, magistrados, abogados, periodistas, llaman a este juicio monstruoso en el que estamos embarcados¡ª, otro tribunal penal especial juzga a otro terrorista en una salita del s¨®tano del Palacio de Justicia. A este juicio se le presta poca atenci¨®n. Sin embargo, Tyler Vilus es un yihadista de mayor envergadura que los 14 acusados juntos del 13-N. Juzgado en 2020, fue condenado a 30 a?os de c¨¢rcel, y si comparece en apelaci¨®n no es a instancias de su abogado para que le rebajen la condena, sino de la Fiscal¨ªa antiterrorista para que se la aumenten. He aprovechado una suspensi¨®n de la audiencia para ir a ver y verificar qu¨¦ ha dicho Isabelle Panou, la jueza de instrucci¨®n belga, a lo largo de las cuatro horas de la deposici¨®n de Tyler: el yihadismo es un mundo muy peque?o, todos estos tipos se conocen, rastrear el recorrido de Tyler es toparse con Najim Laachraoui, Abdelhamid Abaaoud, Mohamed Abrini, de quien se habla arriba durante toda la sesi¨®n.
Esta semana he vuelto a bajar cinco o seis veces. Tyler Vilus es un hombre de 30 a?os, atl¨¦tico, de p¨¢rpados pesados, que irradia un poder¨ªo amenazador. Hijo de un evangelista de la isla Guadalupe, del que dice que es un hombre violento, y de una hija de feriantes de Champa?a con la que mantiene una relaci¨®n muy estrecha, la enfermedad marc¨® su infancia y consagr¨® su adolescencia al hach¨ªs y a la peque?a delincuencia. A pesar de que, o debido a que, fue educado en el catolicismo, no mostr¨® el menor inter¨¦s por la religi¨®n hasta el d¨ªa en que un amigo le ense?¨® el Cor¨¢n. Empieza a leerlo distra¨ªdamente, contin¨²a, devora el libro entero en tres d¨ªas. Al cabo de esos tres d¨ªas todo ha cambiado, su vida a la deriva tiene ahora un sentido. Como ¨¦l no hace las cosas a medias, no se convirti¨® al islam bonach¨®n de la mezquita vecina, sino al salafismo yihadista. Justo despu¨¦s se convirti¨® su madre con la misma intransigencia: de inmediato, el burka. A?o 2011: es la Primavera ?rabe. Tyler viaja a T¨²nez, donde ella se reunir¨¢ con ¨¦l. A pesar del momento de exaltaci¨®n que supuso el ataque a la Embajada norteamericana a los gritos de ¡°?Obama! ?Obama! ?Nosotros somos Osama!¡±, T¨²nez es muy blando y entonces el hijo, seguido por su madre, parte a Siria, que es partidaria de la guerra civil y se est¨¢ convirtiendo en El Dorado de los yihadistas. All¨ª se aplica literalmente la shar¨ªa, de las palabras del Profeta solo se atiende a las belicosas, no a las misericordiosas: en el Cor¨¢n existen las dos, se puede elegir. La guerra causa estragos entre el ej¨¦rcito libre sirio, ¨²ltima parcela de Al Qaeda y el Estado Isl¨¢mico, cuyo poder crece. La br¨²jula de Tyler le conduce siempre hacia una mayor violencia: EI, por tanto. Tras unos meses dedicados a ¡°un trabajo particular¡±, que ¨¦l describe as¨ª a su madre: ¡°Asesinar, capturar gente, cosas t¨ªpicas de las operaciones especiales¡±, va a parar al hospital oftalmol¨®gico de Alepo, en cuyos s¨®tanos se encuentran apresados los rehenes occidentales y donde se relaciona con Mehdi Nemmouche, ¡°criminal cuya tarea consiste en ¡®la limpieza ¨¦tnica isl¨¢mica¡±, seg¨²n sus propias palabras, y que cometer¨¢ en mayo de 2014 el atentado contra el Museo Jud¨ªo de Bruselas. Por ¨²ltimo, de repente a Tyler le nombran, con el seud¨®nimo de Abu Hafs al Faransi (el franc¨¦s), emir de la brigada de extranjeros, a quienes la mujer de uno de ellos describir¨¢ como ¡°un grupo de amigos que tortura, mata y decapita con el buen humor que reina en una colonia de vacaciones¡±. Su madre contribuye a esta alegr¨ªa reinante multiplicando los selfis ante un verdadero arsenal y haci¨¦ndose llamar Mami Yihad.
De esta ¨¦poca datan algunos v¨ªdeos atrozmente c¨¦lebres: la decapitaci¨®n del periodista ingl¨¦s James Foley; el piloto jordano quemado vivo en una jaula; Abaaoud euf¨®rico al volante de su camioneta, que arrastra por el polvo los cuerpos de ocho civiles y rebeldes sirios, y finalmente la ejecuci¨®n en plena calle, en presencia de mirones y de ni?os divertidos, de dos rehenes vestidos con un mono anaranjado que parodia los de los presos de Guant¨¢namo. Han mostrado la escena a la audiencia (yo no estaba). Dura un minuto y nueve segundos. Tyler Vilus figura en las im¨¢genes sin que se tenga la certeza de si formaba parte de los asesinos o simplemente pasaba por delante al salir de la mezquita, como explica al presidente en referencia a su sumario, que se sabe de memoria, como si ¨¦l fuera su propio abogado. Emplea para defenderse, con una sombr¨ªa desenvoltura, expresiones como ¡°por mi parte¡± y habla de la ¡°inversi¨®n de valores¡± enunciada en la c¨¦lebre frase: ¡°Nosotros amamos la muerte como vosotros am¨¢is la vida¡±. Su nivel intelectual y el nivel de su lenguaje son muy distintos de los de Salah Abdeslam, y muy distinto, obviamente, su puesto en la jerarqu¨ªa del Estado Isl¨¢mico, porque los que han combatido en Siria forman una ¨¦lite a la que no pertenece ninguno de los acusados del 13-N. Cuando Tyler, en julio de 2015, fue detenido en Estambul y trasladado a Par¨ªs, fue una captura muy importante para los servicios de inteligencia franceses. Ellos no sab¨ªan que la c¨¦lula de los futuros atentados del 13 de noviembre hab¨ªa empezado a infiltrarse en Europa aquel verano, pero s¨ª sab¨ªan que si individuos como ¨¦l y Abaaoud volv¨ªan era una cat¨¢strofe anunciada. Veredicto, el 21 de septiembre.
2. Dos horas, 38 minutos, 47 segundos
As¨ª pues, en el juicio de Tyler Vilnus mostraron un v¨ªdeo de una ejecuci¨®n. Es una elecci¨®n que tambi¨¦n se hizo en el juicio del caso Charlie Hebdo. Los que las vieron no olvidar¨¢n jam¨¢s el traumatismo de las fotos tomadas en el escenario del crimen. La sala de redacci¨®n, los cuerpos. Y luego la videoc¨¢mara de vigilancia, el vest¨ªbulo, los hermanos Kouachi que irrumpen, uno de ellos vigila mientras el otro mata: un minuto y 49 segundos que muchos preferir¨ªan no haber visto. Los polic¨ªas que aportaron su testimonio en el juicio del 13-N, con el acuerdo sin duda del presidente, optaron por la elecci¨®n opuesta. Fotos s¨ª, pero de lejos. Planos. El entorno ensangrentado pero vac¨ªo del restaurante Carillon. Una letan¨ªa de nombres, pero no de cad¨¢veres. En la sala Bataclan, un espectador grababa el concierto con un dict¨¢fono que sigui¨® girando: existe, por tanto, una cinta de audio que, entre la irrupci¨®n del comando y el asalto final, dura 2 horas, 38 minutos y 47 segundos. Tambi¨¦n aqu¨ª el tribunal ha optado por el pudor y solo ha permitido que se oigan los 22 primeros segundos. El grupo Eagles of Death Metal toca, los primeros disparos se mezclan con la bater¨ªa, luego un acople y se corta. Cuando suspenden la audiencia, una chica que estaba en Bataclan me dice lo que ella pod¨ªa decirme y yo no: ¡°No es suficiente. Si es para darnos una idea de lo que fue, no basta. Apenas es nada¡±. No lo s¨¦. Dentro de una semana, otras personas que al igual que la chica estaban all¨ª le pondr¨¢n palabras a esta situaci¨®n.
En el juicio del 13-N se decidi¨® lo contrario que en el de ¡®Charlie Hebdo¡¯: fotos s¨ª, pero de lejos. PlanosEmmanuel Carr¨¨re
Entretanto, tenemos las del investigador que hizo las primeras comprobaciones: Patrick Bourbotte, un polic¨ªa que ha debido de ver muchas cosas en sus 20 a?os de carrera en la brigada criminal, pero esto no lo hab¨ªa visto nunca, ignoraba que pudiese existir. Lo que vosotros no hab¨¦is o¨ªdo, ha dicho, las 2 horas, 38 minutos y 25 segundos restantes, lo transcribi¨® un agente, palabra por palabra, ruido por ruido, disparo por disparo, 258 durante los 32 primeros minutos, y como era necesario que, sin escuchar la cinta, oy¨¦ramos las palabras de los asesinos, este mismo polic¨ªa se encarga personalmente. Ha dicho: ¡°Me resulta dif¨ªcil, pero voy a tener que insertar mi voz en la de los terroristas¡±. Se le estrangula la voz, despu¨¦s toma una bocanada de aire y empieza a leer, valientemente, distinguiendo bien a los tres hablantes:
¡°¡ªPod¨¦is culpar a vuestro presidente Fran?ois Hollande¡
¡ªLos soldados del califato est¨¢n en todas partes. Vamos a golpear en todas partes.
¡ª (Aqu¨ª, un disparo) Te hab¨ªa dicho que no te movieras¡±.
Cap¨ªtulo 5
La exhibici¨®n del sadismo
27 de septiembre. Esta semana Emmanuel Carr¨¨re se pregunta si existe alg¨²n rasgo espec¨ªfico en el terrorismo yihadista
1. Un fantasma
As¨ª que somos tres, Violette Lazard, Mathieu Delahousse y yo, los que cubrimos el juicio para L¡¯Obs: podemos turnarnos, respirar un poco. La semana pasada aprovech¨¦ esta libertad para pasar media jornada en el s¨®tano del Palacio de Justicia, en una salita donde juzgaban a un tal Tyler Vilus. Aunque no haya participado en los atentados de Par¨ªs, es un yihadista m¨¢s importante que los 14 acusados juntos del 13-N. El ambiente era pl¨²mbeo, la amenaza palpable: le han condenado a cadena perpetua. Unos d¨ªas despu¨¦s, en la misma salita y ante el mismo tribunal, especialmente dedicado a los asuntos de terrorismo, comparece un se?or mayor. Traje azul claro, con fular y pa?uelo a juego, pelo blanco muy liso, bigote fino, fuerte acento espa?ol. Acoge con sencillez a su p¨²blico desde su banquillo acristalado. O sea, por orden de aparici¨®n: un viejo admirador que se parece a Beno?t Poelvoorde y al que firma un aut¨®grafo: ¡°Saludos revolucionarios¡±; dos t¨ªos con un traje estricto y aspecto de banqueros que contra toda apariencia se presentan como ¡°chalecos amarillos¡±; dos encantadoras se?oras de edad, militantes hist¨®ricas de la causa palestina, y una saca de su especie de bolso, para d¨¢rselo a la otra, el panfleto antisemita ?Pero qui¨¦n?; un joven golfillo en ch¨¢ndal que tiene apretado contra el pecho el ¨²ltimo libro de ?ric Zemmour; y, para cerrar el cortejo, monse?or Gaillot, el prelado modernista de quien se hablaba mucho, recuerden, al final del siglo XX. Todos se conocen, el acusado tiene una palabra amable para cada uno.
Al ver que una de las encantadoras viejecitas antisemitas besa a Beno?t Poelvoorde, le espeta, jocoso: ¡°?As¨ª que me pones los cuernos?¡±. Su abogada, una mujer alta y flaca, de ojos y pelo como de carb¨®n, que resulta que adem¨¢s es su esposa, llega con tres vasos de caf¨¦ en equilibrio inestable: uno para su marido, otro para ella y el tercero para el fiscal, al que se lo ofrece bromeando, ella tambi¨¦n: ¡°?Intento de corrupci¨®n!¡±. El fiscal sonr¨ªe, est¨¢n entre antiguos camaradas. ?l es la tercera vez que le imputa como acusado, ella ya le ha defendido siete veces. Lo que se dirime en el juicio es la duraci¨®n de la pena a que se expone por el atentado contra el Publicis Drugstore (1974, 2 muertos, 34 heridos), y esta cuesti¨®n es nula, meramente procedimental, pues hace mucho tiempo, y por otros muchos delitos, que est¨¢ condenado a cadena perpetua. Lleva 27 a?os en la c¨¢rcel, terminar¨¢ all¨ª sus d¨ªas, esta vez es simplemente la ¨²ltima, no cabe ya apelaci¨®n ni recurso posibles, es la despedida de la escena de Ilich Ram¨ªrez S¨¢nchez, alias Chacal, alias Carlos. No es una broma: a unos tramos de pelda?os del 13-N, y sin suscitar m¨¢s inter¨¦s que el del club de sus admiradores, juzgaban a Carlos. Al legendario terrorista de los a?os setenta. El fiscal no pudo evitar la comparaci¨®n con lo que ocurr¨ªa en el piso de arriba. Record¨® que Carlos hab¨ªa cometido los primeros atentados a ciegas en suelo franc¨¦s, y adem¨¢s atentados sangrientos, ¡°salvando las distancias¡±, y esta ¨²ltima expresi¨®n es la que emplea el personal de la administraci¨®n penitenciaria que, desde que se relacionan con los ¡°salaf¡±, piensan que los corsos y los vascos eran los buenos tiempos. Cuando Me Coutant-Peyre ¡ªes decir, su esposa¡ª ha pronunciado su alegato, era como si estuviese montada en una bicicleta est¨¢tica, contaba an¨¦cdotas, recuerdos personales, ¨¦l la interrump¨ªa, ella le dec¨ªa: ¡°Si usted sabe mejor que yo lo que hay que decir, pues hable en mi lugar¡±, ¨¦l se sentaba refunfu?ando. Esta escena incre¨ªblemente extra?a era de comedia. La presenci¨¦ con una amiga abogada, no nos privamos de re¨ªr para nuestros adentros. No nos habr¨ªamos re¨ªdo si hubiese estado en la sala junto a aquellos payasos pintorescos y ante aquel fantasma, con su pantal¨®n de pata de elefante, de un terrorismo de otra ¨¦poca, una mujer en silla de ruedas que era una ni?a en 1974, cuando sus padres la llevaron a tomar un helado en el Drugstore y cuya vida qued¨® aquel d¨ªa destrozada para siempre.
2. Gran fractura facial
La ma?ana del 14 de noviembre confundieron a dos v¨ªctimas en la morgue. Los padres de una de ellas cre¨ªan que su hija hab¨ªa muerto pero estaba viva, y los de la otra concibieron la loca esperanza de que la suya estuviese viva cuando en realidad hab¨ªa muerto. El director del dep¨®sito se justifica: no hab¨ªamos visto nunca nada semejante, la llegada en unas horas de ¡°123 cuerpos enteros y 17 cuerpos fragmentados¡±. ¡°Diecisiete cuerpos fragmentados¡±: es la clase de cosas que oyen, d¨ªa tras d¨ªa, las partes civiles del 13-N. Para algunos, esos fragmentos son los de su hijo o su hija, los del hombre y la mujer que amaban. Otras palabras que tienen que aprender: laceraci¨®n, desmembramiento, policriblaje mediante tuercas. Zona de dispersi¨®n: quiere decir que se encuentran restos humanos hasta a 50 metros del epicentro de una explosi¨®n. ¡°Caminamos en medio de cuerpos embarullados, entremezclados, superpuestos, no s¨¦ qu¨¦ palabra emplear¡±, refiere el investigador que hizo las primeras comprobaciones en la sala Bataclan. ¡°Pisamos charcos de sangre, aplastamos pedazos de dientes y huesos, hay tel¨¦fonos que suenan, las familias que llaman. Cuando empezamos a evacuar los cad¨¢veres, estaban hasta tal punto impregnados de sangre, pesaban tanto, que tuvimos que transportarlos entre tres. Mi obsesi¨®n era pasar al lado de una v¨ªctima que se hab¨ªa escondido en una ratonera y hab¨ªa muerto sin que la localizasen. Varios d¨ªas despu¨¦s, todav¨ªa encontramos una pierna¡±.
¡°Lo que sent¨ª no lo s¨¦. Solo puedo decirle que hab¨ªa 30 orificios en una v¨ªctima, 22 en otra, 14 en una tercera¡±Investigador que acudi¨® al bistr¨® La Belle ?quipe
Al investigador que hizo lo mismo en el bistr¨® La Belle ?quipe, un abogado de la parte civil le pregunt¨® extra?amente qu¨¦ ¡°sinti¨®¡± ante aquella matanza. ¡°Lo que sent¨ª no lo s¨¦. Solo puedo decirle que hab¨ªa 30 orificios en una v¨ªctima, 22 en otra, 14 en una tercera¡±. Y a continuaci¨®n: ¡°Debe usted comprender que los disparos con un calibre de 7,62 mil¨ªmetros no son iguales que los de 9 mil¨ªmetros. Este ¨²ltimo produce orificios de entrada y de salida; con el de 7,62 tenemos heridas muy destructivas, con cr¨¢neos explosionados y grandes fracturas faciales¡±. Una cosa m¨¢s que habr¨¢n aprendido los familiares de las v¨ªctimas: en lenguaje forense, un rostro arrancado, irreconocible, se llama una ¡°gran fractura facial¡±.
3. Propaganda
Han mostrado el v¨ªdeo de autor¨ªa difundido por el Estado Isl¨¢mico despu¨¦s de los atentados. Expurgado, pero aun as¨ª su atrocidad te deja at¨®nito. Filmado, montado, sonorizado como un ¨¦xito de taquilla de Hollywood o un videojuego, es una serie de decapitaciones perpetradas por los futuros kamikazes de Par¨ªs que no solo decapitan, sino que al hacerlo algunos se parten de risa. Es propaganda.
Han mostrado el v¨ªdeo de autor¨ªa difundido por el Estado Isl¨¢mico despu¨¦s de los atentados. (¡) La propaganda normalmente oculta el horror; aqu¨ª lo exhibe
Quiz¨¢ me equivoque, pero me parece que esta propaganda es absolutamente in¨¦dita. Por espantoso que sea lo que encubre, la propaganda presenta habitualmente el rostro de la virtud. Desfiles, j¨®venes de mirada clara que se encaminan hacia un porvenir radiante. La propaganda nazi no mostraba Auschwitz, la estalinista no mostraba el Gulag, la de los jemeres rojos no mostraba el centro de torturas S.21. La propaganda normalmente oculta el horror; aqu¨ª lo exhibe. El EI no dice: ¡°Es la guerra, tenemos el triste deber de cometer atrocidades para que el bien triunfe¡±. No; reivindica el sadismo. Para convertir, cuenta con el sadismo, con su exhibici¨®n, la autorizaci¨®n de ser s¨¢dico.
Antes de desembocar en la calle Charonne, el Seat del tr¨ªo que iba a ametrallar las terrazas par¨® en el sem¨¢foro, a la altura de los transe¨²ntes. Uno de los terroristas baj¨® la ventanilla y dijo: ¡°Somos el Estado Isl¨¢mico, que ha venido a degollaros¡±. Luego, al arrancar, a?adi¨®: ¡°No es broma¡±.