El s¨ªndrome de las ¡®puertas giratorias¡¯: ?cu¨¢ndo es ¨¦tico que los pol¨ªticos se pasen a la empresa privada?
El paso del socialista Antonio Miguel Carmona a la vicepresidencia de Iberdrola reabre el debate sobre los l¨ªmites que deben tener los cargos p¨²blicos al abandonar la pol¨ªtica. Est¨¢ en juego la confianza de los ciudadanos
Es conocida esa distinci¨®n de Max Weber entre aquellos pol¨ªticos que viven para la pol¨ªtica y los que viven de la pol¨ªtica. Los primeros ser¨ªan aquellos que se entregan a una causa, los segundos son los que hacen de ella un modo de vida, una fuente de ingresos m¨¢s o menos permanente. En todo caso, y por muy presentes que en algunos sigan latiendo los ideales que les movieron a escoger este camino, unos y otros ¡ªa menos que sean ricos por su casa¡ª se acaban ¡°profesionalizando¡±, la necesitan como fuente de ingresos. No hay nada reprochable en ello, la pol¨ªtica es una profesi¨®n como otra cualquiera. Aunque es inevitable preguntarse, como hace Weber, qu¨¦ tan propensos son determinados partidos o pol¨ªticos individuales a la depredaci¨®n de cargos; si, como dicen los estadounidenses, est¨¢n ah¨ª just for the money (solo por el dinero) o por otros privilegios.
El tema que aqu¨ª nos ocupa trasciende esta distinci¨®n. Nos interesan aquellos que son capaces de vivir de la pol¨ªtica despu¨¦s de la pol¨ªtica; quienes ya han abandonado sus puestos pol¨ªticos y giran hacia el mercado, gracias precisamente a ese paso previo por lo p¨²blico. Este es el sentido en el que, en cierto modo, siguen viviendo de la pol¨ªtica: ya sea porque han adquirido una rentable informaci¨®n sobre c¨®mo funcionan determinados procesos pol¨ªticos, por el valor de sus conexiones personales con algunos actores clave en las cadenas de decisi¨®n, o por su preeminencia social, por el nombre y prestigio que pueden haber adquirido durante su mandato pol¨ªtico. Esta relaci¨®n no es exhaustiva, desde luego.
Antes de incidir m¨¢s detenidamente en lo que es aqu¨ª la cuesti¨®n central, ver hasta qu¨¦ punto es leg¨ªtimo, un par de consideraciones m¨¢s. La primera es que, as¨ª, en abstracto, no deja de ser algo natural. Estar¨ªa bueno que los pol¨ªticos no pudieran tener derecho a una vida profesional una vez que cesan en sus cargos. Adem¨¢s, es imprescindible para la selecci¨®n de ¨¦lites pol¨ªticas bien preparadas. Imponer muchas restricciones a quienes no tienen garantizada su vuelta a determinados empleos de la sociedad civil significar¨ªa un desincentivo para que muchos dieran ese salto de comprometerse con lo p¨²blico. Un funcionario sabe que una vez que abandona la pol¨ªtica tiene garantizada su vuelta al mismo puesto u otro similar en la Administraci¨®n, para otras profesiones no es tan sencillo.
Por otra parte, no es poco lo que se aprende en pol¨ªtica, ?por qu¨¦ no rentabilizar esos conocimientos pasando al sector privado? O ?qu¨¦ hay de malo en que alguien que se ha labrado un nombre en la pol¨ªtica pueda beneficiarse despu¨¦s de su prestigio o popularidad adornando la n¨®mina del consejo de administraci¨®n de una empresa privada? A priori, nada. El problema es cuando existen fundadas sospechas de que las idas y venidas entre unos sectores u otros pueden contaminar el inter¨¦s p¨²blico con las demandas del inter¨¦s privado. M¨¢s espec¨ªficamente, que la orientaci¨®n a futuras expectativas de empleo en el sector privado puede distorsionar sus decisiones en contra del bien com¨²n, o que sus relaciones personales en el ¨¢mbito pol¨ªtico sean aprovechadas despu¨¦s para obtener informaci¨®n privilegiada o beneficios de otro tipo.
Viajes de ida y vuelta
A pesar de que aqu¨ª nos ocupamos sobre todo de la dimensi¨®n de salida de la pol¨ªtica, cuando hablamos de puertas giratorias lo hacemos en el sentido literal de la met¨¢fora: el giro es en las dos direcciones, de la pol¨ªtica a la empresa privada y viceversa. En Espa?a se tiende a focalizar el problema sobre la primera dimensi¨®n, pero en otros lugares, como Estados Unidos, no preocupa menos la incorporaci¨®n de profesionales de sectores regulados a organismos p¨²blicos con capacidad para cambiar estas reglas. Donald Trump design¨® un Gobierno de multimillonarios, gente con conspicuos intereses privados. Ya lo vimos, una de sus primeras decisiones fue bajar los impuestos a los m¨¢s ricos.
Con todo, en cuestiones en las que las consideraciones ¨¦ticas se mezclan con otros factores, el problema es dar con la evaluaci¨®n adecuada, con detectar d¨®nde se encuentran las l¨ªneas rojas. En este tema no todo es blanco o negro, hay una gran amalgama de grises. Mario Draghi trabaj¨® en el banco de inversi¨®n Goldman Sachs antes de ocupar su cargo de presidente del Banco Central Europeo, y tambi¨¦n Emmanuel Macron trabaj¨® en Rothschild & Cie antes de entrar en el Gobierno de Hollande. ?Los descalifican estos antecedentes? Suscito la duda porque, en principio, es algo que deber¨ªa ser sintom¨¢tico de lo contrario: que lo p¨²blico tiene tambi¨¦n la capacidad de incorporar a quienes se rifan las mejores empresas. Y eso es una buena noticia. M¨¢s espinoso es el caso del expresidente de la Comisi¨®n Europea Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso, a quien fich¨® Goldman Sachs para que lo asesorara sobre el laberinto del Brexit. No hizo nada ilegal, ya hab¨ªan pasado los 18 meses de carencia tras estar en el cargo que establece la legislaci¨®n europea. Pero ?es ¨¦ticamente aceptable?
Menciono este caso en particular porque, a ra¨ªz de este fichaje, la organizaci¨®n Transparencia Internacional se hizo con algunos datos relevantes. M¨¢s de la mitad de los excomisarios europeos trabajaban en 2017 para empresas que figuran en el registro de lobbies (grupos de presi¨®n) de la UE; tambi¨¦n un 30% de los europarlamentarios que hab¨ªan abandonado la pol¨ªtica al perder su esca?o. Como se?al¨® el autor del informe de esta misma organizaci¨®n, Daniel Freund, ¡°todas las organizaciones pueden beneficiarse de la experiencia e ideas que aportan los expol¨ªticos, pero hay un problema con aquellos que hasta hace un minuto dise?aban leyes de la UE y al siguiente presionan a sus anteriores colegas sobre esas mismas cuestiones¡±. Y esto rige para todos los niveles de gobierno.
Por todas estas razones, en todos los pa¨ªses existen leyes que establecen periodos de carencia para hacer este tr¨¢nsito, desde los 5 a?os de Canad¨¢ para incorporarse a empresas en el registro de lobbies, los 18 meses de la UE para comisarios europeos, o los 2 a?os en que Espa?a establece las incompatibilidades. Hay veces, sin embargo, en las que el derecho no basta para regular esa sutil conexi¨®n entre los dos mundos. Ya vimos el caso de Barroso, y podemos mencionar muchos otros, como el hecho de que Rodrigo Rato fuera contratado en 2013 como asesor de Telef¨®nica, trat¨¢ndose de una empresa que fue privatizada mientras ¨¦l ocupaba el cargo de ministro de Hacienda, o Pedro Moren¨¦s, que proviniendo de la industria armament¨ªstica acaba de ministro de Defensa. O, con considerable menor nivel de gravedad, el m¨¢s reciente de Antonio Miguel Carmona y su acceso a una vicepresidencia de Iberdrola en momentos de m¨¢xima tensi¨®n entre el Gobierno y dicha empresa por los precios de la luz. Este ¨²ltimo caso creo que tiene m¨¢s que ver con la relaci¨®n personal entre el expol¨ªtico y su propio partido ¡ªal que asest¨® un importante golpe de imagen¡ª que con una cuesti¨®n que encaje de lleno en el s¨ªndrome de las puertas giratorias. M¨¢s flagrante es la facilidad con la que otros cargos han pasado de la pol¨ªtica a los consejos de administraci¨®n de empresas de este mismo sector.
Lo que est¨¢ en juego es la confianza en la pol¨ªtica
Y esto nos lleva a otro aspecto del problema, la actitud de los propios partidos ante este tipo de situaciones. Las lagunas que se escapan al derecho ante vulneraciones de esta naturaleza podr¨ªan ser cubiertas por ellos en su c¨®digo ¨¦tico. Deber¨ªan ser los primeros interesados en diluir todo tipo de sospechas y reaccionar de oficio cuando entiendan que hay conductas que se salen de lo correcto. No en vano, estas pr¨¢cticas constituyen una de las principales fuentes de la actual desconfianza en la pol¨ªtica. El movimiento 15-M, por ejemplo, fue una explosi¨®n en contra de este tipo de instrumentaciones de lo p¨²blico, como tambi¨¦n de lo que el propio Weber denomina los pol¨ªticos ¡°cazadores de cargos¡±: el modelo Toni Cant¨®, que empez¨® denunciando los ¡°chiringuitos¡± para colocar a pol¨ªticos ¡ªel copyright del t¨¦rmino es suyo¡ª. El exdiputado de UPyD y de Ciudadanos acept¨® en junio el nuevo puesto de director del ¨¢rea de la Oficina del Espa?ol del Gobierno de la Comunidad de Madrid, un ¨®rgano creado por la presidenta de la comunidad, Isabel D¨ªaz Ayuso. Siempre se observa, sin embargo, una total condescendencia con los propios y le?a al adversario. Es interesante cotejar lo que algunos dec¨ªan antes de acceder al cargo privado respecto de los pol¨ªticos de otro signo que ya hab¨ªan hecho el mismo camino. La mejor manera de atajar las actitudes de la antipol¨ªtica es predicar con el ejemplo.
Puede que despu¨¦s de todo s¨ª haya un criterio objetivo para legitimar los giros entre una y otra esfera, el cursus honorum. Aquellos que antes de ser pol¨ªticos ya eran alguien (Mario Draghi, Emmanuel Macron), y durante su paso por la pol¨ªtica se distinguen por su ¨¦xito en la gesti¨®n, es l¨®gico que cuando salgan de ella vuelvan a ser reclamados por el sector privado. A sensu contrario, es inevitable que surjan sospechas respecto de los que, sin especial cualificaci¨®n previa y una gesti¨®n pol¨ªtica mediocre, aterrizan de forma sorpresiva en cargos bien remunerados. Pueden ser infundadas porque no hayan entrado ¡ªo no vayan a entrar¡ª en actitudes reprensibles. Pero aqu¨ª a veces es dif¨ªcil aplicar la presunci¨®n de inocencia. En la pol¨ªtica democr¨¢tica es imprescindible guardar siempre las apariencias de impecabilidad, lo de la mujer del C¨¦sar (¡°la mujer del C¨¦sar no solo debe serlo, sino parecerlo¡±). Hasta el mismo Maquiavelo lo aconsejaba.
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