El Me Too fue mucho m¨¢s all¨¢ de Hollywood: en Nigeria y Pakist¨¢n ha cambiado vidas
El movimiento contra el acoso sexual cumple cinco a?os. ?D¨®nde se han notado sus efectos? El trabajo de dos investigadoras demuestra que en m¨¢s de cien pa¨ªses
En octubre se cumplir¨¢n cinco a?os desde que la actriz Alyssa Milano, movida por las acusaciones a Harvey Weinstein, escribi¨® un tuit en el que suger¨ªa que todas las mujeres que hab¨ªan sufrido acoso sexual lo contasen y a?adiesen la etiqueta #MeToo, yo tambi¨¦n. Milano, int¨¦rprete convertida en activista y con cierta tendencia a pisar charcos, dice que se lo sugiri¨® una ...
En octubre se cumplir¨¢n cinco a?os desde que la actriz Alyssa Milano, movida por las acusaciones a Harvey Weinstein, escribi¨® un tuit en el que suger¨ªa que todas las mujeres que hab¨ªan sufrido acoso sexual lo contasen y a?adiesen la etiqueta #MeToo, yo tambi¨¦n. Milano, int¨¦rprete convertida en activista y con cierta tendencia a pisar charcos, dice que se lo sugiri¨® una amiga. Ella no sab¨ªa entonces que la creadora de ese lema era una activista y superviviente de violaci¨®n afroamericana, Tarana Burke, que la acu?¨® m¨¢s de una d¨¦cada antes, en 2006, y empez¨® a utilizarla en la red MySpace.
Esa tensi¨®n en torno a una frase tan sencilla pero tan potente, de apenas cinco letras en ingl¨¦s, ha permanecido desde entonces en el coraz¨®n del fen¨®meno que desat¨®. En un primer momento, la atenci¨®n de los medios se enfoc¨® en los grandes casos de hombres poderosos que ca¨ªan en desgracia (a algunos ya les ha dado tiempo a completar su rehabilitaci¨®n reputacional, otros apenas sufrieron rasgu?os), lo que contribuy¨® a situar el movimiento como algo propio de mujeres blancas que se mov¨ªan en entornos de ¨¦lite. La activista egipcia Mona Eltahawy lo denunci¨® as¨ª en 2018, cuando ella misma arranc¨® un hashtag adyacente, #MosqueMeToo, para denunciar agresiones sexuales en las mezquitas. ¡°Creo que el movimiento en su versi¨®n actual es algo muy blanco y muy privilegiado. Hay una jerarqu¨ªa de qui¨¦n tiene la atenci¨®n y a qui¨¦n se escucha y qui¨¦n es considerada la v¨ªctima perfecta y, por tanto, obtiene una plataforma¡±, dijo entonces a Time.
Un ensayo que se publica ahora en Espa?a, titulado Despertar. #MeToo y la lucha global por los derechos de las mujeres (Ariel), defiende justo lo contrario, que los efectos de este movimiento han sido especialmente significativos muy lejos de Hollywood, en el Sur global, en pa¨ªses como la India, Pakist¨¢n, T¨²nez, Brasil o Nigeria. El libro est¨¢ prologado por la propia Tarana Burke y sus dos autoras, dos estadounidenses blancas que se han movido en el mundo de la academia, los organismos gubernamentales y la filantrop¨ªa de alto nivel, Rachel Vogelstein y Meighan Stone, hacen esfuerzos para que nadie pueda se?alarlas como ¡°salvadoras blancas¡±. ¡°Esto no va de que las mujeres del mundo hayan despertado al feminismo occidental; tampoco es un libro sobre las feministas occidentales blancas ense?ando a las mujeres de otros pa¨ªses cosas acerca de su propia liberaci¨®n¡±, especifican. La idea es resituar el Me Too y desblanquizarlo, o por lo menos sacarlo de Occidente y del Norte global. ¡°La cobertura occidental hasta la fecha ha estado enfocada en la avalancha de acusaciones a hombres de perfil alto en los escalones m¨¢s elevados de la pol¨ªtica, la cultura y los negocios, acusados de acoso sexual. Pero el Me Too ha sido mucho m¨¢s. Nuestra investigaci¨®n demuestra que ha alcanzado a m¨¢s de 100 pa¨ªses y que las herramientas del siglo XXI empleadas por las mujeres est¨¢n cambiando la manera en la que luchan y consiguen esos derechos¡±, asegura Vogelstein, que fue asesora de Asuntos Globales de la Mujer durante la Administraci¨®n de Obama.
Algunos de los movimientos globales que se analizan en el libro hab¨ªan arrancado ya mucho antes de que The New Yorker y The New York Times publicasen las alegaciones contra Harvey Weinstein y el caso hiciese levantar una manta de silencio sobre las agresiones sexuales a mujeres y los abusos de poder. Por ejemplo, #EnaZeda, que significa justamente ¡°yo tambi¨¦n¡± en dialecto tunecino, ya empez¨® a utilizarse en Facebook en 2014, despu¨¦s de que el l¨ªder pol¨ªtico Zouheir Makhlouf fuera fotografiado por una menor masturb¨¢ndose ante ella en la calle. Makhlouf, que aleg¨® que se hab¨ªa bajado los pantalones porque es diab¨¦tico y tuvo que orinar en una botella, ingres¨® en prisi¨®n por este hecho el pasado noviembre y el caso marc¨® un antes y un despu¨¦s en el pa¨ªs y en c¨®mo se perciben este tipo de agresiones.
No todas las historias terminan bien. El libro est¨¢ recorrido por la represi¨®n y la tragedia. En Egipto, el movimiento #AnaKaman (yo tambi¨¦n) arranc¨® vigoroso en 2017, a rebufo de las denuncias de grupos de v¨ªctimas de agresiones sexuales durante las primaveras ¨¢rabes de 2011. La euforia dur¨® poco. En 2018, Amal Fathy, una activista, subi¨® a Facebook un v¨ªdeo en el que documentaba su acoso en un banco local gestionado por el Estado. Dos d¨ªas despu¨¦s se presentaron en su casa dos polic¨ªas armados, la arrestaron y se llevaron bajo custodia a su marido y a su hijo de tres a?os. Ella estuvo en arresto domiciliario durante tres a?os, lo mismo que Mozn Hassan, otra feminista egipcia fundadora del movimiento Nazra. ¡°Compartimos historias de mujeres que han sido atacadas, encarceladas y agredidas. Pero aun as¨ª, otras mujeres han seguido hablando y eso nos da razones para la esperanza¡±, dice Stone, coautora del libro y expresidenta de la fundaci¨®n de Malala Yousafzai. ¡°Vemos esperanza en la determinaci¨®n de las activistas que se han opuesto a obst¨¢culos infranqueables. Estoy pensando en mujeres como Fakhrriyyah Hashim, del movimiento #ArewaMeToo en el norte de Nigeria, que, a pesar del terrorismo, las amenazas y la presi¨®n de su propia comunidad, aboga por que se apruebe una ley contra la violencia de g¨¦nero¡±.
No todo el mundo comparte ese diagn¨®stico tan optimista, incluso desde el feminismo occidental. Mikki Kendall, activista afroamericana, acaba de publicar Feminismo de barrio (Capit¨¢n Swing). Kendall hace bandera de la interseccionalidad y, a riesgo de que la acusen de dividir al movimiento, algo que le ha pasado a menudo, denuncia all¨ª a las feministas blancas occidentales de ser miopes a la hora de escoger sus batallas y de no medir hasta qu¨¦ punto se cruza la clase, la raza, la identidad sexual y la capacidad en la discriminaci¨®n de g¨¦nero. Esta veterana del Ej¨¦rcito estadounidense se muestra m¨¢s esc¨¦ptica respecto al alcance global del Me Too. ¡°Creo que la piedra ha llegado al r¨ªo, pero a¨²n no sabemos hasta d¨®nde llegar¨¢n las ondas expansivas. Tu nivel de privilegio dicta si el Me Too te ha ayudado o no. Si no estabas marginado, seguramente tuvo un efecto positivo, pero no tenemos a¨²n mecanismos instalados para que las mujeres de todas las culturas puedan denunciar. Y est¨¢ demostrado que son las mujeres racializadas y las migrantes quienes m¨¢s lo sufren¡±.
No es sencillo determinar qu¨¦ forma parte del movimiento, pero hay al menos una persona intent¨¢ndolo. Jane Kamensky, que dirige la Biblioteca Schlesinger en Harvard y se encarga de estudiar la historia de las mujeres en EE UU, lleva a?os archivando tuits y catalogando hashtags para tratar de preservar una visi¨®n coherente del fen¨®meno. En la Schlesinger tienen contabilizadas 71 etiquetas de Twitter que consideran parte del Me Too. ¡°El Me Too comparte con otros movimientos la r¨¢pida oscilaci¨®n entre las tendencias revolucionarias y contrarrevolucionarias¡±, se?ala Kamensky. Es decir, el discurso y su respuesta ocurren a la vez y utilizan las mismas herramientas.
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