Cu¨¢nto habr¨¢ visto esta periodista rusa para hacer esto
A todos nos ha impresionado el valor de Marina Ovsianikova, la editora que irrumpi¨® en directo en la televisi¨®n p¨²blica rusa con un cartel contra la guerra
Hay que tener lo que hay que tener para hacer lo que hay que hacer, dicho as¨ª para que se entienda. Me refiero a alzar la voz en medio de la tiran¨ªa y la injusticia, y a hacerlo de manera inteligente. El obispo de M¨¹nster Graf von Galen, por ejemplo, fue uno de los pocos que criticaban el r¨¦gimen nazi en Alemania en los a?os treinta. De ¨¦l se cuenta que un d¨ªa en misa carg¨® contra los valores de las juventudes hitlerianas como algo muy nocivo para la infancia y alguien le grit¨®: ¡°?C¨®mo va a hablar alguien sin hijos de la mejor manera de educar a los ni?os?¡±. Y ¨¦l respondi¨®: ¡°?No puedo tolerar semejante cr¨ªtica al F¨¹hrer dentro de mi iglesia!¡±.
A todos nos ha impresionado el valor de Marina Ovsianikova, la periodista que irrumpi¨® en directo en la televisi¨®n p¨²blica rusa con un cartel contra la guerra. Son gestos con los que la admiraci¨®n brota de forma natural y un¨¢nime. Hasta sus enemigos deben reconocerlo (y por eso les fastidia tanto), y m¨¢s que nadie, porque saben lo que le va a pasar. Un portavoz del Kremlin defini¨® su acto como ¡°vandalismo¡±, con esa ligera alteraci¨®n de las capacidades sem¨¢nticas t¨ªpica de las dictaduras o el terrorismo, por creer que la realidad se somete tambi¨¦n a sus palabras. Igual que lo de Ucrania no es una invasi¨®n y una cola del pan es un evidente objetivo militar. Lo siguiente que le pas¨® a esta periodista, el paradero desconocido, tambi¨¦n es conocido en Rusia. El Gulag, el pu?o del Estado, es algo familiar para cualquier ruso desde tiempos inmemoriales. Forma parte del ambiente, como la nieve. Todo ruso m¨¢s o menos inquieto ha pasado por Siberia, de Lenin o Bakunin a Dostoievski y ahora los disidentes Jodorkovski y Navalni. Por eso hay que apreciar en lo que vale a los 15.000 rusos detenidos por salir a la calle a protestar, aunque parezcan pocos en un pa¨ªs de 145 millones de habitantes, porque saben lo que les espera. Hostias y c¨¢rcel.
Marina Ovsianikova lo pensar¨ªa muchas veces, desde hace mucho tiempo. Primero como fantas¨ªa, quiz¨¢ luego como broma con amigos ya se hizo un poco realidad, al pasar de la idea a las palabras, y no pudo quit¨¢rselo de la cabeza. La verdad es algo turbador cuando se sabe y no se dice. Cu¨¢nto habr¨¢ visto esta mujer, como periodista, estos a?os para acabar haciendo esto, pues el umbral del conformismo es muy el¨¢stico, dif¨ªcil de romper. Cu¨¢ntas im¨¢genes terribles de la guerra que hab¨ªa ¨®rdenes de no emitir. Cu¨¢nto se habr¨¢ sentido miserable por no hacer lo correcto. En su gesto heroico hay algo que casi requiere a¨²n m¨¢s coraje, admitir la propia responsabilidad. Por haber contribuido a la propaganda y a la ¡°zombificaci¨®n¡± de los rusos, seg¨²n sus palabras. Se dijo ¡°avergonzada¡±. La verg¨¹enza es un poderoso motor, nada desde?able, para actuar. Hasta que un d¨ªa se dijo: no aguanto m¨¢s, lo hago. Y luego lo plane¨®, busc¨® el papel del tama?o adecuado, pens¨® las frases, las escribi¨®, lo escondi¨®. Al salir de comisar¨ªa se la ve¨ªa cansada pero aliviada, como quien se quita un peso de encima, aunque antes el peso insuperable parece el que se tiene delante. Es el fascinante efecto de lo que solemos llamar conciencia, una lucecita que sigue ah¨ª escondida, pese a todo. Luego la fuerza del ejemplo se propaga como una chispa que salta a otras personas. Una de las ideas m¨¢s subversivas, y m¨¢s esperanzadoras, es la de que una sola persona a veces puede cambiar las cosas.
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