Cansancio, miedo, rabia
La acci¨®n pol¨ªtica consiste hoy en generar emociones (a menudo negativas) que funcionen como carburante electoral
En las elecciones presidenciales francesas se observ¨® una penetraci¨®n importante del voto a Marine Le Pen en el medio rural, en algunos casos por delante de Macron. No deja de sorprender que la Francia agraria sea donde mejores resultados ha obtenido una candidata que desplegaba un discurso n¨ªtidamente euroesc¨¦ptico, cuando no directamente eur¨®fobo. Sorprende porque precisamente son las pol¨ªticas europeas, concretamente la Pol¨ªtica Agraria Com¨²n, las que mantienen al campo franc¨¦s (y al de tantos otros pa¨ªses miembros). Si los votantes franceses de las ¨¢reas rurales hubiesen votado conforme a sus intereses, lo m¨¢s coherente ser¨ªa que hubieran optado mayoritariamente por una candidatura que no pusiera en peligro los subsidios comunitarios, en este caso la de Macron.
La raz¨®n de la decantaci¨®n del campo franc¨¦s hacia Le Pen no se encuentra en la defensa de los intereses, sino en la expresi¨®n de un sentimiento que la candidata de la extrema derecha supo situar en el centro del debate electoral. Es el miedo de la Francia rural a perder su esencia, a ser engullida por la globalizaci¨®n que encarnan las ciudades y la propia Uni¨®n Europea, aquella que provee al campo franc¨¦s de su sustento. El campo se siente atacado y ese sentimiento se convirti¨® en munici¨®n electoral a favor de Le Pen.
Este es un ejemplo de c¨®mo de un tiempo a esta parte la pol¨ªtica ha dejado de gravitar sobre los intereses para hacerlo sobre los sentimientos y las emociones. No es nuevo. La pol¨ªtica sentimental hace tiempo que viene expres¨¢ndose. De hecho, la pol¨ªtica siempre ha tenido un componente emocional. Aquellos que hablan de la emotividad pol¨ªtica como algo novedoso y negativo, como una degradaci¨®n de la relaci¨®n entre ciudadanos y representantes, olvidan que la emoci¨®n y los sentimientos siempre han formado parte del lenguaje y de las relaciones pol¨ªticas. No es nuevo que las campa?as electorales recurren a ingredientes de tipo emocional. La diferencia tal vez es que ahora esos elementos son el centro de la campa?a, mientras que antes eran solo la envoltura de lo que hasta entonces hab¨ªa sido el n¨²cleo del debate: los intereses. Este es el gran cambio operado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, los intereses casi han desaparecido como eje de la pol¨ªtica y su lugar lo han ocupado los sentimientos.
No deber¨ªa extra?arnos. Ocurre en muchos otros ¨¢mbitos de la vida, a medida que la adscripci¨®n de los ciudadanos a grupos sociales se ha ido desvaneciendo y se ha hecho m¨¢s dif¨ªcil la articulaci¨®n de intereses compartidos, principalmente ligados al mundo de la econom¨ªa. As¨ª, hoy en d¨ªa la materia con la que se hace la pol¨ªtica son principalmente los sentimientos, que es exactamente la materia que nutre la publicidad. Esta pol¨ªtica emocional gira alrededor de tres sentimientos b¨¢sicos: el cansancio, el miedo y la rabia. Actualmente la acci¨®n pol¨ªtica consiste en intentar generar en el cuerpo social estas tres emociones, con el objetivo de que funcionen como carburante de la movilizaci¨®n o desmovilizaci¨®n del electorado. Si analizamos con cierta distancia y desapego cualquier campa?a electoral, incluso cualquier campa?a de comunicaci¨®n, encontraremos que todas tratan de generar en segmentos predeterminados del cuerpo electoral o cansancio o miedo o rabia.
El cansancio es un sentimiento que lleva directamente a la abstenci¨®n. El elector que se siente cansado, hastiado, hasta harto, tiende a dejar el terreno de juego, fastidiado con los contendientes, principalmente con los propios. Generar cansancio entre el electorado es clave para fomentar la desmovilizaci¨®n, el alejamiento de la pol¨ªtica, algo que puede ser muy beneficioso, sobre todo si esa desmovilizaci¨®n debilita al adversario. El cansancio no se reparte homog¨¦neamente en la ciudadan¨ªa. Afecta principalmente a la izquierda y a los j¨®venes, m¨¢s proclives a sentir que la pol¨ªtica no les tiene en cuenta o que los debates pol¨ªticos transcurren por unos caminos que este elector no aprueba. Los votantes de la izquierda acostumbran a llegar a esos l¨ªmites con m¨¢s facilidad que los de la derecha. De ah¨ª que tengan una mayor tendencia al cansancio, es decir, a la abstenci¨®n.
El miedo acostumbra a ser la tecla que se pulsa cada vez que se quiere evitar el cansancio del propio electorado. Cada vez es m¨¢s com¨²n echar mano del miedo para movilizar a un electorado m¨¢s remol¨®n, sobre todo en la izquierda. Miedo a la extrema derecha, miedo a salir de Europa, miedo a lo desconocido. Las encuestas nos ense?an c¨®mo cada vez est¨¢ m¨¢s presente el voto a la contra, el voto que pretende no tanto elegir a un partido sino impedir que otro acceda al gobierno. Para ello, obviamente, es necesario que exista un rival con suficiente grosor para generar ese temor. En la campa?a francesa, Marine Le Pen centr¨® buena parte de sus esfuerzos en no generar miedo, en desmentir que su acceso a la presidencia pudiera infundir miedo. En Espa?a ha habido elecciones que se han ganado apelando al miedo. En 1993, la victoria por la m¨ªnima de los socialistas se bas¨® en buena medida en el miedo que infund¨ªa una posible llegada del PP al gobierno. En 2017 la victoria de Cs en las auton¨®micas de Catalu?a se fundament¨® en el miedo de una parte muy importante del electorado catal¨¢n a que un triunfo de los independentistas llevara a hacer efectiva la secesi¨®n. Siempre que hay miedo se produce un incremento notable de la participaci¨®n. Generar miedo rinde electoralmente.
En tercer lugar, la rabia es un agente magn¨ªfico no solo de movilizaci¨®n, sino de acci¨®n. El elector que siente rabia se convierte en un publicista, en un activista de tu causa. La rabia es un estadio superior al miedo. A veces se fundamenta en el miedo, pero va mucho m¨¢s all¨¢. La rabia no hace reaccionar al elector frente a un escenario posible, activ¨¢ndolo para impedir que ese futuro hipot¨¦tico se convierta en realidad. La rabia sirve para modificar el presente, empuja al elector. Por decirlo de alg¨²n modo, el miedo hace que el elector se plante, se levante; la rabia lo hace avanzar contra aquello que odia y desprecia. El caso m¨¢s reciente es el de las elecciones auton¨®micas de Madrid en la primavera de 2021. El PP fue capaz de hacer de Pedro S¨¢nchez un malvado de pel¨ªcula, al que hab¨ªa que derrotar saliendo a votar en masa, como as¨ª ocurri¨®.
La pol¨ªtica ha pasado de ser principalmente una actividad basada en la gesti¨®n de intereses a una que se basa en la gesti¨®n de las emociones. Toda acci¨®n pol¨ªtica se dirige a generar cansancio, miedo o rabia en el electorado, en proporciones diferentes y en segmentos diversos. En Espa?a, la derecha solo puede ganar si es capaz de mantener la rabia de los suyos a la vez que induce al cansancio a una parte de los contrarios. Las posibilidades de la izquierda, por su parte, dependen del miedo que pueda infundir entre sus filas la posibilidad de una victoria de la derecha. Desde su elecci¨®n como presidente del PP, Feij¨®o juega principalmente a adormecer al electorado de la izquierda, a no dar miedo, como Aznar en 1996. S¨¢nchez, por su parte, no deja de mencionar a Vox cada vez que puede. Gestionar sentimientos, en eso consiste hoy la pol¨ªtica.
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