La elegancia
La elegante historia del esp¨ªa ingl¨¦s Anthony Blunt contrasta con el grosero asunto del periodista espa?ol Pablo Gonz¨¢lez
Con las novelas de John le Carr¨¦ aprendimos sobre la soledad y la angustia que acompa?an al oficio de esp¨ªa. Cada d¨ªa una traici¨®n, una duda moral, un riesgo. Ni el propio Le Carr¨¦ habr¨ªa sido capaz, sin embargo, de inventar una historia como la de Anthony Blunt. S¨®lo la reina Isabel II podr¨ªa revelar los detalles de su larga convivencia con aquel agente doble, y no lo har¨¢. Uno de tantos secretos que se llevar¨¢ a la tumba.
Blunt estudi¨® matem¨¢ticas, idiomas e historia del arte en Cambridge y en 1940 ingres¨® en el ?MI-5, el servicio brit¨¢nico de espionaje. Para entonces llevaba varios a?os trabajando para el espionaje sovi¨¦tico, como informador y reclutador de agentes. Hasta ah¨ª, todo relativamente normal. Doble juego. Cosas de la Guerra Fr¨ªa.
En 1945 se le ofreci¨® el puesto de supervisor de la colecci¨®n de arte del rey Jorge VI. Con el empleo lleg¨® un encargo altamente confidencial: deb¨ªa viajar a Alemania, recuperar a toda costa las cartas potencialmente comprometedoras entre la reina Victoria y su hija, madre del k¨¢iser Guillermo II de Alemania, destruir cualquier documento que evidenciara la relaci¨®n entre Eduardo VIII (duque de Windsor tras su abdicaci¨®n) y las autoridades nazis, y hacerse con unas cuantas obras de arte que la familia real brit¨¢nica consideraba suyas pero no pod¨ªa reclamar legalmente. Blunt cumpli¨® la misi¨®n.
Lo m¨¢s interesante comienza el 23 de abril de 1964, cuando el MI-5 logra que Blunt confiese que trabaja para los sovi¨¦ticos. El espionaje brit¨¢nico le garantiza la inmunidad y le exige que mantenga su actividad habitual (lo que incluye seguir pasando alguna informaci¨®n a Mosc¨²) para que los sovi¨¦ticos no sepan que Londres sabe.
Isabel II es informada de inmediato. No lo es, por razones desconocidas, el primer ministro, Alec Douglas-Home, amigo personal de la reina. Isabel II calla. No dice nada ni a su marido ni a su madre, prima lejana y amigu¨ªsima de Blunt, con quien comparte palco en la ¨®pera. Blunt, por su parte, sabe que la reina sabe. Ambos guardan el secreto durante 15 a?os. El esp¨ªa acude diariamente a su oficina en el palacio de Buckingham. Isabel II despacha con ¨¦l. Dos seres de sangre fr¨ªa cumplen su extra?o deber, jornada a jornada, a?o tras a?o, con extrema elegancia, hasta que en 1979 Margaret Thatcher revela la verdad ante el Parlamento.
Como un caballero, Anthony Blunt convoca de inmediato una conferencia de prensa. El escritor John Banville, que contar¨¢ la historia (cambiando los nombres) en su novela El intocable, queda impresionado por la sonrisa con que el esp¨ªa atiende a los periodistas: ?qu¨¦ puede temer un agente doble de ese pu?ado de pardillos?
Toda esta elegancia contrasta con el grosero asunto del periodista espa?ol Pablo Gonz¨¢lez, detenido e incomunicado en Polonia desde hace tres meses bajo la acusaci¨®n de espiar para los rusos. Las autoridades polacas han decidido prolongar tres meses m¨¢s la incomunicaci¨®n. Ignoro si Pablo Gonz¨¢lez ha espiado (no ser¨ªa el primer periodista en hacerlo, la frontera entre ambos oficios es borrosa a veces) o es inocente; pero me parece evidente que en la Uni¨®n Europea no deber¨ªan darse situaciones propias de Guant¨¢namo.
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