Italia, un caos familiar pero siempre original
Llevan desde 2008 sin un primer ministro elegido en las urnas. Es indudable que cada vez retuercen m¨¢s la democracia y cada vez crece m¨¢s el populismo. Draghi era una excepci¨®n y un parche en todo esto, no pod¨ªa durar.
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Mario Draghi asisti¨® el otro d¨ªa a la cena que organizaron los corresponsales extranjeros y cont¨® un chiste. Un enfermo necesita un trasplante de coraz¨®n y le ofrecen dos. Uno es de un joven deportista. El otro es de un viejo dirigente del Banco Central Europeo (BCE). El paciente elige el segundo coraz¨®n. Le preguntan por qu¨¦: ¡°Hombre, porque no se ha usado nunca¡±. Draghi, que presidi¨® el BCE, tiene coraz¨®n pero no parece italiano porque reh¨²ye lo informal y tiene una rara cualidad en la clase dirigente italiana que le hace perfecto para contar un chiste: es una persona seria. Esto ha sido su ruina, naturalmente. Es verdad que por eso lo pusieron en su momento, lo necesitaban en una situaci¨®n de emergencia, pero solo hasta que se ha podido montar la siguiente, el contexto en el que mejor se desenvuelven. En un clima de irresponsabilidad general, nadie se siente responsable.
Desde fuera, es habitual no comprender nada, pero es sencillo. La clave que da sentido a todo es esta: en Italia no existe el inter¨¦s general, solo el particular. El general existe en casos muy particulares, como el de Draghi y ciudadanos an¨®nimos. Los partidos populistas y de derecha quer¨ªan ir a las elecciones, por los sondeos, y ya est¨¢. A quienes amamos Italia nos rompe el coraz¨®n asistir al en¨¦simo proceso suicida, pero en realidad es la vida m¨¢s palpitante, como cuando miras por un microscopio: ves a sus peque?os componentes devor¨¢ndose unos a otros, para sobrevivir.
Lo cierto es que se ha precipitado el terrible momento que iba a llegar en primavera, con las elecciones: elegir a alguien despu¨¦s de Draghi. Porque el panorama es desolador en cuanto a candidatos, y casi irresoluble por ausencia de mayor¨ªas claras. Es una realidad a afrontar desde hace a?os, e Italia lo ha hecho de forma original, para variar: es un caso ¨²nico de presidentes no elegidos en las urnas. El ¨²ltimo fue Berlusconi, ?en 2008, hace 14 a?os! Es instructivo recordarlo. A ¨¦l le sucedi¨® un gobierno t¨¦cnico de Monti, forzado por la UE y los mercados en 2011 en el p¨¢nico de la crisis. Tras las elecciones, lleg¨® Enrico Letta, que no era el que gan¨® (era su colega Bersani, pero dimiti¨® entretanto por una traici¨®n interna). Letta cay¨® a su vez por otra conspiraci¨®n de los suyos, esta vez de Matteo Renzi. ?l toc¨® a su fin porque hizo de un refer¨¦ndum una cuesti¨®n personal, lo que aprovech¨® media Italia, que no lo soportaba, para votar en contra y que dimitiera. Le sucedi¨® Gentiloni hasta los comicios de 2018. Que gan¨® el Movimiento Cinco Estrellas, aunque el Gobierno tampoco lo presidi¨® su candidato, sino uno que se sacaron de la chistera, Giuseppe Conte. Le derrib¨® en 2019 una traici¨®n de Matteo Salvini, su socio de la Liga Norte, que vio las encuestas y quiso elecciones. Pero no hubo, calcul¨® mal, y sigui¨® Conte, aunque con otra mayor¨ªa que improvis¨® sobre la marcha. Y que tampoco dur¨®, y en el caos, en plena pandemia, se ech¨® mano de Draghi. Hasta hoy.
Visto esto, algo inventar¨¢n. En 2013 fueron capaces de pactar izquierda y derecha, cosa que nunca hemos visto en Espa?a, pues no hay cosa peor vista. Y siempre queda esperar el milagro, la intervenci¨®n de la providencia o el azar, algo ajeno a lo humano, para que solucione lo que ellos no son capaces de solucionar, pero s¨ª de empeorar. Pero es indudable que cada vez retuercen m¨¢s la democracia y cada vez crece m¨¢s el populismo. Draghi era una excepci¨®n y un parche en todo esto, no pod¨ªa durar.
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