26 a?os solo en la selva: c¨®mo vivir con una cierta sensaci¨®n de amenaza
Una vez que te roza la muerte ya sabes que anda por ah¨ª y es m¨¢s dif¨ªcil seguir con tus cosas como si nada
Una de las novelas m¨¢s locas jam¨¢s escritas contiene una de las m¨¢s agudas y sentidas reflexiones sobre la muerte de toda la literatura. El libro es Tristram Shandy, de Laurence Sterne, que como sacerdote y con su conocimiento del alma humana logra poner en palabras tan complejos conceptos. El protagonista supera una grave enfermedad tras ver la muerte cara a cara. Un amigo le dice que se ha salvado de milagro, y ¨¦l contesta: ¡°Pero a este paso no es mucha la vida que me queda: esa hija de puta ya ha descubierto mi morada¡±. Sterne era un cura algo heterodoxo, adem¨¢s de protestante. S¨ª, la verdad, una vez que te roza la muerte ya sabes que anda por ah¨ª y es m¨¢s dif¨ªcil seguir con tus cosas como si nada. En el libro el protagonista solo ve como opci¨®n salir por piernas y huir hasta que se pueda.
No s¨¦ si conocieron una noticia de hace dos semanas, la muerte de ese ind¨ªgena de la Amazonia brasile?a que llevaba 26 a?os viviendo solo en la selva. Los detalles eran conmovedores, si uno se pon¨ªa en su lugar, aunque es algo cada vez m¨¢s dif¨ªcil, pues se dir¨ªa que el mundo gira alrededor de cada uno de nosotros. Pero hablamos de una persona excepcional. Era uno de esos nativos no contactados por la civilizaci¨®n, sobre todo despu¨¦s de un primer contacto inolvidable: sicarios de terratenientes asesinaron a toda su tribu en los a?os noventa y fue el ¨²nico que se salv¨®. Desde entonces vagaba por ah¨ª ¨¦l solo, aunque unos funcionarios estatales lo vigilaban a distancia, respetando su deseo de no mantener m¨¢s relaciones con tipos tan salvajes. A m¨ª esto de que lo espiaran 26 a?os a escondidas, en una especie de show de Truman, aunque fuera por su bien, me turba profundamente. Caminando por la selva, tendr¨ªa la sensaci¨®n de que hab¨ªa alguien m¨¢s ah¨ª, de que un ser abstracto le observaba y de que quiz¨¢ hubiera otro mundo m¨¢s all¨¢. Algo religioso, solo que en su caso sabemos que todo era cierto: ¨¦ramos nosotros. Pobre hombre, ya ven qu¨¦ plan, depender de nosotros.
No s¨¦ c¨®mo puede sobreponerse alguien a la matanza de toda su familia y su comunidad, y seguir luego totalmente solo en el mundo, sin volver a ver a nadie. Pensar¨ªa que ser¨ªa el ¨²ltimo hombre sobre la tierra, y de ligar ni hablamos, olv¨ªdate. Qu¨¦ idea se har¨ªa de lo que es la vida en este planeta, el sentido que tiene, si ni pod¨ªa ir al cine para distraerse. Le llamaban el hombre del agujero porque en las chozas que constru¨ªa, pues cambiaba mucho de casa, siempre de aqu¨ª para all¨¢, hab¨ªa un profundo hoyo de un metro ochenta. No se sabe para qu¨¦ era. Meterse bajo tierra un rato, en un mundo hostil, no deja de ser una opci¨®n razonable.
No s¨¦ qu¨¦ relaci¨®n tendr¨ªa con esa hija de puta, la muerte. Lo cierto es que un d¨ªa intuy¨® que hab¨ªa llegado su hora, se tumb¨® en su hamaca y se puso a esperarla cubierto de plumas de guacamayo. As¨ª lo encontraron. Esa forma elegante de despedirse tras una vida que, en fin, tuvo algunos inconvenientes, encierra una poes¨ªa instintiva y una forma de estar en el mundo del ser humano, pese a todas las adversidades, que es hermosa y emocionante. El hombre del agujero aguant¨® con lo que ten¨ªa y sin perder la compostura. Y nosotros, que lo vigil¨¢bamos como un ser superior y sabemos todo, no sabemos nada. Somos como ¨¦l, tambi¨¦n en pelotas en el mundo, quiz¨¢ un poco m¨¢s perdidos, seguramente m¨¢s controlados, con menos recursos, m¨¢s fr¨¢giles. Pero si nos recortan el gas, hay que bajar la calefacci¨®n y ducharse r¨¢pido, digo yo que ya nos las arreglaremos.
Ap¨²ntate aqu¨ª a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.