Qui¨¦n va a contracorriente
Gobiernos progresistas o conservadores aplican un intervencionismo selectivo ante la crisis
Dentro de unos d¨ªas, har¨¢n 40 a?os, Felipe Gonz¨¢lez gan¨® las elecciones generales y form¨® el primer gobierno socialista de la historia de Espa?a (sin coaliciones, como hab¨ªa ocurrido durante la II Rep¨²blica). Su primera decisi¨®n fue guardar bajo llave el programa econ¨®mico socialdem¨®crata con el que se hab¨ªa presentado y comenzar a aplicar met¨®dicamente reformas social-liberales protagonizadas por ministros social-liberales (Miguel Boyer o Carlos Solchaga) y no por la mayor¨ªa de los economistas socialistas que lo hab¨ªan acompa?ado en la campa?a.
Tomaba nota as¨ª de la experiencia francesa. Un a?o y medio antes, los socialistas hab¨ªan ganado en Francia (Mitterrand, presidente; Mauroy, primer ministro), formaron un gobierno de coalici¨®n entre socialistas y comunistas, y dieron forma a un proyecto socialdem¨®crata m¨¢s cl¨¢sico: impuesto a las grandes fortunas, aumento del salario m¨ªnimo y de las ayudas familiares, quinta semana de vacaciones pagadas, jornada laboral de 39 horas semanales, adelanto de la edad de jubilaci¨®n a los 60 a?os, nacionalizaci¨®n de grandes bancos y empresas industriales, etc¨¦tera. El resultado inmediato fue un incremento del paro y del d¨¦ficit p¨²blico y una reacci¨®n brutal en contra de los mercados. Para sobrevivir, Mitterrand hubo de volver con rapidez a la senda de la ortodoxia. Se demostr¨® la imposibilidad del ¡°keynesianismo en un solo pa¨ªs¡±.
Esa ortodoxia la marcaban entonces la primera ministra brit¨¢nica, Margaret Thatcher, y el presidente de EE UU, Ronald Reagan, que acu?aron el concepto de ¡°revoluci¨®n conservadora¡± para lo que pretend¨ªan hacer: privatizaciones de empresas p¨²blicas, desregulaci¨®n de los mercados, prioridad a la lucha contra la inflaci¨®n frente al paro, adelgazamiento del Estado de bienestar ¡ªsanidad, educaci¨®n, pensiones¡ª, sustituci¨®n de los impuestos directos por impuestos indirectos, reducci¨®n del poder de los sindicatos, etc¨¦tera. De lejos los acompa?¨®, aunque era un tipo diferente, el democristiano Helmut Kohl, reci¨¦n llegado a la canciller¨ªa alemana sustituyendo al inteligente socialdem¨®crata Helmut Schmidt. Los socialistas espa?oles entraron en La Moncloa a contracorriente de la oleada ideol¨®gica principal de aquel tiempo.
Cuatro d¨¦cadas despu¨¦s hay analog¨ªas y diferencias. En Espa?a gobierna un Ejecutivo de coalici¨®n de izquierdas que tiene escasos precedentes; en Francia, Reino Unido e Italia mandan distintas derechas; en Alemania hay una coalici¨®n muy heterog¨¦nea liderada por la socialdemocracia, y en EE UU las elecciones de medio mandato determinar¨¢n el fin o no del trumpismo.
Pero el ambiente es otro. Hoy ya no est¨¢n de moda las recetas extremas del neoliberalismo, sino un intervencionismo selectivo que aplica excepciones al libre mercado. Mientras los bancos centrales, en aras de su autonom¨ªa, suben a distintas velocidades los tipos de inter¨¦s para combatir la inflaci¨®n en detrimento del crecimiento, los gobiernos, sean progresistas o de derechas, han establecido con dinero p¨²blico amplios escudos sociales con los que proteger de los efectos de la guerra de Ucrania a las familias y a las empresas, se entrometen en los precios de los productos energ¨¦ticos (y en algunos casos, en los de los alimentos), aprueban presupuestos expansivos con una presencia creciente del gasto y la inversi¨®n p¨²blica, y desarrollan una pol¨ªtica fiscal selectiva: impuestos a las grandes fortunas, a los beneficios extraordinarios de la banca y a las compa?¨ªas energ¨¦ticas, y reducci¨®n de grav¨¢menes a los productos energ¨¦ticos y de consumo cotidiano.
La excepci¨®n puede ser el Reino Unido. Su nueva primera ministra, Liz Truss, se ha convertido a la religi¨®n thatcheriana. Hasta ahora, el revolc¨®n de los mercados se lo ha llevado ella, con solo el anuncio de la mayor bajada de impuestos de las ¨²ltimas cinco d¨¦cadas, repartida de modo regresivo, despu¨¦s de dos meses y medio de par¨¢lisis. La aplicaci¨®n de pol¨ªticas econ¨®micas semejantes le cost¨® a Thatcher el inicial desprestigio y la subida exponencial del paro y la inflaci¨®n durante los primeros a?os de su mandato. S¨®lo sali¨® del malestar cuando respondi¨® a los dictadores argentinos con la guerra de las Malvinas y activ¨® el nacionalismo brit¨¢nico.
Se desconoce si Truss dispondr¨¢ de tanto tiempo como Thatcher para dar su giro. Pero, a diferencia del a?o 1982, esta vez es ella la que est¨¢ a contracorriente.
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