Carla Antonelli, la socialista trans que prefiri¨® la pol¨ªtica a la militancia
Sali¨® de casa con 17 a?os y 300 pesetas. Fue diputada en la Asamblea de Madrid. Ahora deja el PSOE para seguir con su activismo
En la biblioteca municipal de G¨¹¨ªmar (Tenerife), a finales de los sesenta, alguien abr¨ªa y cerraba libros para buscar la palabra homosexualidad. Qu¨¦ era, qu¨¦ supon¨ªa. Algo. Cualquier cosa frente a un vac¨ªo total de informaci¨®n, de conversaci¨®n, y la imposibilidad de preguntar ni en casa ni en ese pueblo tinerfe?o que entonces rondaba los 12.000 habitantes. Encontr¨® t¨¦rminos como perversi¨®n, enfermedad, trastorno. Ese alguien a¨²n no hab¨ªa cumplido los 10 a?os y era Carla Antonelli. Un ni?o, que en realidad era una ni?a feliz hasta el momento del desencaje: de no entrar en el patr¨®n de ni?o al que le gustan las ni?as y hacer cosas de ni?o. Porque Antonelli, entonces, ya era Carla aunque no lo supiese del todo. La Carla que despu¨¦s de 25 a?os en el PSOE present¨® su baja como militante por la pr¨®rroga del plazo de enmiendas a la llamada ley trans que el Partido Socialista pact¨® con el PP la pasada semana.
Aunque ese no fue el motivo, o no del todo. Era la ¨²ltima gota en un vaso que empez¨® a llenarse muy r¨¢pido hace tan solo unos meses, cuando ese proyecto de ley estall¨® los primeros puentes entre el feminismo y el colectivo LGTBIQ, dentro del propio movimiento feminista y dentro tambi¨¦n del Partido Socialista. Un vaso que tambi¨¦n tiene que ver con c¨®mo ha sido la vida hasta llegar a este 28 de octubre de 2022 para Antonelli, s¨ª, pero para todas las personas trans.
La de esta mujer que fue la primera persona trans en ostentar un cargo parlamentario (Asamblea de Madrid, 2011-2021), y hasta ahora la ¨²nica, empez¨® en esa localidad isle?a. Nacida en 1959, G¨¹¨ªmar ten¨ªa lo que cualquier otro pueblo de los a?os sesenta, pocos referentes a los que pudiese mirar una ni?a trans, poco visibles, y muchos de ellos acabaron cas¨¢ndose y teniendo hijos para no convertirse en ¡°el se?alado¡±, dice al tel¨¦fono. A ella no la se?alaban, pero sus compa?eros de colegio le tiraban piedras. El d¨ªa que se defendi¨®, le cost¨® una paliza en casa.
Supo que ni quer¨ªa ni iba a quedarse all¨ª, y Santa Cruz de Tenerife fue el primer destino. All¨ª estudi¨® Arte Dram¨¢tico y conoci¨® por primera vez a una persona trans que hab¨ªa pasado por un tratamiento hormonal. Lo vio claro: ¡°Ves tu propia identidad, el ¡®yo soy¡±. La marcha definitiva se aceler¨®. En enero de 1977, con libertades inauguradas y 300 pesetas en el bolsillo, se march¨® a Las Palmas de Gran Canaria. El parque de Santa Catalina era entonces la casa comunitaria de toda la sociedad, sobre todo de ¡°los m¨¢rgenes¡±.
Se qued¨®. La acosaron soldados, durmi¨® en un banco y en un nidillo de guerra (una especie de trinchera) abandonado. Al tercer d¨ªa sin comer, fue a ¡°donde todos, a una esquina y al mejor postor¡±. La noche de San Juan, despu¨¦s de la primera gran paliza en comisar¨ªa, se despidi¨® de la calle y se fue al Britania, una sala de fiestas. Ah¨ª apareci¨® por primera vez en prensa, en el Diario de Las Palmas. 12 de agosto de 1977: La tragicomedia vital de los ¡®travestis¡¯. ¡°Pusieron el pie de foto mal, debajo de una chica que no era yo, pero era: ¡®Carla, travesti politizada, dice que hay que votar al Partido Socialista¡±. No militaba a¨²n, pero ya era.
¡°Y nunca dejar¨¦ de serlo¡±. Su vida los ¨²ltimos 45 a?os, copada pr¨¢cticamente por esa militancia que acaba de abandonar, le acerc¨® a quienes son su familia mientras esa que viene dada, en la que se nace, no estuvo del todo. Algunos tampoco est¨¢n ya, como Pedro Zerolo, que fue fundador, de alguna forma, de ese hogar en el que convirti¨® Madrid. Pero la mayor¨ªa s¨ª.
Con Maribel Peces-Barba comparti¨® viajes, m¨ªtines y despacho cuatro a?os, mientras fueron diputadas en la Asamblea. Peces-Barba la vio ¡°estudiar hasta que sab¨ªa todo lo que se pod¨ªa saber¡± sobre lo que tocase. Esos a?os estuvieron siempre juntas. ¡°Menos el rato de la siesta, que Carlita no lo perdona, aunque fuese en una esterilla en ese despacho¡±, e incluso en esa esterilla, cuenta Peces-Barba, ¡°ella sab¨ªa d¨®nde ten¨ªa que estar. Siempre lo sabe¡±. Sobre todo el d¨ªa de su cumplea?os. El 13 de julio re¨²ne a muy poca gente.
Es una velada de ¡°chascarrillo y cotidianeidad¡±, cuenta el psiquiatra Jos¨¦ Luis Pedreira, al que Antonelli ¡°desarm¨®¡± la primera vez que le cogi¨® el tel¨¦fono, hace ya casi dos d¨¦cadas. A ¨¦l, bastante t¨ªmido, lo puso en contacto con ella Zerolo. Ten¨ªa en consulta un chico trans de 10 a?os y no ve¨ªa avance. ¡°Hombre, Jos¨¦ Luis, ya era hora de que me llamaras¡¯, y claro, me tir¨® por tierra todas las defensas¡±. ¡°Carla es as¨ª¡±, suma Toni Poveda, ¡°llega con toda su fuerza. Y tira para adelante¡±.
Poveda, director de la Coordinadora Estatal de VIH y SIDA, conoci¨® a Antonelli tambi¨¦n a trav¨¦s de Zerolo, en una cena hace 25 a?os en los que Espa?a ha cambiado, ¡°pero ella no. Siempre la he visto defender con honradez los derechos humanos¡±. Pero sobre todo con ¡°lealtad¡±, a sus ideas y a la gente a la que quiere. ¡°Incluso cuando le hacen da?o¡±.
A Antonelli le viene a la cabeza lo de ¡°los renglones torcidos¡± y dice que ¡°se enderezan¡±, pero cuando se puede. Hay quienes se quedan en el camino del ¡°desarraigo, la soledad, el sida o el suicidio¡±. Ella no: ¡°Camina o revienta, dec¨ªa el Lute¡±. Con heridas, ¡°claro, como todas¡±. Una de las mayores fue un duelo que no pudo hacer en persona. ¡°Que muera tu padre y no te llamen porque es una verg¨¹enza que vayas al pueblo¡¡±. No pudo estar en su entierro. S¨ª en el de su madre, en 2016: ¡°Fui detr¨¢s del f¨¦retro. Hubo que sacarlo a ¨¦l para meterla a ella, al final s¨ª que lo vi enterrar tambi¨¦n a ¨¦l, a los dos¡±.
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