La lucidez (relativa) de las Brigadas Rojas
A partir de 1980 se inici¨® una subasta fiscal a la baja con la que cada pa¨ªs intentaba atraer capital internacional
Las Brigadas Rojas fueron un fen¨®meno interesante. Hablamos de un grupo revolucionario armado, terrorista en la actual nomenclatura, que asesin¨® a 84 personas en Italia entre 1974 y 2003; muchas menos, ciertamente, que las asesinadas en el mismo periodo por el neofascismo coaligado con los servicios secretos occidentales, pero ese no es el tema que nos ocupa.
Lo interesante del caso radica en que, gracias a su vocaci¨®n obrerista, las Brigadas Rojas lograron una asombrosa clarividencia. Aunque los fundadores del grupo proced¨ªan de ambientes universitarios (el l¨ªder, Renato Curcio, estudi¨® Sociolog¨ªa sin llegar a licenciarse), daban preferencia a las opiniones de los comit¨¦s de empresa y las c¨¦lulas de f¨¢brica. Y los obreros notaban bajo sus pies un temblor s¨ªsmico muy amenazante: las cosas estaban empezando a cambiar, para peor.
Desde su fundaci¨®n, en 1970, las Brigadas Rojas se refirieron a la Rep¨²blica Italiana con las siglas SIM: Stato Imperialista delle Multinazionali. En la discretamente c¨¦lebre Resoluci¨®n de la Direcci¨®n Estrat¨¦gica publicada en febrero de 1978 (justo antes de secuestrar y asesinar a Aldo Moro), las Brigadas Rojas, bajo toneladas de farfolla material¨ªstico-dial¨¦ctica, dec¨ªan unas cuantas cosas relevantes para el mundo de hoy.
La primera, que el imperialismo se hab¨ªa privatizado y se hab¨ªa reencarnado en las multinacionales; la segunda, que el Estado-naci¨®n quedar¨ªa cada vez m¨¢s subordinado al capital multinacional; la tercera, que, para adaptarse a esa subordinaci¨®n, el Estado-naci¨®n renunciar¨ªa a la pol¨ªtica en nombre del pragmatismo, lo que producir¨ªa un vaciamiento del poder legislativo (donde supuestamente deber¨ªan trazarse las pol¨ªticas a trav¨¦s del debate) y un reforzamiento del ejecutivo; la cuarta, que la econom¨ªa ser¨ªa pronto global.
Pese a ser un grupo marxista-leninista altamente politizado, la base obrera confer¨ªa a las Brigadas Rojas un rasgo de lucidez esencial: eran conscientes de que la pol¨ªtica no construye la realidad, sino a la inversa.
Hay que tener en cuenta que cuando se public¨® la citada declaraci¨®n, las empresas estadounidenses pagaban en impuestos hasta un 46% de sus beneficios, y que en Francia el impuesto sobre la renta llegaba al 60% para los m¨¢s ricos. Todo eso iba a cambiar a partir de 1980, con el triunfo del neoliberalismo y el inicio de una subasta fiscal a la baja con la que cada pa¨ªs intentaba atraer capital internacional. E iba a cambiar a¨²n m¨¢s en 1989 con la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y la formulaci¨®n del llamado Consenso de Washington, una ¡°hoja de ruta¡± (liberalizaci¨®n, privatizaciones, desregulaci¨®n, impuestos bajos) que conduc¨ªa directamente al mundo actual.
Hay quien se indigna en el Gobierno por el hecho de que Ferrovial quiera trasladar su sede a Holanda. No es nada raro, es lo que hacen las multinacionales: aprovechar la subasta de rebajas fiscales y acercarse a los mercados de capital (ninguno de los 10 m¨¢s importantes, por cierto, est¨¢ en la Uni¨®n Europea).
La gente, en cambio, tiende a indignarse por otra cosa: nota bajo los pies un temblor, el que produce el lento desfallecimiento del Estado del bienestar, empezando por la sanidad p¨²blica. Lo anunciaba el Consenso de Washington: menos pol¨ªticas sociales, m¨¢s inversi¨®n productiva. Estamos tardando en enterarnos.
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