Mi marido me pega, me pega ¡®toa¡¯
Quien se empe?a hoy en que lo pol¨ªtico quede reducido a lo intrafamiliar est¨¢ alentando la violencia machista
¡°Mi poblema no es ni m¨¢s ni menos ni quito ni pongo¡±, dec¨ªa Mill¨¢n Salcedo travestido de mujer con un enorme ojo morado en una de las piezas c¨®micas que Martes y Trece interpret¨® en la Nochevieja de 1990. Y segu¨ªa: ¡°Mi marido me pega, me pega todos los d¨ªas, me pega toa, te lo juro por mis muertos¡±. Lo dec¨ªa con una rid¨ªcula voz gangosa mientras las risas enlatadas del sketch interrump¨ªan su llanto. Su compa?ero de comedia, Josema Yuste, hab¨ªa presentado al personaje como ¡°Mar¨ªa Ascensi¨®n del Calvario, mujer maltratada por su marido¡±. Su objetivo era hacer re¨ªr. Y lo consiguieron, como todas las Nocheviejas de mi infancia. A?os m¨¢s tarde, el d¨²o pidi¨® sinceras disculpas por una escena que ridiculizaba a las v¨ªctimas de la violencia machista. Pero ?y los millones de espectadores que re¨ªamos al otro lado? ?nos avergonzamos de nuestras risas? ?o es que ¨¦ramos todos negacionistas?
La Nochevieja de 1990 yo ten¨ªa 11 a?os y en mi familia, como en tant¨ªsimas otras en Espa?a, hab¨ªa quien padec¨ªa el maltrato psicol¨®gico (y tambi¨¦n f¨ªsico) de su marido. As¨ª que a esa edad, yo ya sab¨ªa que algunos hombres pegaban a sus esposas. Y que, cuando eso suced¨ªa, la mujer se aguantaba y el resto de la familia lo viv¨ªa con resignaci¨®n. La violencia machista era entendida como un asunto dom¨¦stico, privado y menor del que la v¨ªctima era adem¨¢s responsable. ¡°Yo es que soy as¨ª: me pega¡±, explicaba Mar¨ªa Ascensi¨®n del Calvario en aquel sketch tan representativo de la audiencia a quien se dirig¨ªa. En la tele de entonces (con cuatro canales y sin conexi¨®n a Internet), el d¨²o c¨®mico reun¨ªa audiencias de m¨¢s de diez millones de espectadores. Hab¨ªa pues mucha gente mirando y riendo aquella noche, pero nadie protest¨®. ?Ser¨¢ que no sab¨ªamos distinguir la violencia machista porque nadie nos hab¨ªa explicado en qu¨¦ consist¨ªa? Qu¨¦ va. La raz¨®n por la que esa escena nos hizo re¨ªr sin incomodarnos es porque nos parec¨ªa bien. El hecho de que muchos hombres pegaran, maltrataran y torturaran a sus parejas nos parec¨ªa bien. Sab¨ªamos que estaba mal, pero nos parec¨ªa bien.
Reconocer el mal no es algo que dependa del momento social ni de una ideolog¨ªa determinada. Al contrario, el mal es aut¨®nomo de la educaci¨®n, se detecta tengas la educaci¨®n que tengas, tengas la ideolog¨ªa que tengas y tengas la edad que tengas. Toda Espa?a sab¨ªa entonces lo que estaba pasando y, al mismo tiempo, la sociedad apoyaba mayoritariamente a los hombres violentos en vez de a sus v¨ªctimas. Por esta raz¨®n, el hecho de que un marido pegue a su mujer no puede entenderse (ni entonces ni hoy) como un asunto privado sino como parte de una estructura social machista perfectamente engrasada de la que una importante mayor¨ªa social hemos sido c¨®mplices durante a?os.
La diferencia entre 1991 y 2023 es que hoy existe un Pacto de Estado contra la Violencia de G¨¦nero en Espa?a. Como tambi¨¦n existen datos oficiales que nos recuerdan los m¨¢s de mil feminicidios cometidos desde 2003 en nuestro pa¨ªs. Por eso, quien se empe?a hoy en que lo pol¨ªtico, lo que es problema de todos, quede reducido a lo intrafamiliar, para convertirlo en el problema de unas pocas, est¨¢ alentando la violencia machista. En 2023 negar la violencia machista no puede ser ya una opci¨®n ideol¨®gica sino un delito de odio. Y como tal merece ser condenado. Y quien no condene, quien elija dejar hacer o dejar pasar, ser¨¢ c¨®mplice de una violencia estructural y asesina.
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