Radiograf¨ªa de Javier Milei: la pol¨ªtica y sus amistades peligrosas
Las propuestas del presidente electo configuran un ¡®totum revolutum¡¯ que conviene desenredar para entender el fen¨®meno que representa
De forma inesperada, aunque comprensible, Argentina acaba de elegir presidente a Javier Milei. Se entiende que los argentinos no confiaran en Sergio Massa, el ministro de Econom¨ªa que deja el cargo con un 140% de inflaci¨®n interanual, uno de los peores ¨ªndices del mundo, y 18,5 millones de argentinos pobres. Pero el triunfo de Milei es ins¨®lito. Por varias razones. Primera, lleg¨® a la pol¨ªtica hace apenas dos a?os aupado por youtubers, tiktokers y otros profesionales de las redes sociales. No ten¨ªa partido, ni el apoyo de los sindicatos, la Iglesia cat¨®lica y la prensa convencional. Segunda, su car¨¢cter histri¨®nico y los insultos a los que ha acostumbrado a sus contrincantes no son habituales, ni siquiera en la pintoresca pol¨ªtica argentina. Tercera, la imagen personal de Milei dista bastante de la de un presidenciable. Vive solo con cuatro perros ¡ªbautizados en honor a sus economistas favoritos, Milton (Friedman), Murray (Rothbard), Robert y Lucas (Robert Lucas)¡ª y su estilismo es un injerto entre Mick Jagger y Elvis Presley pasado por el tamiz latino. Cuarta, se presenta como libertario y propone reformas radicales encaminadas a acabar con lo que ¨¦l identifica como la tr¨ªada enemiga: el comunismo, el estatismo y el colectivismo.
Este cuarto punto es el de mayor calado pol¨ªtico. Algunos medios han se?alado que es la primera vez en la historia que un pa¨ªs elige a un presidente libertario, una afirmaci¨®n apresurada si tenemos en cuenta que Thatcher y Reagan compart¨ªan aspectos fundamentales de esta ideolog¨ªa. Pero de Milei no solo se dice que es un libertario. En Espa?a, la derecha, al menos la que representa Esperanza Aguirre, lo ve como un ¡°liberal¡± m¨¢s, mientras que la izquierda combina el superlativo ¡°ultraliberal¡± con el sambenito de ¡°populista¡±. Conviene desenmara?ar este totum revolutum de conceptos pol¨ªticos, no tanto para entregarnos al fetichismo de las etiquetas ¡ªal fin y al cabo, ya lo dijo Shakespeare, ?qu¨¦ hay en un nombre?¡ª, sino para entender mejor la ideolog¨ªa de Milei y c¨®mo es percibido.
Lo primero que debemos preguntarnos es si Milei es un libertario, el calificativo que ¨¦l prefiere. El t¨¦rmino suena artificial: ¡°libertario¡± es una traducci¨®n autom¨¢tica del ingl¨¦s libertarian, que en el contexto espa?ol genera, adem¨¢s, una cierta confusi¨®n, ya que remite al Movimiento Libertario, la organizaci¨®n anarcosindicalista de finales de los a?os treinta, que nada tiene que ver con lo que propugna Milei. El libertarismo tiene sus or¨ªgenes en el liberalismo cl¨¢sico de ?John Locke y Adam Smith, que identifica la libertad individual como valor supremo y deriva de ella restricciones importantes al tama?o del Estado y sus imposiciones. Por razones poco claras, en Estados Unidos el t¨¦rmino liberal pas¨® a designar toda idea nueva, estuviera o no emparentada con la concepci¨®n liberal cl¨¢sica. El pensamiento progresista que abogaba por un Estado fuerte con gran capacidad impositiva pas¨® a ser identificado como ¡°liberal¡± y de ah¨ª que las propuestas de economistas como Friedrich Hayek o Milton Friedman, fieles al liberalismo original, fuesen encuadradas en la ortop¨¦dica categor¨ªa de ¡°libertarias¡±.
En Europa este desplazamiento de etiquetas no se ha producido. La izquierda europea, a diferencia de la americana, reniega del apellido liberal, que sigue vinculado a la defensa de las libertades individuales por encima de consideraciones relativas a la justicia distributiva y el bien com¨²n. Hay quien cree que, por estos lares, la distinci¨®n entre libertarios y liberales resulta artificiosa e innecesaria: son lo mismo. Pero cada vez son m¨¢s los que usan ¡°libertario¡± para designar a los liberales m¨¢s extremos, los menos dispuestos a comprometer la libertad. Lo que est¨¢ claro es que los libertarios son liberales, aunque, seg¨²n a quien se pregunte, representan solo a los m¨¢s fan¨¢ticos.
El liberalismo no es homog¨¦neo. Es una catedral con varias naves y unos cimientos comunes que podemos sintetizar en tres puntos respaldados por todos los liberales: 1) amplias libertades civiles, pol¨ªticas y econ¨®micas; 2) mercados libres; y 3) un papel modesto del Estado. Estas premisas llevan a los liberales a rechazar, tambi¨¦n un¨¢nimemente, sistemas pol¨ªticos que otorgan gran peso a la autoridad del Estado: el fascismo y el comunismo, por supuesto, pero tambi¨¦n el Estado del bienestar moderno. A partir de aqu¨ª comienzan las discrepancias internas que dan lugar a tres grandes familias liberales, de las que Milei participa en distintos grados.
En primer lugar, est¨¢n los liberales anarquistas, tambi¨¦n conocidos como anarcocapitalistas. Son los m¨¢s radicales, los que rechazan cualquier Estado, por m¨ªnimo que sea. Consideran que una relaci¨®n social es leg¨ªtima solo si es voluntaria. Dado que el Estado no es una organizaci¨®n voluntaria, sino coercitiva ¡ªse nos aplican sus normas, quer¨¢moslo o no¡ª, es ileg¨ªtimo. Punto. En varias ocasiones, Milei ha declarado que, al menos te¨®ricamente, se identifica con ellos. Influido por el economista e historiador Murray Rothbard, de la escuela austriaca, no duda en presentar al Estado como una organizaci¨®n criminal que practica con los impuestos su particular forma de robo a mano armada. Reemplazar el Estado por el mercado significa reem?plazar la violencia por la libertad: pasar de un sistema en el que unos pocos ¡ªlos pol¨ªticos¡ª imponen su criterio al resto, a otro en el que decidimos todos, y nadie en concreto, de manera descentralizada. La etiqueta de ultraliberal, por tanto, cobra cierto sentido si tenemos en cuenta que en la utop¨ªa de Milei no hay constituciones, sino contratos; no somos ciudadanos, sino clientes.
Pero presentarse a presidente con este cuerpo doctrinal es como decir ¡°quiero presidir una organizaci¨®n criminal¡±, ¡°quiero ser Al Capone¡±. Esto explica, en segundo lugar, que Milei haya virado hacia un lockeano o minianarquista, como Ludwig von Mises, Ayn Rand o Robert Nozick, que justifican la existencia de un Estado m¨ªnimo o gendarme centrado en la defensa contra los enemigos exteriores y en la protecci¨®n del derecho a la vida, la libertad y la propiedad. Los ¨²nicos impuestos leg¨ªtimos son los que se requieren para mantener las instituciones de este miniestado: el ej¨¦rcito, la polic¨ªa, los tribunales, y el registro de la propiedad. Muchas de las propuestas de Milei tratan de minimizar el Estado pantagru¨¦lico cebado por el peronismo. Su programa de gobierno incluye, entre otras medidas, privatizar empresas p¨²blicas deficitarias, eliminar y bajar impuestos para potenciar el desarrollo de la iniciativa privada, acabar con las limitaciones en el acceso a divisas extranjeras, eliminar las retenciones a las exportaciones y, una de sus propuestas m¨¢s osadas, deshacerse del Banco Central.
Por supuesto, el programa de Milei no va a transformar Argentina en un Estado m¨ªnimo. Pero para un tercer grupo de liberales, los kantianos, no es necesario que as¨ª sea. Consideran que, adem¨¢s de operar como un gendarme, el Estado puede tener una funci¨®n asistencial limitada. Hayek, por ejemplo, se mostraba favorable, aunque de forma vaga, a asegurar un m¨ªnimo por debajo del cual nadie deber¨ªa caer, especialmente quienes no pudiesen valerse por s¨ª mismos. Milton Friedman propuso, algo m¨¢s en firme, sustituir las prestaciones del Estado del bienestar por una especie de renta b¨¢sica: el impuesto negativo sobre la renta, que permite al Estado proporcionar un complemento de ingresos a quienes no llegan a una renta m¨ªnima. Milei no ha abrazado esta forma de liberalismo, o no al menos de forma expl¨ªcita, como s¨ª que lo ha hecho con las dos anteriores. Pero en una entrevista en el semanario The Economist admiti¨® que no es posible eliminar por completo las prestaciones sociales, de ah¨ª que proponga optimizarlas. Un ejemplo en esta direcci¨®n es su propuesta de reemplazar el sistema p¨²blico de educaci¨®n por un modelo de vouchers o cheques, ¨¤ la Friedman, que consiste en dar a los padres una cantidad de dinero ¡ªun bono canjeable¡ª para abonar los gastos del centro educativo que elijan para sus hijos, lo que los economistas llaman ¡°un subsidio a la demanda¡±.
Milei se pasea por las distintas naves de la catedral liberal, seg¨²n le conviene. ?Es adem¨¢s un populista de derechas? Las acusaciones vienen por su flirteo con Trump, Bolsonaro y Abascal ¡ªa Orb¨¢n dice no conocerlo suficientemente¡ª. Durante la campa?a, Milei se acerc¨® a estos l¨ªderes con un discurso vehemente en contra del feminismo, el cambio clim¨¢tico y el colectivo LGTBI. Hay quien dice que se trata de un movimiento estrat¨¦gico para captar votos conservadores, pero las liaisons dangereuses no salen gratis. Trump, Bolsonaro y Abascal tienen posturas abiertamente proteccionistas, nacionalistas, antiabortistas y contrarias a la inmigraci¨®n que dinamitan los cimientos del liberalismo. Los aranceles, el endurecimiento de las fronteras, el Make America Great Again y la prohibici¨®n del aborto suponen restricciones a la libertad que nadie puede defender sin que su pedigr¨ª liberal se vea cuestionado. Milei se mantiene firme en la protecci¨®n de las libertades econ¨®micas, pero ha prometido derogar la ley del aborto y empieza a proponer mano dura con la inmigraci¨®n procedente de los pa¨ªses vecinos, que supone un 5% de la poblaci¨®n argentina.
La elecci¨®n de Milei plantea serias preguntas. En los d¨ªas pares es un economista que conoce la doctrina liberal y, en los impares, es un populista redomado. ?Qui¨¦n gobernar¨¢? ?El disc¨ªpulo de Friedman o el admirador de Trump? ?Ser¨¢ Argentina el nuevo laboratorio del liberalismo como lo fue el Chile de Pinochet? ?O cambiar¨¢ el populismo de izquierdas por el de derechas? Falta poco para empezar a saberlo, Milei y sus ¡°hijitos de cuatro patas¡± ¡ªMilton, Murray, Lucas y Robert¡ª se mudan a la residencia oficial el pr¨®ximo 10 de diciembre.
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