D¨ªa de los inocentes
Casi nada de lo que nos pasa se sabe fuera. Llegas a otro pa¨ªs y les ves inmersos en sus man¨ªas, en sus eternas discusiones. Es la manera en que los pa¨ªses pasan el rato
El 28 de diciembre, d¨ªa de los inocentes, busqu¨¦ en los peri¨®dicos alguna noticia de broma, pero adem¨¢s de que es una costumbre que se ha ido perdiendo (y que a m¨ª me parec¨ªa graciosa), lo cierto es que tiene un problema: ya nos cuesta identificarlas. Pasamos el a?o con noticias, qu¨¦ digo noticias, portadas inventadas que nos tenemos que tomar en serio, y lo que es peor, que se hacen en serio. Pero s¨ª hab¨ªa una noticia que hablaba exactamente del d¨ªa de los inocentes: se siguen masacrando ni?os en el mismo lugar donde, seg¨²n el evangelio, Herodes decidi¨® matarlos a todos con la misma t¨¦cnica empleada hoy, para asegurarse de matar a uno. Si quedaba alguna duda de que en la invasi¨®n de Gaza ya no hay reglas, se disip¨® cuando soldados israel¨ªes dispararon a tres hombres semidesnudos con una bandera blanca que les gritaban en hebreo, compatriotas que hab¨ªan escapado de sus secuestradores de Ham¨¢s. Quiere decir que disparan a todo lo que se mueva. Luego ocurre que el 28 de diciembre lees en el peri¨®dico que hay sospechas de que tropas rusas han ejecutado a tres soldados ucranios que se hab¨ªan rendido y te parece una broma al lado de lo de Gaza. Es un milagro que a¨²n fuera noticia, ¨¦se es el efecto de la normalizaci¨®n de los cr¨ªmenes de guerra.
Estos d¨ªas he estado en el extranjero, y el efecto sobre la informaci¨®n siempre es saludable. Las noticias de tu pa¨ªs parecen m¨¢s lejanas e insignificantes, mucho m¨¢s de lo habitual. Sobre todo, cuando alguien medianamente informado, que no sabe qui¨¦n es Feij¨®o o Bisbal, que no recuerda bien si el Rey es el de antes o ya es su hijo, ni c¨®mo se llama, te pregunta c¨®mo van las cosas en tu pa¨ªs y tienes que resumirlo en cuatro palabras. Se relativiza mucho, no puedes entrar en matices, que aburren instant¨¢neamente, y tienes que abreviar, sin dramatismos que a un interlocutor ajeno le parecen rid¨ªculos. Visto desde fuera parece todo normal. Te replican que eso que crees tan complicado o ins¨®lito es igual o incluso menos grave que lo que pasa en su pa¨ªs. Ya si hablas de la amnist¨ªa o el Ayuntamiento de Pamplona te miran como a un marciano. Casi nada de lo que nos pasa se sabe fuera, y les trae sin cuidado. Como a nosotros lo suyo. Llegas a otro pa¨ªs y les ves inmersos en sus chorraditas, en sus man¨ªas, en sus eternas discusiones. O sea, como nosotros. Es la manera en que los pa¨ªses pasan el rato. Esa idea de que ¡°esto en cualquier otro pa¨ªs ser¨ªa impensable¡± o el concepto de ¡°pa¨ªs normal¡± (¡°en un pa¨ªs normal esto ser¨ªa impensable¡±) son muy risibles. No hay pa¨ªses normales. En cambio, es llamativo ver aquellas noticias en las que coincidimos, lo verdaderamente impensable, en el sentido que no puedes pensar en ello porque tu cabeza no da m¨¢s de s¨ª: Gaza, Ucrania, miles de ahogados en el Mediterr¨¢neo, el cambio clim¨¢tico. Como europeos, como terr¨ªcolas, nos preocupan las mismas cosas. Pero son aquellas ante las que nos sentimos m¨¢s impotentes, menos concernidos. Todos vemos c¨®mo se supera ese momento informativo que aconseja pasar a otra cosa. Por agotamiento, saturaci¨®n, p¨¦rdida de atenci¨®n, o cualquier nombre que se le quiera dar a la tristeza, sin m¨¢s. Hay que tirar en el d¨ªa a d¨ªa, recurrir a preocupaciones m¨¢s manejables. Y funciona: repas¨¦ un resumen de noticias del a?o y no recordaba nada de algunas terribles, pero s¨ª el fen¨®meno Barbie, cosas as¨ª, aunque ya no recuerdo si estaba a favor o en contra, o me daba igual, como ahora.
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