El concepto de genocidio vio la luz en una conferencia en Madrid en 1933. Y sigue de actualidad
Su impulsor, el jurista judeopolaco Raphael Lemkin, alert¨® del ¡°car¨¢cter contagioso de toda psicosis social¡±
El 22 de agosto de 1939, en una reuni¨®n en su chal¨¦ de Obersalzberg, en los Alpes B¨¢varos, al animar a sus hombres de confianza a invadir y masacrar Polonia, Hitler proclam¨®: ¡°?Qui¨¦n habla hoy de la aniquilaci¨®n de los armenios?¡±.
Raphael Lemkin, jurista judeopolaco, no hab¨ªa olvidado aquello. Durante la I Guerra Mundial, la poblaci¨®n armenia en Turqu¨ªa sufri¨® una deportaci¨®n forzosa. Murieron m¨¢s de un mill¨®n de personas, pero los principales responsables del crimen escaparon de la justicia. Aquello conmocion¨® a Lemkin, entonces estudiante de Derecho en Lviv (antes Polonia, hoy Ucrania). Era joven, pero ya llevaba en la sangre ¡°un movimiento de ideas en busca de justicia¡±, escribe Philippe Sands en Calle Este-Oeste: sobre los or¨ªgenes de ¡®genocidio¡¯ y ¡®cr¨ªmenes contra la humanidad¡¯ (Anagrama, 2017).
Lemkin fue el padre del concepto de genocidio: lo describi¨® p¨²blicamente en 1944 en su libro El dominio del Eje en la Europa ocupada (Prometeo Libros), editado por primera vez en Estados Unidos, donde detallaba con ese nombre las atrocidades cometidas por los nazis contra los jud¨ªos. Hasta entonces no exist¨ªa ninguna palabra jur¨ªdica para describir cr¨ªmenes as¨ª, pero el mundo cambia y, como apunt¨® Lemkin, ¡°los nuevos conceptos requieren nuevos t¨¦rminos¡±. En 1948 la ONU adopt¨® la Convenci¨®n para la Prevenci¨®n y la Sanci¨®n del Delito de Genocidio, que se aplica en actos como sometimiento intencional del grupo que lleven a su destrucci¨®n f¨ªsica, total o parcial, o lesi¨®n grave a la integridad f¨ªsica o mental. El pasado 26 de enero el Tribunal de La Haya reclam¨® a Israel medidas para impedir un genocidio contra la poblaci¨®n palestina.
Junto con el concepto de crimen contra la humanidad, acu?ado por Hersch Lauterpacht, otro jurista formado en Lviv, el acu?ado por Lemkin marc¨® el desarrollo del derecho internacional y los derechos humanos. ¡°Como concepto jur¨ªdico es innovador. Antes de ¨¦l, el mundo no pod¨ªa pensar en un crimen peor que el asesinato individual¡±, reflexiona Hilary Earl, profesora de Historia Europea Moderna en la Universidad de Nipissing (Canad¨¢), especialista en juicios por cr¨ªmenes de guerra. ¡°El Holocausto cambi¨® todo eso, y la destrucci¨®n colectiva es ahora el peor crimen que podemos imaginar¡±, subraya.
El genocidio es ya un concepto conocido, pero Lemkin no lo tuvo f¨¢cil en sus inicios. Durante a?os estudi¨® en solitario las historias m¨¢s terribles: los pogromos en el este de Europa, la vulneraci¨®n del derecho en la Rusia sovi¨¦tica y el ascenso del antisemitismo en Alemania y Polonia. Tambi¨¦n se empap¨® de la obra de Vespasiano V. Pella, un erudito rumano que promov¨ªa la idea de justicia universal. Adem¨¢s, en Lviv vio c¨®mo las tropas alemanas empezaban a organizar el aislamiento y marcaje de la poblaci¨®n jud¨ªa. ¡°Lo que vivi¨® Lemkin, su familia y su entorno fue un factor determinante para llegar a desarrollar el concepto de genocidio¡±, explica Manuel Oll¨¦, profesor de Derecho Penal Internacional de la Universidad Complutense de Madrid.
En octubre de 1933 Lemkin fue invitado a asistir a la V Conferencia Internacional para la Unificaci¨®n del Derecho Penal, celebrada en Madrid. No pudo acudir porque el Gobierno polaco le deneg¨® el visado, pero su documento se ley¨® en la conferencia. Bajo el t¨ªtulo de Los actos que constituyen un peligro general (interestatal) considerados como delitos contra el derecho de gentes, la ponencia hablaba de la existencia de ¡°una conciencia jur¨ªdica de la comunidad internacional civilizada¡± que deb¨ªa estar atenta al delito de ¡°barbarie¡± con voluntad de perjudicar no solo al individuo, ¡°sino, en primer lugar, de perjudicar la colectividad a la cual pertenece este ¨²ltimo¡±. Preocupado por el ascenso del nazismo en Alemania, el jurista alert¨® tambi¨¦n sobre ¡°el car¨¢cter contagioso de toda psicosis social¡±.
Seis a?os despu¨¦s de aquel escrito, Lemkin tuvo que huir de Polonia y buscar refugio en varios pa¨ªses hasta llegar a Estados Unidos en 1941. All¨ª, en un peque?o despacho de la Universidad de Durham (Carolina del Norte), sin noticias de su familia, sigui¨® documentando la barbarie nazi, en parte gracias a la ayuda de sus contactos en Europa, que le enviaban ordenanzas y circulares del r¨¦gimen de Hitler. Entre muchos papeles, estudi¨® el acta de una reuni¨®n celebrada en enero de 1942 en Berl¨ªn donde Adolf Eichmann registr¨® el acuerdo de ¡°purgar el espacio vital alem¨¢n de jud¨ªos por medios legales¡±. Tambi¨¦n analiz¨® los decretos de Hans Frank, el gobernador nazi en Polonia, que dej¨® escritas frases como ¡°voy a abordar los asuntos jud¨ªos con la perspectiva de que los jud¨ªos desaparezcan¡±.
Aquellas directrices dibujaron un meticuloso paisaje de destrucci¨®n, y fueron la base sobre la que Lemkin acu?¨® el t¨¦rmino genocidio, formado a partir del griego genos (tribu o raza) y cide (del lat¨ªn occidere, matar). Tras el final de la guerra en 1945, los juicios en N¨²remberg se convirtieron en su principal objetivo. ¡°La verdad es que llev¨® a cabo una tarea tit¨¢nica para crear y difundir el concepto. No pas¨® un d¨ªa sin que se empe?ara en que el genocidio llegara a ser reconocido como un nuevo crimen¡±, apunta Oll¨¦.
Con el apoyo de algunos altos funcionarios aliados, y a veces en contra del criterio de estos, a lo largo de varios meses Lemkin abord¨® sin descanso a fiscales, militares y abogados (incluso los letrados defensores de los jerarcas nazis) por tel¨¦fono, por carta o en persona. A veces acababa tan agotado que dec¨ªa que padec¨ªa ¡°genociditis¡±.
En diciembre de 1945, en Le Monde, Lemkin detall¨® su concepto, afirmando que ¡°si en el futuro un Estado act¨²a de manera orientada a destruir a una minor¨ªa nacional o racial dentro de su poblaci¨®n podr¨¢ detenerse a cualquiera de los responsables si abandona el pa¨ªs¡±.
Fue en N¨²remberg donde se vieron pruebas documentadas de sistematizaci¨®n del terror, la llamada Soluci¨®n Final. Victoria Ocampo, que asisti¨® a los juicios, describi¨® en una carta que aquellas pruebas llenaron su coraz¨®n de ¡°una especie de silencio at¨®mico¡±.
En los juicios hubo alguna referencia en las acusaciones orales de los fiscales al t¨¦rmino de Lemkin, pero no fue formalmente aceptado ni tampoco utilizado en las sentencias. Los dirigentes nazis fueron acusados de cr¨ªmenes contra la paz, cr¨ªmenes de guerra y cr¨ªmenes contra la humanidad.
Cuando los juicios finalizaron, Lemkin no cej¨® en su empe?o: escribi¨® a Eleanor Roosevelt, esposa del entonces presidente de EE UU; al secretario de Naciones Unidas, Trygve Lie, y a much¨ªsimas personas m¨¢s, hasta que su perseverancia acab¨® dando resultado en 1948. ¡°El derecho no es est¨¢tico, sino din¨¢mico, y a veces las utop¨ªas acaban siendo realidad. Necesitamos muchos Lemkins para legislar los problemas de hoy¡±, reflexiona Oll¨¦.
Hasta ahora han sido considerados como genocidio el Holocausto, el exterminio de hutus y tutsis moderados en Ruanda, los cr¨ªmenes de los Jemeres Rojos en Camboya, la matanza de Srebrenica en Bosnia, las masacres de yazid¨ªes en Irak y las de rohiny¨¢s en Myanmar. El genocidio no prescribe: permanece en la atenci¨®n de los tribunales y tambi¨¦n en la memoria.
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