Una ola antidemocr¨¢tica recorre los pa¨ªses que hace medio siglo pasaron de dictaduras a democracias
La vida privada entra en el barrizal pol¨ªtico como antes lo hicieron el terrorismo y la pol¨ªtica exterior
La carta del presidente de Gobierno a la ciudadan¨ªa muestra que la estrategia de la crispaci¨®n, sobre la que tanto se ha teorizado en los ¨²ltimos a?os, est¨¢ a punto de conseguir sus efectos en Espa?a. El desarrollo de esta maniobra se ha utilizado como m¨¦todo para debilitar pol¨ªticamente a los socialistas en el Gobierno, con Felipe Gonz¨¢lez, Rodr¨ªguez Zapatero y Pedro S¨¢nchez. Se puede discutir con qu¨¦ sa?a en cada caso, ...
La carta del presidente de Gobierno a la ciudadan¨ªa muestra que la estrategia de la crispaci¨®n, sobre la que tanto se ha teorizado en los ¨²ltimos a?os, est¨¢ a punto de conseguir sus efectos en Espa?a. El desarrollo de esta maniobra se ha utilizado como m¨¦todo para debilitar pol¨ªticamente a los socialistas en el Gobierno, con Felipe Gonz¨¢lez, Rodr¨ªguez Zapatero y Pedro S¨¢nchez. Se puede discutir con qu¨¦ sa?a en cada caso, aunque hoy se a?aden los efectos de las redes sociales. Esta estrategia afecta a las relaciones entre el Gobierno y la oposici¨®n, a la vida cotidiana de las instituciones centrales del sistema y, por ¨²ltimo, a la convivencia entre los ciudadanos generando una situaci¨®n divisiva entre ellos.
La estrategia de la crispaci¨®n se refiere tanto a la brutalidad de las formas utilizadas por algunos actores pol¨ªticos (el insulto, el sarcasmo desmedido, la violencia f¨ªsica¡) como a la concentraci¨®n de la agenda pol¨ªtica en torno a algunos temas (el terrorismo, la pol¨ªtica exterior, la vida privada de los pol¨ªticos y de sus familias) sobre los que, en las democracias maduras, existe alg¨²n tipo de consenso para dejarlos al margen del debate pol¨ªtico y de la competici¨®n electoral. Forma parte de esta estrategia responsabilizar de la situaci¨®n a quien la padece y no a quien la provoca: ejercer de bombero pir¨®mano. Aunque no todos son igualmente responsables, llega a contagiar a todos los agentes de la vida p¨²blica. En muchos casos se deslocaliza la cr¨ªtica al Gobierno traslad¨¢ndola de la arena parlamentaria a los medios de comunicaci¨®n y a los jueces.
Ahora que se ha cumplido medio siglo de la Revoluci¨®n de los Claveles conviene recordar que Espa?a se sum¨® a una ola democratizadora que comenz¨® en Portugal, sigui¨® por Grecia y nuestro pa¨ªs, y salt¨® del Mediterr¨¢neo a Am¨¦rica Latina y a Europa central y oriental. Siguiendo la definici¨®n del polit¨®logo americano Samuel Huntington, una ola de democratizaci¨®n es un conjunto de transiciones de un r¨¦gimen autoritario a otro democr¨¢tico que ocurren en determinado periodo de tiempo y que superan significativamente a los movimientos en sentido opuesto durante ese mismo periodo. Antes de esa ola tuvieron lugar otras dos, la primera siguiendo la estela de las revoluciones francesa y americana, y la segunda despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial y durante el proceso de descolonizaci¨®n. Cuando el profesor de Harvard publica la primera edici¨®n de su libro (La tercera ola, 1991, Paid¨®s) todav¨ªa no hab¨ªa tenido lugar la Primavera ?rabe, que probablemente ser¨ªa una cuarta ola.
Seg¨²n Huntington, a cada ola democr¨¢tica le sucede otra ola antidemocr¨¢tica posterior, en una especie de principio pol¨ªtico de acci¨®n-reacci¨®n. Es lo que est¨¢ sucediendo ahora con la multiplicaci¨®n de la extrema derecha, el contagio de parte del conservadurismo cl¨¢sico por el iliberalismo, los populismos, etc¨¦tera. En casi ning¨²n caso existen modelos preestablecidos de transici¨®n, no hay plantillas r¨ªgidas a las que puedan recurrir los pa¨ªses que buscan un r¨¦gimen de libertades y un modelo social con bienestar. Una de las condiciones fundamentales para que una democracia funcione es que los ciudadanos sepan hasta d¨®nde pueden exigirla, que no esperen de la democracia la soluci¨®n a todos sus problemas.
Cuentan que cuando el Movimiento de las Fuerzas Armadas se hizo cargo de la Revoluci¨®n de los Claveles en 1974 y nombr¨® presidente de Portugal al general Sp¨ªnola, el despacho del general D¨ªaz Alegr¨ªa, que hab¨ªa sido jefe del Alto Estado Mayor espa?ol (y que hab¨ªa sido sustituido, al parecer ¡ªentonces no hab¨ªa ni la menor transparencia¡ª por entrevistarse en Bucarest con Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista de Espa?a) se llen¨® de mon¨®culos. El mon¨®culo era un distintivo est¨¦tico del general Sp¨ªnola. Como animando a D¨ªaz Alegr¨ªa a hacer en la Espa?a de Franco lo mismo que Sp¨ªnola en Portugal. Luego Sp¨ªnola sali¨® rana.
La revoluci¨®n portuguesa tuvo mucha importancia en el tardofranquismo espa?ol. Ahora ambos pa¨ªses comparten una estrategia de la crispaci¨®n y un repliegue democr¨¢tico.
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