¡®Casting Lear¡¯ o como no matar al padre (solo perdonarlo)
El trauma de la directora y actriz Andrea Jim¨¦nez nos representa a todos
La dramaturga Andrea Jim¨¦nez estren¨® hace unas semanas la obra Casting Lear en el teatro La Abad¨ªa. La propuesta consiste en un di¨¢logo entre Cordelia, prolongada en las experiencias de la propia actriz y directora, y el rey Lear, interpretado por un actor diferente en cada representaci¨®n que no conoce el texto que va a interpretar (se lo dictar¨¢n a trav¨¦s de un pinganillo). Poco despu¨¦s de conocer su propuesta suger¨ª a uno de los grandes actores de este pa¨ªs, quiz¨¢ el mejor Lear que hemos conocido, que fuera a verla. Se neg¨®. Me explic¨® que Shakespeare no tiene nada que ver con la vida de Andrea Jim¨¦nez. D¨ªas despu¨¦s apareci¨® una cr¨ªtica en este peri¨®dico que describ¨ªa la obra como ¡°poco m¨¢s que un experimento teatral¡±. Y, casi a la vez, otro peri¨®dico publicaba un reportaje donde aseguraba que el mercado premia a las mujeres creadoras cuando reivindican sus traumas porque est¨¢ de moda. Sin embargo, la funci¨®n a la que yo asist¨ª contradice los tres testimonios anteriores.
Al prestigioso actor que me explic¨® (sin ver la obra) que Andrea Jim¨¦nez no ten¨ªa derecho a nombrar a Shakespeare en vano, me gustar¨ªa decirle que lo m¨¢s innovador aqu¨ª es que Jim¨¦nez no acude a Lear para condenar a su padre ¡ªShakespeare fue dur¨ªsimo en este sentido¡ª, sino para entenderle. La directora, en tanto que hija, necesita perdonar al padre que un d¨ªa, igual que Lear a Cordelia, la repudi¨®. No necesita matarle: necesita perdonarle. Y para eso es preciso que hablen. Y hablar, desde la distancia de los malentendidos culturales y de los que exigen, es complicado.
Para que el di¨¢logo se produzca, Andrea Jim¨¦nez ha creado un dispositivo teatral: un Lear nuevo cada noche. Un actor mayor que ella, tanto como para poder ser su padre, que decide ponerse en manos de la directora para ¡°atreverse a mirar su propia fragilidad¡±, seg¨²n ella misma exige. No es, como se dijo, ¡°un experimento teatral¡±: es una experiencia peligrosa, un riesgo para corazones heridos por la profundidad de su mutua incomprensi¨®n debida a un poder severamente ejercido y sin piedad. El del padre. Y debida tambi¨¦n a un resentimiento largamente fermentado, el de los desheredados del amor. Es teatro, qu¨¦ duda cabe, pero teatro en carne viva. Las espadas y las palabras hieren de verdad, no son atrezo. Andrea Jim¨¦nez se arriesga a morir en cada funci¨®n y el actor de turno puede no salir mucho mejor librado.
La directora y actriz Andrea Jim¨¦nez elige a un hombre distinto para cada funci¨®n y cada vez intenta perdonar y salir bien librada del encontronazo con un sujeto (Lear) que ya ha matado el amor, el propio y el de la hija. Un amor que ella quiere salvar, que aspira a salvar para salvarse ella misma de su resentimiento. Llega un momento en que los actores (valientes al aceptar el reto y generosos en el escenario; menci¨®n especial para Alberto San Juan, de entre los que yo vi) tendr¨¢n que crear su propio texto, responder a preguntas en su nombre e implicarse en el dolor de Cordelia, es decir, de Andrea. El trauma de una mujer que, seg¨²n algunos sectores de la industria cultural, forma parte de una moda de mercado y en consecuencia no es una voz aut¨¦ntica y no representa a nadie. El hecho es que, m¨¢s all¨¢ de las trayectorias comerciales, nos representa a todos y a todos nuestros miedos. Larga vida al rey y larga vida a Cordelia.
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