Clara Ramas, fil¨®sofa: ¡°Todos somos ni?os a la intemperie deseando que nos arropen¡±
La profesora y exdiputada en la Asamblea de Madrid reflexiona sobre la melancol¨ªa por la p¨¦rdida de una Edad Dorada que nunca existi¨®, inspir¨¢ndose en Marx, Proust y Karl Polanyi
Clara Ramas (Madrid, 38 a?os) se inici¨® en la filosof¨ªa gracias a un buen profesor de instituto (qu¨¦ importantes son los profesores de instituto) y vio que le permit¨ªa estar en dos lugares a la vez. ¡°Puedes tener un pie dentro del mundo y otro pie fuera, tomar distancia y comprender las cosas con cierta perspectiva¡±, explica. Ramas es profesora en la Universidad Complutense de Madrid y ha dedicado buena parte de su carrera a estudiar el pensamiento de Karl Marx.
Observa la fil¨®sofa que, en esta ¨¦poca crepuscular, muchos melanc¨®licos reaccionarios buscan salidas al atolladero civilizatorio en una Edad Dorada que nunca existi¨®: la tradici¨®n, el orden, los viejos roles de g¨¦nero y clase, la vida mejor de nuestros padres. De eso trata su reciente libro El tiempo perdido (Arpa Editores). Si el t¨ªtulo tiene resonancias proustianas no es casualidad: la lectura de la obra del franc¨¦s ha sido una fuerte inspiraci¨®n de este ensayo, que, adem¨¢s, est¨¢ escrito con hermoso pulso literario. El a?o y medio que Ramas pas¨® sumergida en la lectura de En busca del tiempo perdido lo considera como ¡°el mejor invertido de su vida¡±.
Ramas, que habla con aplomo y fluidez, nos ha citado en el Caf¨¦ del Monaguillo, un bar lleno de libros en el viejo Madrid. Dice que la doble dimensi¨®n que permite la filosof¨ªa, ese estar dentro y fuera, tambi¨¦n le fue ¨²til cuando fue diputada regional de M¨¢s Madrid, donde ejerci¨® como ¡°el fil¨®sofo que contempla el juego de lo real, pero que a la vez est¨¢ implicado en ¨¦l¡±.
Pregunta. Los fil¨®sofos se dedican a las grandes ideas de la pol¨ªtica, pero la pol¨ªtica parlamentaria suele suceder m¨¢s cerca de la inmediatez y el fango.
Respuesta. En pol¨ªtica institucional notaba ese desnivel, muchas veces solo hab¨ªa lugar para la declaraci¨®n de Ayuso, el tuit de Feij¨®o o la frase de S¨¢nchez. No hay tiempo para temas importantes: nuestra relaci¨®n con el trabajo, la reducci¨®n de la jornada laboral o la idea de una renta b¨¢sica.
P. O sea, para hablar de pol¨ªtica en serio, mejor no estar en pol¨ªtica¡
R. Hay momentos en los que hace falta intervenir. Yo no fui de las primeras, porque estaba encerrada terminando mi tesis, pero desde el 15-M hubo un imperativo de participaci¨®n para mi generaci¨®n.
P. ?Por qu¨¦ Marx?
R. Me interesa su an¨¢lisis de la sociedad capitalista: c¨®mo no puede ser transparente para s¨ª misma, c¨®mo se encubre y genera poderes que ya no puede controlar. As¨ª sentimos que el dinero nos gobierna a nosotros y no nosotros al dinero, que los mercados dominan a los parlamentos, y no a la inversa.
P. Tambi¨¦n cita a otro Karl, Karl Polanyi.
R. S¨ª, Polanyi estudia el efecto de que las instancias que gobiernan la sociedad no sean pol¨ªticas, sociales, familiares o religiosas, sino que sea el mercado. Eso genera disfunciones, y el lado comunitario de la sociedad trata de defenderse. El fascismo, seg¨²n Polanyi, es una reacci¨®n que sacrifica la democracia para defenderse del mercado. Es una salida regresiva y autoritaria, y creo que tiene que ver con lo que pasa ahora.
P. Se suele hablar de la sociedad de mercado de forma neutra, no como anomal¨ªa.
R. Siempre ha habido mercados, no es algo que haya inventado el capitalismo, pero ten¨ªan un lugar acotado dentro de otras instancias sociales que decid¨ªan para qu¨¦ queremos producir lo que producimos. Dec¨ªa Arist¨®teles que un crecimiento ilimitado de la riqueza como fin de la sociedad ser¨ªa absurdo, porque, en ese caso, no es el ser humano el que decide para qu¨¦ utiliza la riqueza, sino la riqueza la que utiliza al ser humano para crecer. El griego ve¨ªa esto rid¨ªculo y pensaba que no suceder¨ªa nunca. Pero el capitalismo es eso: no decidimos lo que queremos hacer con nuestras vidas, nuestras calles, recursos naturales¡ Lo decide el capital.
P. En su libro habla de una Edad Dorada irrecuperable.
R. Nos lleva a una situaci¨®n de desamparo, donde ni siquiera tenemos cosmovisiones religiosas o de valores que den una explicaci¨®n, eso ya no nos sirve. Una salida es mirar al pasado y pensar que ah¨ª tuvimos todo lo que ahora echamos en falta: valores, familia, una clase, una patria, una identidad¡ As¨ª, la ¨²nica salida ser¨ªa repetir el pasado.
P. Un pasado que nunca existi¨®.
R. Un pasado que, efectivamente, no fue as¨ª porque la humanidad lleva anhel¨¢ndolo desde el principio: ya en la Antig¨¹edad se extra?aba una Edad Dorada previa. Y, sobre todo, que no puede repetirse porque los problemas que enfrentamos ahora son otros.
P. Usted es una estudiosa de la Modernidad. ?C¨®mo se compagina la idea de la Ca¨ªda con la del Progreso?
R. La Modernidad hizo la apuesta optimista de que, aunque fu¨¦ramos animales desnudos, ten¨ªamos la Raz¨®n, de la que sal¨ªan ideas de libertad, de emancipaci¨®n, de ciencia, que daban sentido a la Historia. Ahora la idea de que estamos en el ocaso es ya parte de la cultura de masas, y tiene que ver con unas posibilidades de destrucci¨®n que antes no exist¨ªan: guerra nuclear, colapso ecol¨®gico, pandemia¡ La confianza moderna en el Progreso se ha perdido: la angustia por la p¨¦rdida del origen se une a la falta de fe en el futuro. ?Qu¨¦ fines nos marcamos en la ausencia de esos grandes relatos?
P. ?Qu¨¦ fines?
R. Hay que construir un nuevo sentido colectivo. Ya no puede ser el gran relato moderno del progreso de la Raz¨®n, pero tampoco la vuelta a cosmovisiones compactas y cerradas premodernas, que es la soluci¨®n que hoy proponen muchos.
P. Ahora es dif¨ªcil encasillar las ideolog¨ªas, habla usted de ¡°h¨ªbridos y centauros¡±.
R. Las viejas categor¨ªas de izquierda y derecha ya no sirven. Siguen existiendo la derecha y la izquierda cl¨¢sicas, pero los nuevos actores desde ambos lados son h¨ªbridos. Por ejemplo, en la derecha posmofascista, que es como una versi¨®n retrowave del fascismo, se mezclan los valores morales reaccionarios con una est¨¦tica y ¨¦tica del aceleracionismo de las redes. Y tenemos la izquierda rojiparda que usa una ret¨®rica izquierdista u obrerista unida a valores conservadores en asuntos como seguridad, familia o inmigraci¨®n.
P. En una reciente cumbre de Vox se aplaud¨ªan al mismo tiempo posturas proteccionistas y ultraliberales.
R. S¨ª, incluso se dan posiciones opuestas. Pero se?alar estas contradicciones no debe impedir reparar en que est¨¢n sabiendo organizarse y apoyarse formando una verdadera internacional reaccionaria, absorbiendo el esp¨ªritu de la Internacional Comunista. Le Pen y Milei coordinados para un mismo objetivo: frenar algunos de los avances que ha habido en los ¨²ltimos a?os.
P. Estos h¨ªbridos de la derecha tienen un punto en com¨²n: el rechazo al feminismo.
R. Los ladrillos que componen al sujeto reaccionario son m¨®viles: uno puede ser m¨¢s o menos patriota, capitalista¡ Todo se mueve en estos reaccionarios melanc¨®licos excepto una cosa: su oposici¨®n al feminismo. La identidad tradicional binaria de g¨¦nero es vista como un ¨²ltimo basti¨®n en el que refugiarse: por eso la reacci¨®n contra el feminismo ha sido fuerte, sobre todo en hombres en posiciones vulnerables.
P. Hay quien tiene nostalgia, desde la derecha, del PSOE ¡°de antes¡± o el feminismo ¡°de antes¡±.
R. Me molesta especialmente este tipo de melanc¨®lico que se disfraza de equidistancia o extremocentrismo. Como si al feminismo de antes, desde el s. XVIII, no se le hubiera insultado y acusado de terminar con la organizaci¨®n social y la maternidad. El feminismo siempre ha sido rompedor. Y tambi¨¦n el PSOE de antes era vilipendiado por la derecha.
P. La lectura de Proust le ha inspirado.
R. Hasta que no lees a Proust parece que no te has enamorado de verdad o que no has perdido a un ser querido de verdad. Las cosas de la vida cobran su verdad, Proust las hace as¨ª de vivas. Plantea la duda de si podemos recuperar ese tiempo perdido, que para ¨¦l tiene que ver con la infancia: las miles de p¨¢ginas que escribe son el intento de hacer eterno ese momento en el que su mam¨¢ le arropaba. Todos somos ni?os a la intemperie deseando que nos arropen. Pero Proust deja claro que esa sensaci¨®n de estar arropados solo se puede construir desde la literatura. No hay atajos para esa sensaci¨®n de hogar.
Ap¨²ntate aqu¨ª a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.