Advertencia a la IA: la vida virtual suele fracasar
El mayor reto de una tecnolog¨ªa para triunfar no radica solo en su potencia sino en su sentido para la humanidad
Philip Rosedale cre¨® Second Life en 2003, un mundo virtual donde cada uno pod¨ªa disfrutar de una vida distinta a la que le hubiera tocado. El ¨¦xito fue abrumador: durante la d¨¦cada tras su lanzamiento, los usuarios gastaron 3.200 millones de d¨®lares en transacciones virtuales. En 2013 ten¨ªa 36 millones de cuentas activas y su creador predijo que el mundo f¨ªsico acabar¨ªa convirti¨¦ndose en un museo. Hace a?os que sabemos que aquella vida virtual fue un fracaso. Pero no hab¨ªa le¨ªdo una buena explicaci¨®n a por qu¨¦ la humanidad prefiri¨® las redes sociales al para¨ªso virtual hasta que la escribi¨® la ensayista Leslie Jamison. Su nuevo libro Gritar, arder, sofocar las llamas es, como todos los suyos, verdad y dolor. Es decir: nosotros.
La decadencia de la fabulosa tecnolog¨ªa de Second Life coincidi¨® con la llegada de Facebook y despu¨¦s de Instagram. Es decir: las limitadas redes sociales (que permiten compartir foto, v¨ªdeo y poco m¨¢s) se cargaron las posibilidades de una segunda y plena vida virtual. ¡°Al parecer, la gente no buscaba una existencia distinta, sino m¨¢s bien una versi¨®n editada de su vida real¡±, explica Jamison. Una versi¨®n editada, como en la poes¨ªa, el cine o la m¨²sica, ya me entienden. Porque una versi¨®n editada del individuo es precisamente eso que llamamos ¡°persona¡± y se presenta en sociedad con filtros: con o sin pantalla mediante. Desde que nacemos ya nos estamos editando para poder estar con los otros. Y cuando esta edici¨®n llega a su m¨¢ximo refinamiento y sobre todo a su m¨¢ximo reconocimiento lo llamamos arte, talento, ¨¦xito, fama.
Qu¨¦ listos estuvimos en 2013 los humanos, sin pensarlo siquiera. Tuvimos la oportunidad de huir de nuestras vidas, de escapar¡ y preferimos tratar de aceptarlas, con un poco de edici¨®n y un filtro. No es algo que vot¨¢ramos, nadie tom¨® esa decisi¨®n, ni siquiera hemos vuelto a pensar sobre ello. Sin embargo, al terminar con la vida de Second Life, matamos ciertas posibilidades y elegimos otras. El resto es historia de las redes, pues se desarroll¨® una vida social que tradicionalmente hab¨ªa estado m¨¢s al alcance de las clases privilegiadas (cuando no reservada a ellas), pues los pobres y los marginados ven¨ªan ya con la lacra puesta. Facebook, Instagram o TikTok han democratizado ese talento para editar nuestras vidas, para revestirnos de nuestros ideales, por mentirosos que sean. Y en consecuencia han generado una nueva idea de arte, talento, ¨¦xito y fama.
De modo que el mundo f¨ªsico plant¨® cara al virtual. Y, con los a?os, los cuerpos imperfectos con los que avanzamos por la vida fueron encontrando su espacio, su desahogo y su poder en las redes. Pronto habr¨¢ una nueva batalla, lo sabemos. La IA quiere guerra, o eso dicen. ?Se convertir¨¢ la vida f¨ªsica en un museo como predijo Rosedale? ?Ser¨¢n los robots los nuevos artistas? Creo que es imposible saberlo, pero Jamison me ha recordado que el mayor reto de una tecnolog¨ªa para triunfar no radica solo en su potencia sino en su sentido para la humanidad. ?Y si los humanos no estuvi¨¦ramos persiguiendo una tecnolog¨ªa para cambiar de vida sino una que nos permita aceptarla? Si yo fuera una IA, pensar¨ªa en ello.
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