La nueva juventud y el viejo sexo
?Y si los nuevos j¨®venes hubieran descubierto que el sexo l¨²brico, expl¨ªcito y obsesivo es lo contrario del erotismo de la vida?
La generaci¨®n Z quiere menos sexo en pantalla. As¨ª lo refleja un estudio de la Universidad de California de 2023 que ha vuelto a moverse este mes en redes sociales, con datos tan elocuentes como que un 51% de los zoomers (nacidos entre 1995 y 2000) quieren ver menos escenas de sexo en el cine y en la tele: prefieren contenidos sobre la amistad o amores plat¨®nicos. Y a un 39% le gustar¨ªa ver m¨¢s personajes asexuales. El estudio ha despertado desde su publicaci¨®n much¨ªsimo inter¨¦s entre expertos y usuarios de las redes sociales. Tambi¨¦n en la industria audiovisual. Leo un mont¨®n de comentarios y comparaciones entre generaciones de usuarios y expertos y, en general, echo de menos una reflexi¨®n sobre qu¨¦ entiende por sexo la nueva y refrescante juventud.
La columnista Barbara Hellen habl¨® de los puriteens, en su columna en The Guardian para se?alar el supuesto puritanismo de esta generaci¨®n. Como si querer ver m¨¢s sexo o practicarlo con la mayor frecuencia posible estuviera necesariamente relacionado con una mayor libertad o disfrute. A menudo olvidamos que el sexo ha sido sin¨®nimo de represi¨®n y que la forma en que ha dominado la cabeza de las generaciones precedentes tambi¨¦n ha ejercido represi¨®n. Y as¨ª es c¨®mo lo hemos visto representado una y mil veces en las pantallas. Parad¨®jicamente, esta era una represi¨®n cuyas im¨¢genes se extend¨ªan y dominaban los mundos imaginarios. En cierto sentido, el sexo represivo ¡ªese que estaba y est¨¢ en todas partes¡ª es lo contrario de una vida abierta al deseo en todas sus manifestaciones o, dicho de otra manera, de una er¨®tica de la vida. ?Y si los nuevos j¨®venes hubieran descubierto que el sexo l¨²brico, expl¨ªcito y obsesivo es lo contrario del erotismo de la vida? ?Y si exigieran una sexualidad menos centrada en los genitales, por decirlo claramente?
No es casual que se trate de una generaci¨®n especialmente interesada en definirse en materia de g¨¦nero de una manera que ya no es tan dependiente de lo genital como de lo identitario. Tiene que ser duro, quiz¨¢ pat¨¦tico, ver una y otra vez el mismo sexo heteronormativo y a menudo agresivo repetido en cada peli y en cada serie. Las mismas posturas, los mismos forcejeos, los mismos gemidos, el mismo ritmo. La repetici¨®n no es casual. Al contrario, se explica porque el sexo reprimido es lo contrario del erotismo: es obsesi¨®n y compulsi¨®n, y como tal se centra en un objeto ¨²nico y en una panoplia de im¨¢genes ¨²nica.
Las pel¨ªculas, series y canciones meten el sexo genital (heterosexual y articulado a trav¨¦s de la penetraci¨®n) como una forma de merchandising, pues hay un amplio p¨²blico que a¨²n vive en la represi¨®n y en la compulsi¨®n, pero tambi¨¦n porque el erotismo de la vida es mucho m¨¢s dif¨ªcil de contar. Si eliminamos de las escenas sexuales que hemos consumido los ¨²ltimos cien a?os aquellas que revelan estereotipos degradantes, clich¨¦s rom¨¢nticos y violencia de g¨¦nero, ?cu¨¢ntas nos quedan? A lo mejor lo ¨²nico que pasa es que sus padres han hecho un buen trabajo. Lo mismo han educado a una nueva generaci¨®n orientada al erotismo de la vida que percibe cierta clase de sexo como una agresi¨®n, y como una especie de pobreza moral, cuando nos lo venden como verdadero y ¨²nico origen del placer. Qu¨¦ listos los zetas y qu¨¦ er¨®ticos.
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