Sarah Jaffe, ensayista: ¡°Nadie quiere reconocer que es rico o pobre. Todos quieren ser clase media¡±
La periodista estadounidense ha investigado el trabajo precario, adem¨¢s de haberlo ejercido. La clase trabajadora, dice, ¡°ya no es un hombre blanco con un casco en la obra¡±
Sarah Jaffe (Norwood, Massachusetts, 44 a?os) conoce el mundo del trabajo y todas sus variantes de arriba abajo. Ha sido camarera, ha reparado bicicletas y ha sido consultora de redes sociales; ha vendido helados, ha limpiado y ha explicado el comunismo sovi¨¦tico a alumnos de ense?anza media. Su libro Trabajar. Un amor no correspondido (editorial Capit¨¢n Swing) es una bofetada que abre los ojos ante ficciones como el amor a la profesi¨®n o mitos como el de la ¡°clase blanca trabajadora¡±. La clase trabadora es un concepto que evoluciona, y que hoy tiene forma de cuidadores inmigrantes que son explotados en el sector de ayuda a la dependencia.
Jaffe, que aparece en el caf¨¦ de la terraza de la librer¨ªa Waterstones, en Piccadilly (Londres), reci¨¦n llegada de EE?UU (vive a caballo entre Am¨¦rica y Europa), a¨²n arrastra algo de jet lag. La periodista y escritora lleva en sus espaldas casi dos d¨¦cadas de especializaci¨®n en el mundo laboral, pero su torrente verbal abarcar¨¢ todo: los nuevos trabajos, los desaf¨ªos de la izquierda, la incertidumbre que a¨²n despierta la candidata Kamala Harris o la reacci¨®n de una comunidad jud¨ªa ¡ªes hija y nieta de jud¨ªos de Centroeuropa que llegaron a EE?UU¡ª ante la tragedia de Gaza.
Pregunta. Algunos pol¨ªticos en la izquierda utilizan ya una expresi¨®n enrevesada como ¡°clase media trabajadora¡±. ?Qu¨¦ es hoy la clase trabadora?
Respuesta. Si nos ponemos algo pedantes y recurrimos al marxismo, dir¨ªamos que la clase trabajadora la forman todos los que no tienen otra cosa para vender que su trabajo. Pero si eres un pol¨ªtico, ya sea Keir Starmer [primer ministro del Reino Unido] o J. D. Vance [candidato republicano a la vicepresidencia de Estados Unidos], lo que deseas es apelar a una mayor¨ªa de votantes que se identifique positivamente con el concepto. Todo el mundo quiere ser de clase media. Nadie quiere reconocer que es rico o que es pobre.
P. Y por eso la candidatura de Trump apela al mito de una ¡®clase blanca trabajadora¡¯ que se ha quedado atr¨¢s.
R. El historiador David Roediger, que ha escrito mucho sobre las relaciones laborales, siempre dice que cuando se usa la expresi¨®n ¡°clase blanca trabajadora¡± el ¨¦nfasis se pone en el adjetivo ¡°blanca¡±, y lo de ¡°clase trabajadora¡± apenas se balbucea. Hoy el sector laboral que m¨¢s est¨¢ creciendo en muchos pa¨ªses es el de la atenci¨®n a la dependencia. Y sus trabajadores son mujeres, muchas veces inmigrantes. En EE?UU, mujeres negras o de otras razas no blancas. La clase trabajadora ya no es el hombre blanco con un casco de obra, al menos en el norte global.
P. Reagan lanz¨® aquella pregunta a los votantes de ¡°?est¨¢n ustedes mejor que hace cuatro a?os?¡±, que se ha convertido en el test electoral definitivo. A pesar de que la econom¨ªa ha mejorado, la candidatura dem¨®crata de Kamala Harris no acaba de despegar.
R. Los datos macroecon¨®micos arrojan en la misma cesta a un multimillonario como Jeff Bezos. Seguro que est¨¢ ahora mejor de lo que estaba hace 40 a?os. F¨ªjese en m¨ª. He recibido mejor educaci¨®n de la que recibi¨® nunca el resto de mi familia. Me est¨¢ entrevistando en Londres un periodista de un importante peri¨®dico de un pa¨ªs que nunca he visitado. Y sigo sin poder comprarme un apartamento. La licenciatura universitaria ya no sirve como factor de clase. Hay muchos licenciados trabajando en Starbucks.
P. Denuncia usted lo que llama la trama del ¡®trabajo con amor¡¯.
R. Otro mito para que el capitalismo se justifique a s¨ª mismo. Ya no es solamente que, si trabajas duro, puedes llegar a ser un millonario. Es que incluso si no logras ese triunfo, siempre puedes encontrar un trabajo que ames, y ese amor ser¨¢ ya tu ¨¦xito. El eslogan m¨¢s cursi de la derecha es ese que dice ¡®ama tu trabajo y no trabajar¨¢s el resto de tu vida ni un solo d¨ªa¡¯.
P. Pero la respuesta a esta crisis laboral ha sido m¨¢s proteccionismo¡
R. Creo que debe ser una respuesta pol¨ªtica que combine muchos factores. No se trata de poner en marcha una guerra comercial con China, como pretende Trump. Lo que debemos preguntarnos es cu¨¢les son nuestras necesidades. Y resulta que, en gran parte, lo que necesitamos es un mont¨®n de personas para llevar a cabo tareas de dependencia. ?Qu¨¦ vamos a hacer para estimular a la gente a que trabaje en ese sector, y para pagarle lo que se merece?
P. La principal desilusi¨®n la est¨¢ padeciendo la gente joven.
R. Estamos viendo a gente desilusionada por infinitud de cosas. Con sus relaciones, con la pol¨ªtica, con el mercado laboral. Por eso vemos el ascenso de la extrema derecha en el mundo. No se trata solo de Trump.
¡°Me est¨¢ entrevistando un periodista de un importante peri¨®dico de un pa¨ªs que no conozco. Y no me puedo comprar un piso¡±
P. ?Es la misma amenaza de la extrema derecha en todo el mundo?
R. Lo que ocurre en Alemania me preocupa especialmente, porque soy jud¨ªa. Pero tambi¨¦n he estado en Italia recientemente, antes y despu¨¦s de la victoria electoral de Meloni. Pregunt¨¦ a un amigo y me dijo con cierta iron¨ªa: ¡®Somos italianos. Llevamos digiriendo fascismo de modo homeop¨¢tico durante mucho tiempo. Somos inmunes¡¯. Me alegra que alguien lo sea. Pero otro amigo ha escrito sobre el Brasil de Bolsonaro, y da miedo. Brasil es la analog¨ªa m¨¢s cercana a EE?UU, aunque a los estadounidenses no les guste la idea. Dos pa¨ªses racistas, con un pasado colonial y multitud de armas en circulaci¨®n.
P. ?Le entusiasma entonces la candidatura de Kamala Harris?
R. Conozco el pa¨ªs, es extremadamente racista y machista. Y Harris tiene en estos momentos algunos lastres. Uno de ellos es Gaza. No tiene el apoyo en lugares como Michigan, con una comunidad ¨¢rabe importante que normalmente vota al Partido Dem¨®crata y que respalda ampliamente la causa palestina. Est¨¢n irritados con ella, no les ha ofrecido ning¨²n apoyo. Veo sus anuncios de campa?a y no para de presumir de los apoyos que tiene por parte de republicanos como Dick Cheney. No parece ver que est¨¢ perdiendo votos por la izquierda, y que mensajes como ese no van a estimular a los votantes de Michigan.
P. La comunidad jud¨ªa estadounidense ha sido siempre una roca en la defensa de Israel. ?Hemos visto grietas despu¨¦s de la respuesta de Netanyahu a la masacre de Ham¨¢s del 7 de octubre?
R. Hay una divisi¨®n real en la comunidad jud¨ªa que, en parte, tiene que ver con la edad. Muchos de los j¨®venes no han crecido con ese miedo visceral y existencial a la desaparici¨®n, que hasta mi padre ten¨ªa. El trauma que has atravesado no justifica que inflijas un trauma similar a otros. Acabar con m¨¢s de 40.000 personas supone una escala muy diferente a la del 7 de octubre.
P. Volvemos a o¨ªr los argumentos que ya empleaba el sionismo en sus inicios: Israel como el ¨²ltimo basti¨®n de la civilizaci¨®n frente a la barbarie.
R. Es b¨¢sicamente racismo. Hay una cuesti¨®n que me fascina: la diferencia entre estar seguro y sentirse seguro. Cuando algunos estudiantes se manifestaron a favor de Palestina en algunos campus universitarios, otros se quejaron de que no se sent¨ªan seguros. Lo cierto es que alguien ondeando una bandera palestina no hace que tu seguridad sea menor. Cuando pienso en un mundo m¨¢s seguro pienso en mundo donde las necesidades b¨¢sicas, como la sanidad, est¨¢n cubiertas, no en un lugar donde un mont¨®n de personas viven en una prisi¨®n al aire libre construida por otras personas con las que supuestamente se tienen que identificar.
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