Obama inaugura con China un nuevo orden
El presidente de EE UU asegura que no quiere contener la pujanza de Pek¨ªn.- Washington busca apoyos contra la amenaza nuclear de Ir¨¢n y Corea del Norte
Sentando por primera vez en p¨²blico uno de los principios fundamentales de su pol¨ªtica exterior, Barack Obama asegur¨® este s¨¢bado que "no pretende contener a China" y que el auge incontenible de ese pa¨ªs no es una amenaza sino "una fuente de fortaleza para la comunidad de naciones". El presidente estadounidense anunci¨® que su intenci¨®n es la de colaborar con China en su nuevo papel de gran potencia y hacerlo de una manera pragm¨¢tica, sin permitir que las diferencias sobre derechos humanos creen conflictos que podr¨ªan ser peligrosos para la paz mundial.
Se trata de la consumaci¨®n oficial del nuevo orden internacional que nace en Asia. Un orden que Obama ha venido a validar con esta gira y con un discurso, pronunciado este s¨¢bado en Tokio, en el que establece las principales reglas del juego para encarar un futuro que ya est¨¢ aqu¨ª.
Entre esas reglas, explic¨® Obama, Estados Unidos se mantiene fiel a las alianzas heredadas de la II Guerra Mundial, pero reconoce la necesidad de otras nuevas que reflejen de forma m¨¢s realista el poder alcanzado por este continente en los ¨²ltimos a?os, un poder que no es s¨®lo econ¨®mico o militar, sino el fruto de una combinaci¨®n de eficacia colectiva e impulso individual que ha acabado afectando a la actividad cotidiana de cada uno de los seres sobre el planeta. El poder asi¨¢tico marca nuestras vidas de una forma menos revolucionaria que el comunismo, pero quiz¨¢ m¨¢s determinante.
EE UU, como pa¨ªs geogr¨¢ficamente del Pac¨ªfico y como potencia a¨²n con los mayores recursos y los valores dominantes, intentar¨¢ mantenerse al frente de este nuevo orden naciente, pero lo har¨¢ en estrecho entendimiento con China, con quien Obama entiende que hoy es necesario negociar cualquier problema global, desde Afganist¨¢n hasta el cambio clim¨¢tico o la proliferaci¨®n nuclear.
El discurso de este s¨¢bado en Tokio, por tanto, no es, como han sido otros anteriores en sus desplazamientos al extranjero, una hermosa apelaci¨®n al entendimiento sino un humilde reconocimiento de que el mundo est¨¢ cambiando de due?os o, simplemente, est¨¢ empezando a existir sin due?os claros a los que obedecer.
Pese a todos los a?os que China lleva pujando en el escenario internacional, ¨¦ste es apenas el comienzo de su reconocimiento oficial como leg¨ªtima gran potencia. Gobernado por un sistema opuesto a la democracia y con una cultura ajena a la que hasta ahora ha predominado desde Occidente, las consecuencias del ascenso de China son todav¨ªa una gran inc¨®gnita, una oportunidad de diversificaci¨®n para quienes abominan del unilateralismo estadounidense, pero un gran peligro para quienes ponen por encima de todo el aprecio por la democracia y los derechos humanos.
?ste es el contexto hist¨®rico en el que Obama llega esta noche a Shanghai y que quiso definir previamente en su importante alocuci¨®n en Tokio ante representantes de la sociedad civil japonesa. Para esa audiencia, toda esta transformaci¨®n es confusa y parad¨®jica: un pa¨ªs al que Estados Unidos ha hecho tanto da?o y que tanto ha hecho por los propios Estados Unidos despu¨¦s, se encuentra ahora en el medio de un s¨¢ndwich de la historia, atrapado entre las fuerzas que hoy reinan y las que vienen a reinar.
Para Jap¨®n y para otros muchos pa¨ªses asi¨¢ticos, tan expectantes como temerosos ante el papel de China, para las viejas potencias europeas que pierden el hilo del futuro, para los ciudadanos estadounidenses que sospechan de que su bienestar es incompatible con el de 1.300 millones de chinos; para todos ellos quiso Obama tener unas palabras de tranquilidad.
"Estados Unidos no pretende contener a China, ni una relaci¨®n m¨¢s profunda con China significa un debilitamiento de nuestras alianzas bilaterales", asegur¨® el presidente. "Al contrario", a?adi¨®, "el ascenso de una fuerte y pr¨®spera China puede ser fuente de fuerza para la comunidad internacional".
Pero nadie debe llamarse a enga?o: la apuesta estadounidense por China es definitiva, estrat¨¦gica y con todas sus consecuencias. Para quienes todav¨ªa tengan un atisbo de duda sobre si Estados Unidos avanza en esta aventura t¨ªmidamente o de forma contradictoria, baste un ejemplo: T¨ªbet o Taiwan, los dos asuntos internacionales que desatan la c¨®lera de China, no fueron mencionados por Obama ni una sola vez en su discurso de este s¨¢bado. "El respeto a los derechos y a la dignidad humana est¨¢ enraizado en Estados Unidos", manifest¨® el presidente norteamericano. "Pero podemos abordar las discusiones sobre esos asuntos en un esp¨ªritu de asociaci¨®n y no de rencor".
"Estados Unidos se aproximar¨¢ a China", explic¨® Obama, "con la mirada puesta en nuestros propios intereses. Y es precisamente por esa raz¨®n por la que es importante conseguir una cooperaci¨®n pragm¨¢tica con China en asuntos de mutua preocupaci¨®n, porque ninguna naci¨®n puede hacer frente a los desaf¨ªos del siglo XXI sola, y tanto Estados Unidos como China seremos mejores si estamos juntos".
"No estaremos de acuerdo en todo", reconoci¨®, "y Estados Unidos nunca dejar¨¢ de hablar a favor de los derechos fundamentales, y eso incluye respeto a la religi¨®n y la cultura de todos los pueblos". Pero, seg¨²n entiende Obama, s¨®lo en la medida en que China est¨¦ convencida de que Estados Unidos no pondr¨¢ en riesgo su estabilidad interior en nombre de los derechos humanos, ser¨¢ posible avanzar en ese cap¨ªtulo.
En todo caso, esos asuntos no son, de momento, la prioridad. Hoy lo m¨¢s urgente para Estados Unidos es conseguir el respaldo de Pek¨ªn en problemas graves e inminentes, como la amenaza nuclear de Ir¨¢n y Corea del Norte, la guerra de Afganist¨¢n o la erradicaci¨®n del extremismo islamista en distintas regiones del mundo, Asia entre ellas.
Obama, que conf¨ªa en que una China aceptada como gran potencia sea menos reticente que hasta ahora a colaborar en esa agenda, hablar¨¢ esta semana de todo ello con el r¨¦gimen y con un sector de la sociedad china que ha sido elegido para reunirse con el presidente estadounidense ma?ana en Shanghai en una asamblea.
Una de las medidas concretas a negociar a fin de generar tranquilidad en el nacimiento de este nuevo orden, es un tratado militar para facilitar la comunicaci¨®n entre las fuerzas armadas de los dos pa¨ªses y evitar los malentendidos que en el pasado han dado lugar a situaciones de tensi¨®n. Obama quiere borrar esa palabra del l¨¦xico de las relaciones con China. Es un paso arriesgado, como casi todos los que da este presidente, un paso que, probablemente, va a resultar m¨¢s deseado que deseable y m¨¢s respetado que respetable.
El discurso
"Estados Unidos no pretende contener a China, ni una relaci¨®n m¨¢s profunda con China significa un debilitamiento de nuestras alianzas bilaterales. Al contrario, el ascenso de una fuerte y pr¨®spera China puede ser fuente de fuerza para la comunidad internacional", declar¨® Barack Obama en Tokio.
"No estaremos de acuerdo en todo", reconoci¨® el presidente, "y Estados Unidos nunca dejar¨¢ de hablar a favor de los derechos fundamentales, y eso incluye respeto a la religi¨®n y la cultura de todos los pueblos".
"El respeto a los derechos y a la dignidad humana est¨¢ enraizado en Estados Unidos", manifest¨® el presidente. "Pero podemos abordar las discusiones sobre esos asuntos en un esp¨ªritu de asociaci¨®n y no de rencor".
"Apoyar los derechos humanos proporciona una seguridad duradera que no se puede adquirir de otro modo".
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