El voto de la pataleta no es la ¨²ltima palabra
Me instal¨¦ en Estados Unidos a comienzos del oto?o de 1996, justo a tiempo para cubrir las elecciones presidenciales. La noche de autos la pas¨¦ en Little Rock (Arkansas). All¨ª no par¨® de bailarse La Macarena. El candidato dem¨®crata y aspirante a la reelecci¨®n Bill Clinton, que en esa localidad ten¨ªa instalado su cuartel general, le hab¨ªa dado toda una paliza en las urnas al republicano Bob Dole.
Y sin embargo, dos a?os antes, en las legislativas o midterm de 1994, los dem¨®cratas hab¨ªan sufrido un tremendo varapalo a manos de los republicanos liderados por Newt Gingrich. Tal fue la amplitud de la derrota dem¨®crata y de la victoria republicana que se acu?¨® para la ocasi¨®n la grandilocuente f¨®rmula de "la revoluci¨®n conservadora". ?Qui¨¦n se acuerda hoy de Gingrich y su "revoluci¨®n conservadora"? En cambio, Clinton fue reelegido en 1996, dio muchos d¨ªas de gloria a los medios de todo el mundo con el caso Lewinsky y termin¨® su segundo mandato con unas alt¨ªsimas cotas de popularidad.
O sea, que no cabe extraer conclusiones apocal¨ªpticas para el titular de la Casa Blanca de elecciones legislativas como las celebradas ayer en Estados Unidos. A Ronald Reagan le pas¨® exactamente lo mismo que a Clinton en 1994 y que ayer a Obama. En 1982, a los dos a?os de conquistar la Casa Blanca, la popularidad del ex secundario de Hollywood convertido en l¨ªder conservador estaba por los suelos y en las midterm de noviembre sus correligionarios republicanos perdieron esca?os a espuertas frente a los dem¨®cratas. Lo que no le impidi¨® arrasar en las presidenciales de 1984 y ser recordado hoy por mucha gente en su pa¨ªs como un gran presidente, al igual, por cierto, que Clinton.
Las legislativas a mitad del mandato presidencial son en Estados Unidos la gran ocasi¨®n para el voto de la pataleta. Los m¨¢s irreductibles rivales pol¨ªticos e ideol¨®gicos del titular de la Casa Blanca se movilizan como si en ello les fuera la vida; sus partidarios, por el contrario, tienen la gran tentaci¨®n de abstenerse para demostrar que no les est¨¢ convenciendo del todo. La clave est¨¢, pues, en los dos ¨²ltimos a?os del primer mandato presidencial. Casi todo es recuperable en ese periodo, siempre y cuando, por supuesto, se efect¨²an las correcciones de rumbo necesarias. Clinton lo hizo: centr¨® su pol¨ªtica, organiz¨® m¨¢s disciplinadamente su Ala Oeste, le tom¨® el pulso con frecuencia a la opini¨®n p¨²blica con la ayuda del gur¨² de la mercadotecnia Dick Morris y comunic¨® de modo m¨¢s c¨¢lido, directo y efectivo.
Si lo hicieron Reagan y Clinton, Obama puede hacerlo. Empezando por la comunicaci¨®n: el que fuera candidato y orador carism¨¢tico en 2008 ha sido un presidente de apariencia fr¨ªa, intelectual, poco emp¨¢tica en su primer bienio en el 1600 de Pennsylvania Avenue. Es inquietante que tant¨ªsimos trabajadores norteamericanos ni se hayan enterado de las cosas buenas que ha hecho por ellos (reducciones de impuestos, extensi¨®n masiva de la cobertura sanitaria, salvamento de sectores industriales enteros y con ello de cientos de miles de empleos, creaci¨®n directa e indirecta de multitud de puestos de trabajo).
Sin la intervenci¨®n en¨¦rgica de Obama es muy probable que Estados Unidos hubiera ca¨ªdo en una depresi¨®n de caballo, como la que tuvo que remontar Roosevelt. Pero muchos de sus votantes de 2008 no son conscientes de ello porque nadie se lo ha dicho alto, claro y constantemente. Al contrario, muchos progresistas han ido asociando a Obama con el salvamento de un Wall Street nada agradecido. Y no poca gente se ha quedado con la copla neoliberal del incremento del d¨¦ficit p¨²blico, olvidando dos cosas: que ha sido por una buena causa y que el republicano George W. Bush, que hered¨® super¨¢vit de Clinton, dej¨® las arcas p¨²blicas hechas unos zorros con las aventuras militares de Afganist¨¢n e Irak.
Obama debe asimismo combatir a diario el poder de la feroz derecha norteamericana. Ayer era Gingrich, la "revoluci¨®n conservadora" y el fiscal Ken Starr; hoy es Fox News y el Tea Party. En los actuales tiempos pol¨ªticos es imposible gobernar sin golpear dial¨¦cticamente a la oposici¨®n, sin poner de relieve sus errores, contradicciones y lagunas. Te puede gustar o no gustar, pero la vida es as¨ª. La pol¨ªtica ya no es un partido de tenis entre caballeros, si es que alguna vez lo fue, es un partido de f¨²tbol americano. Pasada la etapa de buenismo inicial, Clinton y su Ala Oeste le zurraron a la oposici¨®n hasta que les doli¨® la mano, presentando a la mayor¨ªa parlamentaria republicana surgida de 1994 como The Do Nothing Congress y a los que le acosaron en el caso Lewinsky como los "nuevos Torquemada".
Y luego hay algo que nada puede cambiar, eso que Philippe Boulet-Gercourt, corresponsal de Le Nouvel Observateur, ha descrito como la conversi¨®n de Estados Unidos en Absurdist¨¢n. ?Qu¨¦ se puede hacer frente al hecho de que millones de norteamericanos se hayan cre¨ªdo lo de que Obama es musulm¨¢n y comunista, el cambio clim¨¢tico no existe y los ricos y las grandes empresas pagan demasiados impuestos? Definitivamente, Estados Unidos es "a country of believers". Basta con pensar que all¨ª muchos creen que Elvis vive, los marcianos se aparecieron en Roswell (Nuevo M¨¦xico) y la teor¨ªa de la creaci¨®n de la Biblia es absolutamente cierta. No debe extra?ar que se crean lo del Tea Party.
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