Wikileaks acaba con la diplomacia cl¨¢sica
La filtraci¨®n de Wikileaks dif¨ªcilmente va a cambiar la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos, pero s¨ª que va a tener un profund¨ªsimo impacto en la manera en la que trabajan los diplom¨¢ticos destinados en las Embajadas. En el pasado, los Embajadores eran los mejores conocedores del pa¨ªs en el que serv¨ªan, hasta el punto de que pr¨¢cticamente eran ellos quienes dise?aban la pol¨ªtica exterior de su pa¨ªs hacia el Estado en el que estaban destinados. As¨ª, en su "Long Telegram" de 1946, el encargado de negocios estadounidense en Mosc¨², George Kennan, plasm¨® en ocho mil palabras las l¨ªneas maestras de la pol¨ªtica de contenci¨®n hacia la URSS que inspirar¨ªa la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos durante toda la segunda mitad del siglo. Pero en una ¨¦poca con medios de comunicaci¨®n masiva donde la informaci¨®n fluye en tiempo real en Internet y las distancias se han acortado enormemente, el papel de las Embajadas y de los diplom¨¢ticos destinados en ellas ya era decreciente.
Hoy en d¨ªa, las Embajadas no suelen hacer la pol¨ªtica, s¨®lo la gestionan, es decir, ejecutan las directrices que vienen de la capital e informan de sus consecuencias. Para ello se apoyan en una red de contactos locales m¨¢s o menos afines que les ayudan tanto a contrastar la informaci¨®n que aparece en los medios de comunicaci¨®n como a entender lo que realmente pasa dentro de los pa¨ªses.
Sin embargo, un lamento un¨¢nime de todos los responsables geogr¨¢ficos en las sedes centrales de los ministerios de Exteriores se refiere a la escasa calidad de la informaci¨®n que viene de las Embajadas: en general, dicen, los telegramas son demasiado largos y tienen poco contenido original. Si algo a?aden estos telegramas a lo que publican los medios de comunicaci¨®n local, en los que generalmente se inspiran, tiene que ver con aquellos aspectos que siempre son m¨¢s dif¨ªciles de captar desde fuera. Adentrarse en las luchas de poder dentro de un Gobierno, saber qui¨¦nes mandan o influyen realmente, palpar el estado de opini¨®n de las ¨¦lites, intuir cu¨¢les son sus prioridades reales y posibilidades de ¨¦xito, todo ello requiere hablar con mucha gente, aqu¨ª y all¨¢, para componer un retrato que tenga cierto valor. En eso, los diplom¨¢ticos son como periodistas y los telegramas como un confidencial m¨¢s, pero con la diferencia de que hasta ahora, las reglas del juego eran inexistentes.
Ahora, sabiendo, primero, que sus comentarios y opiniones eran atribuidos en su literalidad a la fuente y, segundo, que las Embajadas no pueden preservar ni proteger sus identidades, los diplom¨¢ticos encontrar¨¢n un gran vac¨ªo a su alrededor cuando quieran dejar a un lado su papel ceremonial y de representaci¨®n y entrar en materias de sustancia. Despu¨¦s de las filtraciones de Wikileaks, las Embajadas tendr¨¢n que cambiar su manera de trabajar si quieren sobrevivir. Muy probablemente, Wikileaks haya clavado el ¨²ltimo clavo en el ata¨²d de la diplomacia cl¨¢sica.
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