Hacktivismo
El hacktivismo o actividad de los hackers para informar al p¨²blico de todo aquello que los Gobiernos no quieren que se sepa, se est¨¢ convirtiendo en el movimiento contracultural del siglo XXI. No es tanto que vuelvan los a?os sesenta, como que una forma de sentir las relaciones del ciudadano con la cosa p¨²blica de ra¨ªz profundamente anglosajona, ha encontrado en las nuevas tecnolog¨ªas su forma de expresi¨®n. En el fen¨®meno creado por la oleada de revelaciones del movimiento Wikileaks , que dirige el escurridizo australiano Julian Assange -primero sobre las guerras de Afganist¨¢n e Irak, y esta semana sobre la diplomacia planetaria de EE UU- hay que distinguir dos realidades: el material informativo en s¨ª mismo, y la propiedad pol¨ªtica y moral de esa exposici¨®n.
Informar de todo lo que los Gobiernos no quieren que se sepa es un movimiento contracultural
Es perfectamente comprensible que el departamento de Estado norteamericano haya puesto el grito en el cielo y que su titular, Hillary Clinton, dijera que as¨ª no hay forma de conducir una pol¨ªtica exterior. La contradicci¨®n reside en que los intereses de su Gobierno -de cualquier Gobierno- no coinciden con los de la opini¨®n universal, que siempre tiene derecho a saber, igual que los medios -entre ellos este peri¨®dico- lo tienen de proceder a la publicaci¨®n haciendo el expurgo de lo que pudiera afectar a la seguridad de Estados o personas. Las revelaciones se dividen a su vez en lo que es una grosera e indecente interferencia -que a nadie debe sorprender- en los asuntos de otro pa¨ªs, como han sido en Espa?a las presiones sobre jueces, empresarios y pol¨ªticos, y la frecuente caracterizaci¨®n peyorativa de los personajes con los que esa diplomacia ha de tratar, lo que a¨²n menos deber¨ªa llamar la atenci¨®n. El jefe de Gobierno ruso Putin y su presidente Medv¨¦dev, vistos como Batman y Robin, y el primero como el macho alfa de su tribu son hasta peque?as trouvailles para la historia del sarcasmo universal. Y en medio de todo ello, que el presidente espa?ol, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, le parezca a un funcionario norteamericano, la mayor parte de cuya vida ha transcurrido dentro de los l¨ªmites del m¨¢s puro neoliberalismo, "un izquierdista trasnochado", adem¨¢s de inevitable resulta hasta medio elogioso. Lo que no se sab¨ªa, se adivinaba, aunque hoy suene deplorable al conocerlo verbatim.
Pero ?cu¨¢l es la plataforma de pensamiento sobre la que opera Wikileaks? Assange dio a conocer ya en los a?os noventa su credo de sumo sacerdote del hacktivismo: libre acceso a la informaci¨®n, que pertenece enteramente al dominio p¨²blico; desconfianza profunda de toda autoridad constituida, y defensa de una descentralizaci¨®n extrema en la conducci¨®n de los asuntos pol¨ªticos. Es decir, anglosajonismo en estado puro. Cuando la polic¨ªa brit¨¢nica aparece sin armas vestida de azul, no es porque se conf¨ªe en la humanidad intr¨ªnseca de la delincuencia local, sino porque se recelar¨ªa del comportamiento de esa autoridad dotada de tan agresivos medios de coacci¨®n. De igual forma, recorre transversalmente la pol¨ªtica norteamericana una corriente ¨¢crata, de origen protestante puritano, lejanamente basada en el libre examen de la Biblia, furibundamente reivindicadora de los derechos individuales, que se expresa con frecuencia al nivel de poder m¨¢s pr¨®ximo al ciudadano como es la administraci¨®n local. A diferencia del anarquismo espa?ol o italiano de los a?os veinte y treinta del siglo pasado, que llegaba a ser violentamente revolucionario, este sentimiento se ancla muy c¨®modamente en la derecha. Una de las personalidades m¨¢s visibles del movimiento del Tea Party, Ron Paul, es un anarquista conservador, aislacionista en pol¨ªtica internacional y partidario de la cuasi desaparici¨®n del Estado. Por ello, Assange, cualquiera que sea su religi¨®n o ideolog¨ªa -si las tiene-, no es un hacktivista de derecha o de izquierda, sino un ciudadano en rebeli¨®n contra las instituciones.
Esa cualidad de guerrillero o francotirador inform¨¢tico no excluye, sin embargo, que el fundador de Wikileaks haya tomado considerables precauciones por si alguna de las agencias norteamericanas ofendidas por lo que se ha publicado -y lo que falta a¨²n por publicar- decide tomarse la justicia por su mano. Y para ello ha dejado debidamente codificado un paquete de nuevas revelaciones de 1,4 gigabites, equivalente a varias veces el volumen de los 250.000 documentos del Departamento de Estado, que est¨¢ preparado para su detonaci¨®n si llegara el momento. Tenemos Wikileaks, con o sin Julian Assange, para rato.
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