"Tr¨ªpoli ha sido un infierno esta noche"
Tres testigos cuentan desde la capital libia cual es la situaci¨®n que est¨¢n viviendo en la ciudad, asediada por los enfrentamientos entre la Guardia de Gadafi y los rebeldes
Tr¨ªpoli se ha convertido en una ciudad caleidosc¨®pica en la que nadie sabe bien qu¨¦ sucede en las otras caras del poliedro. La comunidad internacional ha desayunado esta ma?ana con las im¨¢genes de ayer del discurso de Muamar el Gadafi en la Plaza Verde , donde miles de personas gritaban al un¨ªsono. Sin embargo, hay una versi¨®n de la capital libia que escapa a la retina de la comunidad internacional.
A. A (30 a?os), una dentista que vive en Gergaresh (localidad costera a 20 minutos en coche del centro de Tr¨ªpoli), nos ha descrito en una conversaci¨®n por Internet una ciudad que tiene dos caras: una diurna -aparentemente pac¨ªfica- y otra nocturna -guerrillera y peligrosa-.
"Las ma?anas son tranquilas, puedes salir a la calle e incluso algunas tiendas est¨¢n abiertas hasta mediod¨ªa, pero la mayor¨ªa est¨¢n desabastecidas", cuenta. Esto es consecuencia de una de las estrategias de "normalizaci¨®n" de la situaci¨®n ideada por el r¨¦gimen de Gadafi. El Gobierno ha mandado SMS a los m¨®viles para pedir a la poblaci¨®n que vuelva a sus puestos de trabajo y los ni?os, a las escuelas -las cu¨¢les llevan cerradas una semana-. "Nos pide que salgamos a la calle como si nada sucediera, mientras vuelan las balas", protesta A. A. Esta ciudadana libia ha sido amenazada mediante an¨®nimos enviados a su iPhone donde la acusan de "difamar" a Gadafi en la prensa extranjera. "La corrupci¨®n nos ayuda a todos si eres capaz de perdonarla. No nos est¨¢s ayudando con lo que haces", pone en el ¨²ltimo mensaje de texto que ha recibido. "No quieren que se oiga nuestra voz, no quieren que nadie sepa lo que est¨¢ pasando ah¨ª fuera, por eso han blanqueado las fachadas de cada pared que han manchado con la sangre de un shaheed (m¨¢rtir) y han hecho desaparecer a todos los que han hablado con Al Yazira", dice asustada.
Su casa se encuentra a 20 minutos en coche del centro de Tr¨ªpoli, donde est¨¢n teniendo lugar hoy algunos de los enfrentamientos m¨¢s sangrientos. "Ahora mismo estoy escuchando las alarmas de la polic¨ªa y disparos, pero no hay ataques a¨¦reos", contaba ayer a las 18.05, poco antes de que Gadafi interviniera en la Plaza Verde. Hoy, a las tres de la tarde, cuatro helic¨®pteros Chinook sobrevuelan su domicilio . Llevan casi una semana as¨ª, y su familia se ha quedado sin nada que beber. En Tr¨ªpoli han cortado el suministro de agua potable, tienen agua para ducharse pero "es insana", dice la dentista. Su hermano -que se traslad¨® a su casa con su mujer y sus dos hijos cuando empezaron las revueltas- ha salido esta ma?ana a comprar leche maternizada para su beb¨¦ y un par de botellas. Lo ha conseguido a duras penas, despu¨¦s de esperar colas de una hora en las tiendas. "La gente est¨¢ pasando verdadera necesidad, pero no escuchar¨¢s noticias sobre saqueos. El pueblo libio est¨¢ unido", explica con orgullo. Un ejemplo de ello es lo que ha sucedido en su vecindario, donde han decidido asociarse para sobrevivir a los ataques que se suceden cada tarde despu¨¦s de la hora del rezo. "Compartimos la comida y la gasolina que nos queda, y por las noches nos turnamos para hacer guardia", explica la dentista.
Otros, como el ingeniero inform¨¢tico M. D. (43 a?os) no han tenido tanta suerte y tienen que enfrentarse en solitario a las dificultades de vivir en mitad de las revueltas. ?l reside en Hai-Andulas, a 25 kil¨®metros de la capital, con su mujer y sus dos hijos, de 4 y 7 a?os. "No he conseguido comprar pan para mis hijos en una semana. El puerto est¨¢ cerrado y en los comercios cada vez faltan m¨¢s cosas", relata resignado. Pero a falta de pan, buena es la dorada: "Mis padres viven muy cerca de casa, a unos 10 minutos en coche, y cuando no nos queda nada vamos a que mi madre nos cocine un poco de pescado". El problema llega cuando hay que hacer los desplazamientos al caer la noche. "Viajar en coche es peligroso, especialmente si tienes que pasar cerca del campamento de Gadafi", puntualiza el inform¨¢tico.
Los hospitales tampoco son lugares apacibles despu¨¦s de la medianoche. La dentista de Gergaresh cuenta que la milicia est¨¢ haciendo desaparecer los cuerpos de los rebeldes muertos y que ha prohibido que se hagan fotos y v¨ªdeos en los centros m¨¦dicos. Un joven, amigo de la familia, muri¨® el martes en las revueltas y la familia tuvo que robar su cad¨¢ver del Hospital Central de Tr¨ªpoli para evitar que los soldados se lo llevaran. "Ayer conseguimos que lo enterraran, pero no hemos podido rezar el aljanaza por su alma. Tenemos prohibido congregar a m¨¢s de cinco personas en el mismo lugar y los nuestros tienen miedo a organizar reuniones clandestinas", comenta A. A. apenada.
No son los ¨²nicos que est¨¢n asustados. "No puedo hacer nada para proteger a mis hijos, solo permanecer en casa", dice M. D. con preocupaci¨®n. "Hai-Andulas ha sido un infierno esta noche", dice. No ha podido pegar ojo escuchando los disparos. "Han muerto decenas de personas en Souq aljumma, la mayor¨ªa de la guardia de Gadafi", dice. Lo sabe porque acaba de hablar por tel¨¦fono con su hermana, que vive all¨ª. "Ayer por la noche acogi¨® en su casa a 20 manifestantes durante las revueltas y esta ma?ana miembros del Comit¨¦ Revolucionario de Gadafi golpearon su puerta", cuenta M. D. La milicia escogi¨® su casa para buscar a los rebeldes porque encontraron un cadaver en el portal. Registraron su domicilio y le amenazaron. "Procura que tus hijos no salgan de casa, si quieres que vuelvan", le dijeron.
El ingeniero inform¨¢tico de Hai-Andulas pregunta insistentemente sobre las noticias que se emiten en Espa?a de lo que est¨¢ sucediendo all¨ª. "Desde que nos empezaron a fallar las conexiones telef¨®nicas es dif¨ªcil saber qu¨¦ est¨¢ sucediendo en otra parte del pa¨ªs y nos negamos a ver la televisi¨®n libia, solo dice mentiras", dice. "La mayor¨ªa de los libios tenemos televisi¨®n v¨ªa sat¨¦lite y hemos acabado inform¨¢ndonos sobre lo que est¨¢ pasando en nuestro pa¨ªs a trav¨¦s de medios extranjeros".
A. A., la dentista, dice que la principal fuente de informaci¨®n para ella es el "boca a boca": "Todo lo que s¨¦ es a trav¨¦s de mis hermanos y mis amigos. Ellos me han contado que en Tajura y en el aeropuerto de Maetega est¨¢n protestando miles de personas". Seg¨²n sus informaciones, es la primera vez desde que empezaron las revueltas que los rebeldes han salido a la calle con sus hijos. Familias enteras piden que Gadafi caiga. "Lo hacen porque tienen a seres queridos que han sido asesinados por los monstruos", dice refiri¨¦ndose a los Guardianes de la Revoluci¨®n de Gadafi.
La otra imagen del horror est¨¢ en el parking del aeropuerto de Tr¨ªpoli. All¨ª se encuentran acampadas miles de personas desde hace d¨ªas. "La mayor¨ªa son egipcios que intentan escapar y no tienen recursos para hacerlo ni est¨¢n saliendo vuelos comerciales que puedan llev¨¢rselos", explica Juan Prunes (56 a?os), uno de los 40 espa?oles que han sido evacuados de Libia. Sali¨® hace dos d¨ªas de Tr¨ªpoli a las diez de la noche (hora local) y aterriz¨® en Torrej¨®n a medianoche (hora espa?ola) en un avi¨®n del Ej¨¦rcito espa?ol donde viajaron dos portugueses, un venezolano, una docena de japoneses, lituanos y canadienses.
"Los alrededores de la terminal parecen el purgatorio. Llueve torrencialmente y la gente vive embarrada debajo de unos pl¨¢sticos que solo abandonan para pedir ayuda. La polic¨ªa los reprime por la fuerza cada vez que intentan hacerlo y a menudo hay estampidas donde unos acaban pisando a otros", cuenta Prunes a¨²n impresionado. "Tardamos tres horas en recorrer 50 metros de la terminal, aquello es un caos. Viendo todo aquello me siento afortunado porque los funcionarios de la embajada no nos dejaron solos ni un minuto", dice agradecido el trabajador de la empresa canadiense SNC Lavalin.
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