"El pr¨®ximo Gobierno mexicano se sentar¨¢ a hablar con los carteles"
Vaya la fe por delante. Comienza ¨¦l con las preguntas. "?Practica usted alguna fe?". Da con hueso. "Si cree en Cristo va a entender muchas cosas que me pasan a m¨ª". Dicho queda. Blanco de los pies a la cabeza, con una cruz de madera sobre la camisa anudada por partida doble -el segundo nudo, dice, es el de la "disponibilidad"- el sacerdote mexicano Alejandro Solalinde (Texcoco, 1945) tiene pocos pelos en la lengua cuando habla de inmigrantes, crimen organizado y gobierno. Todo en el mismo saco. "Vivimos en un M¨¦xico muy corrupto donde se confunde la delincuencia organizada con los servidores p¨²blicos", dice sin reparos el sacerdote, de paso por Madrid antes de proseguir, de la mano de Amnist¨ªa Internacional, su gira por varias ciudades espa?olas para denunciar el secuestro y vejaci¨®n de los derechos de los inmigrantes que tratan de cruzar su pa¨ªs de camino hacia Estados Unidos.
"Vivimos en un M¨¦xico muy corrupto donde se confunde la delincuencia organizada con los servidores p¨²blicos"
"Lo ¨²nico que le interesa al PAN ahora es quedar en mejor posici¨®n en las elecciones de 2012"
Solicito y extremadamente educado, el padre Solalinde, coordinador en Ciudad Ixtepec (Oaxaca) del refugio del Episcopado mexicano Hermanos en el Camino, no deja pasar ni media cuando se le pregunta por la violaci¨®n y asesinato de los inmigrantes centroamericanos que saltan la frontera: ?Qu¨¦ sacan las bandas con la muerte de los inmigrantes? "Las bandas y los funcionarios corruptos y la polic¨ªa tambi¨¦n", matiza el padre Solalinde. "No hay que olvidar". El dibujo que traza el padre Solalinde de lo que llama "la tecnolog¨ªa" del cartel de los Zetas demuestra, a su parecer, que "se puede sacar mucho dinero de los pobres". A saber, el dinero de hoy: les abordan en las v¨ªas del tren en el que viajan de forma clandestina para quitarles lo que llevan encima; el dinero de ayer: les torturan hasta que llaman con sus m¨®viles a familiares o enlaces en EE UU para obtener un rescate de sus ahorros, y el dinero de ma?ana: una vez liberados, los inmigrantes necesitan trabajar meses o a?os para pagar la deuda. El sacerdote calcula que las bandas pueden obtener de 500 a 1.000 d¨®lares por secuestro. Y unos 50 millones al a?o si mantienen su actividad.
M¨¢s de 400 personas durmieron durante la primera noche en el albergue que el padre Solalinde abri¨® en 2007 (v¨ªdeo). Ese mismo a?o, el sacerdote fue detenido por prestar asistencia a 18 guatemaltecos. Desde entonces, las v¨ªas de tren que pasan junto al refugio no han dejado de escupir inmigrantes. Ni las bandas han detenido sus secuestros -m¨¢s de 11.300 en seis meses de 2010, seg¨²n datos de Amnist¨ªa. Tampoco han parado los operativos del Instituto Nacional de la Migraci¨®n (INM). El padre Solalinde denuncia que, como sucediese en 2008 hasta la publicaci¨®n del reportaje del periodista Irineo M¨²jica sobre las agresiones de agentes a inmigrantes, de nuevo el INM ha activado los operativos. "Vuelven con el mismo esquema", recalca el sacerdote con la mano cortando la secuencia que ve en su cabeza. "Hay un operativo y luego un secuestro, un operativo y luego un secuestro". ?Quiere decir esto que ha visto lazos entre las fuerzas de seguridad y las bandas? "Por lo menos hay coincidencia", afirma con cautela el padre Solalinde.
El Gobierno mexicano se comprometi¨® el martes ante la ONU a combatir los secuestros de los inmigrantes. "Si no lo pudieron hacer en los 11 a?os que gobern¨® el PAN, menos ahora", dice el padre Solalinde, presente en Ginebra durante las reuniones entre el organismo y representantes del Ejecutivo de Felipe Calder¨®n. "Se van a olvidar. Lo ¨²nico que les interesa ahora es quedar en mejor posici¨®n en las elecciones de 2012". El sacerdote mexicano cree que con el pr¨®ximo Gobierno -que ser¨¢ ocupado por un partido de la oposici¨®n, a su parecer- "va a haber una negociaci¨®n tranquila con los carteles". ?Tienen que sentarse a hablar? "S¨ª, lo van a organizar", contesta sin dudarlo."Entonces el pa¨ªs volver¨¢ a como era antes".
Y si ese "antes" no le necesita, el padre Solalinde seguir¨¢ su camino. "El coraz¨®n no se cansa. Soy misionero, no tengo vacaciones ni jubilaci¨®n".
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