Terror en el pa¨ªs del bien
"Noruega es un lugar en el que nunca pasa nada" es una frase t¨ªpica con la que retratan este tranquilo pa¨ªs los extranjeros que, provenientes de otras latitudes menos afortunadas, han decidido establecerse en este para¨ªso del Estado del bienestar. Y la frase no es despectiva: que no pase nada quiere decir en realidad que no pasa nada malo, y eso es bueno. Pero ayer todo cambi¨®. Y es que, hasta ayer, Noruega era ese pa¨ªs en el que las noticias sobre guerras, atentados y crisis econ¨®micas pasaban de largo, haciendo algo de ruido, pero sin realmente llegar m¨¢s all¨¢ de la superficie. Esas cosas no pasan aqu¨ª. Aqu¨ª se puede dejar la puerta abierta, y la bici sin atar, y se puede ir a las dos de la ma?ana por el centro de Oslo sin mirar por d¨®nde, y los ni?os juegan tranquilos en cualquier sitio y, en general, no hay que preocuparse demasiado por nada. Pero ayer muchas cosas cambiaron. La frase de ayer era: "Ya ni en Noruega se puede estar seguro".
Iv¨¢n pasa todos los d¨ªas por la zona en la que ayer un coche bomba mat¨® al menos a siete personas en el centro de Oslo. Pasa camino del trabajo, aunque ayer, por suerte, libraba, y la explosi¨®n la escuch¨® desde su casa. "Tembl¨® todo, pens¨¦ que era una especie de terremoto", comenta. Lleg¨® a Oslo hace algo m¨¢s de un a?o, despu¨¦s de pasar una temporada en Espa?a, primer destino tras decidir probar suerte fuera de Argentina, su pa¨ªs. Tanto para el como para muchos otros este es un lugar de futuro y de oportunidades. Si se consigue superar el duro clima, y el hecho de que nunca pase nada, uno est¨¢ en su lugar. Y, de hecho, este es el lugar de miles de argentinos, espa?oles, chilenos, somal¨ªes, pakistan¨ªes que, escapando de pa¨ªses en los que pasan demasiadas cosas, buscan la tranquilidad que solo es posible encontrar en un pa¨ªs con menos de un 5% de paro, donde todo el mundo tiene acceso a una sanidad y a una educaci¨®n p¨²blica de calidad, donde se fomenta construir una familia y donde tu mayor problema puede ser, aunque parezca mentira, el aburrimiento.
Oslo, a pesar de su condici¨®n de capital, es una ciudad peque?a. Por eso la bomba de ayer se sinti¨® en casi toda la ciudad. Marcos regenta un restaurante en la calle Storgata, a 300 metros del lugar de la explosi¨®n. "O¨ª un estruendo enorme y pens¨¦ que algo hab¨ªa explotado dentro del restaurante", asegura. Al salir a la calle lo que vio fue algo parecido a "una zona de guerra". "He visto a muchos heridos por los cristales que ca¨ªan de los edificios reventados". Un centro comercial cercano ten¨ªa todas sus ventanas completamente destrozadas, comenta. "Uno viene de Argentina escapando de un mont¨®n de cosas y resulta que aqu¨ª tambi¨¦n pasan". Marcos estuvo antes en Italia e Irlanda. Noruega, para ¨¦l y para muchos otros, es siempre el ¨²ltimo destino, ese lugar donde se est¨¢ totalmente seguro de que no se va a encontrar nada mejor.
La zona de la explosi¨®n de ayer est? cerca de Youngstorget, una plaza de aire sovi¨¦tico dominada por un majestuoso edificio sede del Partido Laborista, uno de los principales responsables de la construcci¨®n del Estado del bienestar noruego y, al parecer, objetivo del hombre que supuestamente coloc¨® la bomba y que posteriormente dispar¨® y mat¨® a decenas de personas en la isla de Ut?ya, en una reuni¨®n de las juventudes del partido. A pesar de que todav¨ªa hay muchos cabos por atar, el hecho de que el autor haya podido ser un noruego ha a?adido m¨¢s confusi¨®n a una sociedad en estado de choque.
Marit regenta una cafeter¨ªa en un peque?o pueblo a las afueras de ?lesund, en los fiordos noruegos. "Esto es horrible, jam¨¢s he visto nada parecido", asegura. Marit lleva una vida c¨®moda y tranquila, con vacaciones en Canarias, los hijos en Oslo y un negocio que le da para vivir bien. es una noruega t¨ªpica, horrorizada hoy por unos acontecimientos que jam¨¢s hab¨ªa sospechado pod¨ªa tener en la puerta de su casa, y su sentimiento es compartido por todo el mundo.
Iv¨¢n sali¨® ayer a la calle, tras el atentado, y se encontr¨® con que en el centro de Oslo no solo hab¨ªa seguridad (normalmente no se ve ni un polic¨ªa), sino que, ahora, los agentes llevaban metralletas. Aqu¨ª la polic¨ªa rara vez aparece, y cuando lo hace, suele ser para, pac¨ªficamente, desalojar de un bar a alguien que ha bebido demasiado o resolver alg¨²n conflicto entre vecinos. Un joven superviviente del tiroteo de Ut?ya contaba en el diario Aftenposten que lo primero que la gente exclam¨®, al ver a un hombre vestido con uniforme de la polic¨ªa abriendo fuego, fue: "?Qu¨¦ pasa? ?Por qu¨¦ la polic¨ªa dispara contra nosotros?". Aqu¨ª los agentes, al igual que el Estado, realmente protegen al ciudadano, seguro dentro de un sistema con d¨¦cadas de buen funcionamiento. El Gobierno apunta a movimientos locales antisistema y uno se pregunta: ?qui¨¦n podr¨ªa estar en contra de este sistema?
Hoy Noruega amaneci¨® distinta. Tras el primer atentado de toda su historia, los noruegos han experimentado por primera vez lo que siempre hab¨ªan visto por la tele: im¨¢genes de lugares destrozados por explosiones, y gente herida, y muertos, y miedo en la calle. Ayer ese lugar era Oslo, capital de un pa¨ªs que lleg¨® a ser un oasis en medio de un desierto de problemas, un lugar intocable, un lugar al final del camino. Ayer la frase era distinta, y no la dec¨ªa un extranjero, sino un noruego: "Noruega se ha dado cuenta, de la peor de las maneras, de que tambi¨¦n est¨¢ en el mundo".
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