El cierre de Guant¨¢namo, sin fecha
El desmantelamiento del centro de detenci¨®n es m¨¢s complicado de lo que parece
Este es un lugar imposible de cerrar. A las partes implicadas les gustar¨ªa hacerlo. Pero el centro de detenci¨®n de Guant¨¢namo es uno de esos sitios de condiciones tan rebuscadas en su excepcionalidad, que ni siquiera el presidente y comandante en jefe de la primera potencia mundial puede desmantelarlo, aunque quiera hacerlo. La mayor¨ªa de presos, unos 530, ya se ha marchado. Muchos de los que aqu¨ª quedan esperan ser transferidos a otros pa¨ªses. Hay un n¨²cleo duro, de 20, que aguarda a su destino, encerrados en una prisi¨®n de m¨¢xima seguridad. Son, por ejemplo, los ide¨®logos de los ataques contra EE UU de 2001. Su presencia aqu¨ª es lo que mantiene la prisi¨®n abierta. Hasta que Washington averig¨¹e qu¨¦ puede hacer con ellos, esta tierra de nadie seguir¨¢ abierta en los acantilados del mar Caribe.
¡°El comandante en jefe ha emitido un decreto por el cual ha ordenado el cierre del centro de detenci¨®n en Guant¨¢namo, y estamos preparados para ello¡±, explica el coronel Donnie L. Thomas, comandante al cargo. ¡°Hemos iniciado el plan para poder hacerlo. Pero hay una serie de problemas que tenemos que solucionar primero. La poblaci¨®n de detenidos y su disposici¨®n es lo que marca los plazos de cierre¡±. Ese decreto, tel¨®n de fondo en esta prisi¨®n, lo firm¨® Barack Obama un d¨ªa despu¨¦s de tomar posesi¨®n de su cargo. Tal era su determinaci¨®n de cerrar este limbo carcelario. Se dio de plazo un a?o. Han pasado casi dos. Esto sigue en pie.
Guant¨¢namo es en realidad dos prisiones: Camp 5 es la de m¨¢xima seguridad, la de los terroristas radicales; Camp 6 es la de poco riesgo, donde vive el 80% de los detenidos, a la espera de ser transferidos. Los presos que viven en esa c¨¢rcel de seguridad media exhiben sus rutinas, labradas laboriosamente durante diez a?os cautiverio. Se reparten su trabajo: hay quien se encarga de limpiar, otro pone la mesa, un tercero organiza el rezo. Si uno se asoma a los cristales te?idos de esta prisi¨®n, les ve en ajetreo constante, acostumbrados a ser observados de forma permanente. Un joven en silla de ruedas. Otro que construye una estanter¨ªa con cartones. Al fondo otro que duerme. Los guardas a esta parte del cristal vienen y se marchan. Cambian las caras, se mantiene el control sobre los presos.
¡°Yo les ayudo, ellos me ayudan. Esa es mi ¨²nica relaci¨®n con ellos¡±, explica Jonathan, un guarda de 24 a?os que trabaja aqu¨ª desde hace seis meses. ¡°No me lo tomo como si el detenido fuera un terrorista y yo debiera tratarle como tal, porque a lo mejor no lo es. No lo s¨¦. No soy yo quien debe decidir eso. Les trato como me gustar¨ªa que me trataran¡±. Jonathan s¨®lo ha tenido un incidente con ellos. Le insultaron, s¨®lo una vez. ¡°Son respetuosos hacia la gente que es respetuosa con ellos. Si creen que les has faltado al respeto, entonces se te cierran. Si hay alguien con algo de poder que les miente, ya no le hablan nunca m¨¢s¡±, a?ade.
A muchos de los detenidos se les sigue interrogando. Lo hacen frecuentemente los empleados en este centro de detenci¨®n. Tambi¨¦n tienen acceso a ellos agentes de la CIA, que en el pasado han sido acusados de torturarles. ¡°Los interrogatorios tienen una funci¨®n estrat¨¦gica en la guerra global contra el terrorismo. Tienen un elemento de protecci¨®n para nuestros guardas y sus operaciones¡±, explica el contralmirante David B. Woods, comandante de la Fuerza Conjunta de Guant¨¢namo, que engloba a las prisiones y toda la log¨ªstica que las sustenta. ¡°Es una red global de terrorismo. Necesitamos entender esa red, y c¨®mo funciona, como se financia y entrena. Todas esas piezas son parte de un puzzle que nos ayuda a defendernos en la guerra global contra el terrorismo¡±.
El campo, abierto hace 10 a?os por George W. Bush para retener a sospechosos de terrorismo, est¨¢ en una base alquilada desde hace m¨¢s de un siglo a Cuba. La soberan¨ªa es cubana, el territorio est¨¢ controlado por los norteamericanos. Las condiciones del contrato de arrendamiento son leoninas: s¨®lo se puede romper si EE UU lo quiere. Washington manda cada a?o un cheque por valor de 2.900 euros a La Habana. Nunca se cobra. Bush encontr¨® la ecuaci¨®n perfecta sobre la que sustentar a esta prisi¨®n: una base, en territorio soberano de un enemigo declarado, con que el EE UU no tiene relaciones diplom¨¢ticas. ?Qu¨¦ m¨¢s da si La Habana se queja de tener esta c¨¢rcel en sus costas? En Washington nadie escucha.
Este entramado carcelario es costoso. Si esta base naval tiene 2.100 soldados, 1.500 trabajan para la prisi¨®n. Cada detenido le cuesta al fisco unos 800.000 d¨®lares (580.000 euros) al a?o, seg¨²n datos de la Casa Blanca. El decreto de Obama se tiene en mente de forma constante. Sobre este lugar planea un aire de provisionalidad. Pero arriba, en la c¨²pula, se sabe muy bien que, de momento, esto poco tiene pocos visos de desaparecer. ¡°No tengo indicaci¨®n expresa alguna de que el centro de detenci¨®n vaya a ning¨²n lado¡±, explica el capit¨¢n Kirk R. Hibbert, comandante de la base. ¡°Yo seguir¨¦ ofreciendo el apoyo necesario para mantener el JTF en marcha, y asegurarme de que sus funciones contin¨²an¡±.
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