EE UU se va de Irak sin dejar un legado
Tras casi nueve a?os, las fuerzas ocupantes dejan una huella escasa Los iraqu¨ªes no olvidan la inseguridad y la destrucci¨®n del paisaje urbano
![?ngeles Espinosa](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F32bb7ff4-537e-43ea-9dab-0cb3f83ba60b.png?auth=fe7906998c48e4418837148be26d16b394f20655dd6a58f57c74c79fe3150bd9&width=100&height=100&smart=true)
![Obama se dirige a las tropas en Fort Bragg.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/3FZYIKVVX7HJNQHJ5PMZUJQZWM.jpg?auth=eccfe325f631c206db84ca22e5ba740185f4a71a7c33bb8ba4b27dd500060db6&width=414)
Las gafas de espejo, el pa?uelo al cuello y el chicle en la boca, la pose de los soldados iraqu¨ªes recuerda a los instructores estadounidenses que les han entrenado. Pero en los ubicuos controles que salpican Bagdad ya casi nadie habla ingl¨¦s. Sus uniformes y sus rutinas de seguridad son la influencia m¨¢s visible tras casi nueve a?os de ocupaci¨®n. No hay McDonalds, ni Starbucks, ni los grandes centros comerciales que constituyen la imagen de marca del estilo de vida americano y que desde hace tiempo cuentan con franquicias en la mayor¨ªa de los pa¨ªses vecinos.
A la pregunta de qu¨¦ huella han dejado los estadounidenses en el pa¨ªs, la mayor¨ªa de los iraqu¨ªes responden con una mirada de perplejidad. La inseguridad y la destrucci¨®n del paisaje urbano son lo primero que les viene a la mente. Ninguno de los entrevistados menciona de entrada la democracia, la libertad o el consumismo que se desat¨® con la apertura de las fronteras. Hay que insistir un poco para que reconozcan algunos cambios que llegaron de la mano de la invasi¨®n, pero no parece que la cultura americana haya calado muy hondo.
¡°Ya estudi¨¢bamos ingl¨¦s y ve¨ªamos pel¨ªculas de Hollywood antes de la invasi¨®n¡±, asegura Haider, un ingeniero inform¨¢tico que acab¨® su carrera en 2008. ¡°Que yo sepa solo hay una universidad americana en Suleimaniya, no aqu¨ª en Bagdad¡±, se?ala por su parte Suha, convencida de que la libertad que trajeron los ocupantes resulta irrelevante sin seguridad. Sin embargo, la sociedad se ha transformado en muchos aspectos.
Husam ten¨ªa 20 a?os cuando llegaron los americanos en 2003. Hab¨ªa crecido durante los a?os de la guerra contra Ir¨¢n primero y las sanciones econ¨®micas despu¨¦s. Ni siquiera la superprotecci¨®n de sus padres, dos profesionales que evitaron chocar con el r¨¦gimen, le salv¨® de la austeridad. ¡°No puedo decir que me faltara nada b¨¢sico, pero tampoco ten¨ªamos ning¨²n aliciente¡±, admite cuando se le recuerda que pasaba el tiempo ante el ordenador con juegos pirateados que ¨¦l y sus amigos consegu¨ªan gracias a que estudiaban inform¨¢tica.
La marca m¨¢s visible sobre el terreno son los uniformes y las rutinas de seguridad
El relato de los viajes que sus padres hab¨ªan realizado al extranjero antes de que ¨¦l naciera, le parec¨ªan una entelequia. Irak estaba cerrado con dos candados, el de la dictadura que dificultaba salir del pa¨ªs y el de un mundo exterior que tampoco facilitaba visados. La televisi¨®n nacional, tres cadenas que compet¨ªan en aburrimiento con sus reiteradas im¨¢genes de Sadam Husein, tampoco aportaban mucha distracci¨®n. El acceso a Internet, que se hab¨ªa autorizado apenas dos a?os antes, estaba absolutamente controlado y solo era posible con unas tarjetas de prepago que resultaban muy caras.
¡°Ese fue el mayor cambio¡±, admite Husam. ?l y sus amigos abrazaron las nuevas tecnolog¨ªas con el fervor del converso. Se pasaban las noches zapeando los cientos de canales que como por arte de magia trajeron las parab¨®licas, o conectados a la web en los primeros garitos que ofrecieron conexiones baratas. Tambi¨¦n descubrieron con fascinaci¨®n los tel¨¦fonos m¨®viles, hasta entonces prohibidos. Y perdieron el curso acad¨¦mico.
Las tentaciones fueron demasiadas. Husam tard¨® varios a?os en encontrar el norte y, con la ayuda de su padre, colocarse en una empresa de servicios en el aeropuerto. All¨ª, ejerci¨® codo con codo con los americanos y descubri¨® una ¨¦tica del trabajo diferente, pero tambi¨¦n unas relaciones personales m¨¢s fr¨ªas y reguladas. ?Lo peor? ¡°La comida¡±, responde sin dudarlo, convencido de que ¡°donde est¨¦ una chawerma [cordero o pollo asado a fuego lento y lajeado] que se quiten las hamburguesas¡±. Tal vez esa sea la raz¨®n por la que no han proliferado los restaurantes de comida r¨¢pida tan populares en EEUU.
El consumismo y el acceso a Internet son los cambios m¨¢s evidentes
Pero no solo los j¨®venes fueron tentados por el mercado de consumo que se abri¨® a la vez que las fronteras. El padre de Husam cambi¨® r¨¢pidamente su viejo Brasili, como aqu¨ª se conoc¨ªa a los Volkswagen Passat fabricados en Brasil, por un BMW 525 de segunda mano. La desaparici¨®n de los elevados impuestos que convert¨ªan la importaci¨®n de veh¨ªculos en un lujo solo al alcance de los privilegiados, se tradujo en un aumento exponencial del tr¨¢fico. Todo el mundo se compr¨® un coche nuevo. Y televisiones, aparatos de aire acondicionado, electrodom¨¦sticos¡
Claro que no necesariamente made in USA. En las tiendas de Karrada y Arrasat, junto a los General Electric o los Whirpool, se ofrecen los Siemens y los Moulinex europeos, pero se llevan la palma las marcas asi¨¢ticas, de precios m¨¢s competitivos. Entre los fabricantes de coches estadounidenses, solo Dodge parece haber abierto un concesionario exclusivo.
Ni siquiera en la ropa se percibe la influencia. Mientras en otros pa¨ªses de la zona se ve a j¨®venes que incluso vestidos con las t¨²nicas tradicionales adoptan la gorra de b¨¦isbol como complemento, en las calles de Bagdad impera la voluntad de pasar desapercibido. El objetivo es no llamar la atenci¨®n, para evitar a secuestros y extorsiones. De ah¨ª que los colores preferidos sean distintos tonos de gris y marr¨®n, y el look popular sea m¨¢s Teher¨¢n que Nueva York.
Da la impresi¨®n de que los iraqu¨ªes quisieran distanciarse psicol¨®gicamente de la asociaci¨®n con un hu¨¦sped que lleg¨® sin invitaci¨®n y se qued¨® m¨¢s de lo tolerable. Incluso el antiguo hotel Sheraton ha quitado de su fachada el s¨ªmbolo de esa cadena, que hab¨ªa mantenido durante dos d¨¦cadas despu¨¦s de que dejara la gesti¨®n.
?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
![?ngeles Espinosa](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F32bb7ff4-537e-43ea-9dab-0cb3f83ba60b.png?auth=fe7906998c48e4418837148be26d16b394f20655dd6a58f57c74c79fe3150bd9&width=100&height=100&smart=true)