Catar se erige en el mediador omnipresente en el mundo musulm¨¢n
El emirato llena el vac¨ªo diplom¨¢tico dejado por Egipto y Arabia Saud¨ª
![?ngeles Espinosa](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F32bb7ff4-537e-43ea-9dab-0cb3f83ba60b.png?auth=fe7906998c48e4418837148be26d16b394f20655dd6a58f57c74c79fe3150bd9&width=100&height=100&smart=true)
![El emir Hamad bin Jalifa al Thani, en un acto deportivo en diciembre.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/G2LICD6DACP43VZ5IOCZYPUQ5Q.jpg?auth=584f264358ebd8df946235ceda523f192a191e2c0cc3e942da9dc1387d32bdd5&width=414)
El anuncio la semana pasada de que los talibanes afganos van a abrir una oficina pol¨ªtica en Catar dice tanto o m¨¢s del creciente peso pol¨ªtico de ese peque?o emirato como de las intenciones de la milicia. La diplomacia catar¨ª lleva varios a?os mediando en algunos de los problemas m¨¢s intratables de la zona (Sud¨¢n, Yemen, L¨ªbano). Sin embargo, desde el estallido de la primavera ¨¢rabe su alineamiento con las revueltas ha dado un nuevo ¨¦nfasis a ese esfuerzo. Como el empe?o en albergar grandes eventos deportivos, su pol¨ªtica exterior busca sin duda prestigio internacional, pero es sobre todo la estrategia de supervivencia en un entorno regional dif¨ªcil de un pa¨ªs limitado por su demograf¨ªa, aunque dotado de ingentes recursos naturales.
Con 11.500 kil¨®metros cuadrados y una poblaci¨®n aut¨®ctona que apenas alcanza el cuarto de mill¨®n, Catar ha adquirido un peso internacional muy por encima de lo esperable. El entusiasmo que ha mostrado por las revueltas en T¨²nez, Egipto, Yemen, Libia o Siria contrasta con la prevenci¨®n que los cambios han despertado en Arabia Saud¨ª, y las aparentes simpat¨ªas que han despertado en Ir¨¢n. El apoyo operacional catar¨ª a la zona de exclusi¨®n a¨¦rea libia fue decisivo para legitimar la resoluci¨®n de la ONU que firm¨® la sentencia de muerte del r¨¦gimen de Muamar el Gadafi. Adem¨¢s, el emirato se ha se ha mostrado m¨¢s r¨¢pido que Occidente en aceptar la realidad del ascenso islamista que ha tra¨ªdo el derribo de los dictadores.
"Qatar destaca porque nadie m¨¢s tiene una pol¨ªtica activa en la regi¨®n", interpreta Tarik Yousef, investigador principal de la Brookings Institution y director de Silatech, una iniciativa para crear empleo juvenil basada en Catar. En su opini¨®n, Egipto y Arabia Saud¨ª, los poderes tradicionales, se est¨¢n quedando al margen, el primero absorto en sus propios problemas y el segundo, falto de reflejos.
Relaci¨®n con las potencias
Yousef admite que tambi¨¦n pesa que el emirato "tiene buenas relaciones con las potencias que cuentan, es percibido como un interlocutor justo y tiene los recursos financieros necesarios". De hecho, algunos observadores han tachado sus esfuerzos de "diplomacia de chequera". Disponer de las terceras reservas mundiales de gas ayuda, pero no basta. Todos los analistas consultados destacan la implicaci¨®n personal del emir y del primer ministro tanto para evitar que L¨ªbano se precipitara en una nueva guerra civil en 2008 como en recabar apoyos para la oposici¨®n libia la pasada primavera.
Sin embargo, no todo el mundo comparte la idea de que exista un vac¨ªo, y la insistencia de Catar por participar en algunas crisis ha molestado a sus vecinos. Tal fue el caso de Egipto al saber de su implicaci¨®n en Sud¨¢n, un pa¨ªs que consideraba dentro de su esfera de influencia, y de Arabia Saud¨ª poco despu¨¦s a ra¨ªz de su intento de ayudar al Gobierno yemen¨ª a cerrar la crisis con los rebeldes del clan Huthi (chi¨ªes). Ahora, la anunciada apertura de una oficina talib¨¢n en Doha vuelve a dejar de lado a ese reino que fue el principal financiador de la milicia afgana.
Mehran Kamrava, que dirige el Centro de Estudios Internacionales y Regionales de la Universidad de Georgetown en Catar, considera que la principal motivaci¨®n del emirato "es una estrategia de supervivencia de un Estado peque?o en un entorno dif¨ªcil, lo que exige la participaci¨®n activa con el resto del mundo".
La supervivencia buscar¨ªa en ¨²ltima instancia la seguridad de la familia gobernante, los Al Thani, una monarqu¨ªa absoluta que como el resto de las de la regi¨®n aprendi¨® la lecci¨®n de la invasi¨®n iraqu¨ª de Kuwait en agosto de 1990. Ese objetivo explicar¨ªa tambi¨¦n alguna de las contradicciones que los cr¨ªticos achacan a la diplomacia catar¨ª, como que no haya mostrado en el caso de Bahr¨¦in la misma simpat¨ªa que con el resto de las revueltas.
Intereses nacionales
¡°La pol¨ªtica exterior de Catar se mueve por el inter¨¦s nacional", explica Kamrava en un email. En Siria, como antes en Libia, los gobernantes catar¨ªes habr¨ªan llegado a la conclusi¨®n de que su l¨ªder est¨¢ acabado y que el derramamiento de sangre no conviene para la estabilidad regional. En Bahr¨¦in, por el contrario, han estimado "que los Al Jalifa no van a hacer concesiones a las reformas porque Arabia Saud¨ª no lo permitir¨ªa y en consecuencia cualquier esfuerzo en apoyo de los opositores al r¨¦gimen ser¨ªa in¨²til".
Algunos observadores han querido ver un factor religioso en esa actitud. Los Al Thani de Catar son sun¨ªes como los Al Jalifa de Bahr¨¦in, mientras que el grueso de quienes piden reformas en esa isla-Estado son chi¨ªes. Sin embargo, esa consideraci¨®n sectaria no ha impedido que el emirato mantenga buenas relaciones con el r¨¦gimen chi¨ª de Ir¨¢n y haya chocado con la monarqu¨ªa sun¨ª de los Al Saud, de quien hasta hace un par de d¨¦cadas se le consideraba vasallo.
Del mismo modo, sus gobernantes han sido capaces de mantener la presencia en su territorio del Mando Central (CENTCOM) y una base ¨¢rea de EE UU sin ser tachados de lacayos de la superpotencia como otros aliados de la zona. Oportunistas para unos y realistas para otros, han logrado as¨ª cultivar una imagen de neutralidad que hoy en d¨ªa constituye la mejor baza de su pol¨ªtica exterior. Sin embargo, a medida que su actividad diplom¨¢tica vaya situando a Catar en el centro de la escena, la necesidad de tomar posiciones har¨¢ m¨¢s dif¨ªcil conservarla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
![?ngeles Espinosa](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F32bb7ff4-537e-43ea-9dab-0cb3f83ba60b.png?auth=fe7906998c48e4418837148be26d16b394f20655dd6a58f57c74c79fe3150bd9&width=100&height=100&smart=true)