Francia padece v¨¦rtigo
El malestar viene de un pasado que no volver¨¢ y un futuro a la deriva
Una Francia menor, superada por Alemania, est¨¢ a punto de pasar por las urnas sin hallar en la pol¨ªtica un horizonte que conforte a los franceses, convencidos de ser v¨ªctimas de la globalizaci¨®n y de una Europa a la deriva. El segundo pa¨ªs de la UE y quinta potencia econ¨®mica mundial, no se ha sacudido la crisis existencial que arrastra desde hace tiempo. ?Qu¨¦ Francia quiere ser? La estatista, protegida, conservadora, que no desea perder lo adquirido, temerosa de las reformas, con un estado michel¨ªn que dispone del 56% de la riqueza nacional, o una naci¨®n creativa, abierta al mundo, m¨¢s competitiva aunque m¨¢s insegura. Todav¨ªa a?ora les Trente Glorieuses, las tres d¨¦cadas felices y pr¨®speras transcurridas desde finales de la ¨²ltima guerra mundial, que ni siquiera empa?aron los sucesos de Mayo del 68. Los tiempos en los que Francia, en palabras de Charles De Gaulle, el fundador de la V Rep¨²blica, ten¨ªa ¡°una cierta idea de s¨ª misma¡±, la Francia de la grandeur. El malestar es el batido de una nostalgia del pasado que no volver¨¢ y la incertidumbre ante el futuro derivada de la certeza de que los hijos no tendr¨¢n las mismas oportunidades que sus padres. Francia, a pesar de un d¨¦ficit p¨²blico del 90% del PIB, ofrece aun un envidiable nivel de vida a sus ciudadanos. Con un problema: su modelo de bienestar social es a la sueca pero el pa¨ªs no crea la riqueza suficiente para pagarlo. Es insostenible, pero se resiste a hacer las reformas necesarias para adecuarlo a la realidad, como una fiscalidad tambi¨¦n n¨®rdica. El economista Jacques Attali ha descrito as¨ª en The New Yorker el v¨¦rtigo que sufren los franceses. ¡°Estamos como en unos dibujos animados, donde la gente ve a alguien que todav¨ªa corre, sin saber que ya ha sobrepasado el precipicio. Ese es el presidente¡±.
Francia, en cierta manera, es un extra?o pa¨ªs. Vive encantada de haberse conocido, bajo un r¨¦gimen democr¨¢tico nacido de un golpe de Estado blando hace 54 a?os, que estableci¨® una rep¨²blica hiperpresidencialista cuyo titular no solo gobierna sino que tambi¨¦n reina: no entenderlo as¨ª le ha costado caro a Sarkozy, que se ha manejado m¨¢s como un primer ministro a la brit¨¢nica ¡°degradando¡± la funci¨®n presidencial; candidatos troskistas concurren regularmente a las elecciones presidenciales; sus socialistas son los m¨¢s antiguos de Europa y a¨²n creen en la lucha de clases: su candidato, Fran?ois Hollande, afirma que los ricos son su principal enemigo, mientras que Sarkozy, que lleg¨® al poder con el prop¨®sito de reconciliar a Francia con el dinero, constata su fracaso en moralizar el capitalismo; los franceses desconf¨ªan del libre mercado. Solo el 31% cree que es el mejor sistema econ¨®mico. Una naci¨®n en la que los pol¨ªticos prefieren decir que la riqueza es un esc¨¢ndalo, a que la pobreza es inaceptable.
Sarkozy, ¡°un peque?o franc¨¦s de sangre mezclada¡±, como se define a s¨ª mismo, el hijo desclasado de un inmigrante jud¨ªo h¨²ngaro, ha fracasado en su intento de cambiar la Francia eterna. Prometi¨® una ruptura liberal con las viejas estructuras, una cierta anglosajonizaci¨®n del pa¨ªs campesino e industrial de los m¨¢s de 300 quesos; ¡°trabajar m¨¢s para ganar m¨¢s¡±. Pero el presidente agitado solo ha logrado, con mucho esfuerzo, aumentar la edad de jubilaci¨®n de 60 a 62 a?os y liberalizar las universidades. Su proyectada ruptura ha sido laminada por la crisis y por sus propias contradicciones; ha ca¨ªdo en su pelea con Merkel por la primac¨ªa europea; Francia ha perdido la calificaci¨®n estrella de la Triple A; patina su lema electoral, Una Francia Fuerte; exporta menos que su poderosa vecina, mientras paga m¨¢s que Berl¨ªn para financiarse. Al ambicioso volatinero pol¨ªtico que ocupa el El¨ªseo no le ha faltado audacia en el exterior. Decidi¨® reintegrar a Francia en la estructura militar de la OTAN, enterrando el principio de la independencia sancionado por De Gaulle, y encabez¨® la guerra contra Gadafi en Libia, la primera contienda ganada por un jefe del estado franc¨¦s desde Napole¨®n. La resistencia pasiva de una gran naci¨®n como Francia es muy grande. Hollande, el hombre prudente, criado en la burocracia del aparato socialista, vende un cambio tranquilo a una sociedad que en el fondo se resiste a cambiar. Y, sobre todo, que no es Sarkozy. Ser¨ªa el candidato en blanco y negro, como la pel¨ªcula muda francesa triunfadora en Hollywood, El artista, el antih¨¦roe, frente a los efectos especiales a todo color de Sarkozy, seg¨²n la sugerente imagen del peri¨®dico Le Devoir, de Quebec. Es lo que hay en Europa: volvemos al blanco y negro.
fgbasterra@gmail.com
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