Rebeli¨®n a bordo
El desacoplamiento econ¨®mico entre los pa¨ªses del Norte y del Sur se hace imposible
El poder se puede ejercer de dos maneras: directamente, sometiendo una decisi¨®n a debate p¨²blico y posterior votaci¨®n, o de una manera m¨¢s sutil, eliminando de la agenda p¨²blica la discusi¨®n sobre una pol¨ªtica y sus alternativas. De lo que no se habla, no existe; de ah¨ª que los pol¨ªticos dediquen tantas energ¨ªas a controlar la agenda p¨²blica.
As¨ª estaban las cosas en Europa respecto a la austeridad. Sin embargo, en poco menos de una semana, los diques se han roto y el debate ha irrumpido con fuerza, permitiendo una recomposici¨®n total de los t¨¦rminos del debate europeo. Como todo cambio s¨²bito, resulta m¨¢s f¨¢cil explicarlo a posteriori que predecirlo a priori pero lo cierto es que han sido numerosas las voces que en los dos ¨²ltimos a?os se han mostrado a favor de un cambio de estrategia. No obstante, una y otra vez, estas voces fracasaron. Y si fracasaron fue en gran parte porque los destinatarios de estos mensajes pudieron cuestionar la legitimidad de los que planteaban el cambio de rumbo. Por un lado, los mensajes provenientes del otro lado del Atl¨¢ntico eran rehusados con el argumento, primero, de que Estados Unidos y la Uni¨®n Europea era tan distintos que hac¨ªan imposible que las recetas aplicadas en un lado funcionaran en otro y, segundo, al atribuir un sesgo ideol¨®gico izquierdista a los economistas estadounidenses (Krugman, Sachs y Stiglitz, entre otros) m¨¢s cr¨ªticos con las pol¨ªticas de austeridad europeas.
Algo parecido ha venido ocurriendo con los mensajes que ven¨ªan del sur de Europa, rechazados con argumentos similares: por ideol¨®gicos, cuando ven¨ªan de los socialistas, o por auto-interesados, al cuestionarse el derecho de un paciente irresponsable y endeudado a opinar sobre su tratamiento. Eso explica que ni siquiera el cambio a gobiernos de orientaci¨®n conservadora en los cuatro pa¨ªses del Sur de Europa pudiera alterar los t¨¦rminos del debate europeo. Pese a sus impecables credenciales conservadoras, Passos Coelho, Rajoy, Monti y Papademos han estado amordazados: en su actual situaci¨®n de debilidad econ¨®mica, coaligarse contra Alemania y Francia, de la que dependen para salvarse, carec¨ªa de sentido.
En esas circunstancias, no cabe dudar de que la victoria de Hollande en la primera vuelta de las presidenciales francesas es la que ha dado un vuelco al debate. Sin embargo, Hollande no es toda la historia: primero, porque todav¨ªa no ha ganado; segundo, porque los conservadores del sur de Europa tienen, por razones obvias, reticencia a confiar en un socialista franc¨¦s; y tercero, porque incluso aunque gane, su margen de maniobra ser¨¢ m¨ªnimo y su capacidad de imponerse a Alemania muy reducida. En la memoria de Hollande sin duda est¨¢ grabado lo ocurrido en 1981, cuando Mitterrand sali¨® en tromba por la izquierda y fue inmediatamente devuelto al redil por los mercados, que se cebaron contra el franco (ahora lo har¨ªan contra su deuda).
Tan importante para el cambio o incluso m¨¢s a¨²n ha sido: primero, la ca¨ªda del Gobierno en los Pa¨ªses Bajos, pues el Gobierno conservador de Rutte era y es un aliado esencial de Alemania. Segundo, que el Fondo Monetario Internacional pasara a cuestionar p¨²blicamente la rigidez con la que la estrategia de austeridad se est¨¢ aplicando. Tercero, el fracaso de las pol¨ªticas de austeridad en el Reino Unido, donde Cameron, otro adalid de la austeridad, no ha podido generar crecimiento ni siquiera con el respaldo de los baj¨ªsimos tipos de inter¨¦s sobre su deuda garantizados por el Banco de Inglaterra. Y cuarto y ¨²ltimo, la sucesi¨®n de datos econ¨®micos negativos a lo largo de toda Europa han mostrado que el desacoplamiento econ¨®mico entre los pa¨ªses del Norte, que ir¨ªan creciendo como resultado de sus virtuosas pol¨ªticas, y del Sur, que tendr¨ªan que esperar a crecer hasta que tuvieran efecto las reformas, es imposible.
Frente a los argumentos de fuera (EEUU), de abajo (el Sur de Europa) o de enfrente (los socialistas), estos argumentos provienen del coraz¨®n del sistema, lo que ha hecho imposible que fueran ignorados. As¨ª pues, un cambio en Francia era una condici¨®n necesaria, pero no suficiente. Hasta qu¨¦ punto cambiar¨¢n las cosas como resultado de este realineamiento de fuerzas es todav¨ªa una inc¨®gnita pues el proceso acaba de empezar y est¨¢ lleno de incertidumbres: en mayo tendremos la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, las elecciones griegas y el refer¨¦ndum en Irlanda sobre el Tratado fiscal, y en junio las elecciones legislativas francesas. Entre medias, una Angela Merkel sometida a presiones contradictorias desde m¨²ltiples ¨¢mbitos tendr¨¢ que someter a ratificaci¨®n ante el Bundestag el pacto fiscal europeo y el mecanismo europeo de estabilidad (MEDE). M¨¢s que nunca, el futuro de Europa pasa por las manos de la canciller. ?Sofocar¨¢ la rebeli¨®n y mantendr¨¢ el rumbo o aceptar¨¢ la necesidad de virar?
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