Las relaciones de Espa?a y Alemania
El fuerte impacto de la crisis nos lleva al absurdo de responsabilizar a Berl¨ªn y a Merkel
En un momento en que han surgido tantos malentendidos, conviene reconsiderar las relaciones entre Espa?a y Alemania con una mirada retrospectiva de largo alcance. Se inician cuando Carlos, rey de Castilla, Arag¨®n y Navarra, duque de Borgo?a y archiduque de Austria, es elegido en 1520 emperador del Sacro Imperio Romano Germ¨¢nico. Es un primer encuentro harto desafortunado, al resultar la pol¨ªtica del emperador Carlos tan catastr¨®fica para Espa?a como para Alemania. Los reinos espa?oles reciben a un joven que desconoce lengua y costumbres, rodeado de extranjeros que pretenden esquilmarlos para financiar la pol¨ªtica borgo?ona con la que Carlos se identific¨® toda su vida. Los pr¨ªncipes electores, comprados por el banquero Jacobo Fugger, eligen a un emperador que adem¨¢s de pasar poco tiempo en Alemania, ya que estuvo a cargo de su hermano Fernando, ni siquiera lleg¨® a aprender el idioma, imbuido del desprecio borgo?¨®n por los alemanes.
Pero lo peor fue que Carlos no supo encarar la reforma luterana con los compromisos que hubieran evitado un conflicto de tan grav¨ªsimas consecuencias y no solo para Alemania. Los alemanes luteranos odiaron a los espa?oles ¡°por moriscos que ignoran todo del cristianismo¡±, mientras que los cat¨®licos los acusaban de ¡°crueles y orgullosos¡±, cualidades que se atribuyen a cualquier ej¨¦rcito de ocupaci¨®n.
Es cierto que el emperador Carlos se espa?oliz¨®, pero lejos de realizar una pol¨ªtica acorde con los intereses peninsulares, sucumbi¨® al mito, ya desfasado en un tiempo en que surg¨ªan los Estados modernos, de construir un imperio cristiano universal y que hasta el Papado rechazaba, temeroso de que volvieran las tensiones del pasado con el Imperio.
A finales del siglo XVIII la decadencia pol¨ªtica y cultural de Espa?a hab¨ªa llegado a tal extremo que el joven Lessing escribe a sus padres que va a aprender espa?ol, por ser una lengua ¡°desconocida¡± que pudiera servir de ant¨ªdoto contra la hegemon¨ªa cultural francesa. Con esta intenci¨®n, los ilustrados alemanes descubrieron a Calder¨®n.
Los espa?oles vuelven a Alemania a mitad del siglo XIX. Juli¨¢n Sanz del R¨ªo vino con el encargo de dar cuenta de los progresos de este pa¨ªs y, a su regreso, se trae a Krause, un fil¨®sofo de segunda, cuya doctrina, sin embargo, estuvo en el origen del mayor acontecimiento en la vida cultural espa?ola, la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. La figura intelectual m¨¢s importante del siglo pasado, Ortega, estudi¨® en Alemania y sirvi¨® de puente entre los dos pa¨ªses.
Si los liberales espa?oles se orientaron pol¨ªticamente por Gran Breta?a, aunque Francia fuese la principal fuente de informaci¨®n cultural, en la Primera Guerra Mundial la Espa?a conservadora se inclin¨® por Alemania, cuya preferencia se refuerza con la ayuda de la Alemania hitleriana al alzamiento militar. En los a?os cincuenta y sesenta la Alemania Federal mantuvo buenas relaciones con la Espa?a de Franco y, en los ¨²ltimos a?os, se perfil¨® como colaboradora de una salida democr¨¢tica dentro del mundo occidental. Las relaciones entre Felipe Gonz¨¢lez y Helmut Kohl fueron muy estrechas sirviendo la Alemania Federal de mediador decisivo para nuestro ingreso en la Comunidad Europea. A la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, Espa?a fue el primer pa¨ªs que apoy¨® la unificaci¨®n.
En los a?os sesenta y setenta, al recibir a varios cientos de miles de trabajadores los alemanes descubrieron que los espa?oles ¨¦ramos diligentes y cumplidores. Los millones de turistas alemanes que visitaron Espa?a aprendieron en nuestro pa¨ªs a disfrutar de la vida. Cuando las relaciones hispano-alemanas hab¨ªan llegado a un alto grado de satisfacci¨®n mutua, el fuerte impacto de la crisis nos lleva al absurdo de responsabilizar a Alemania, y en concreto a la canciller Merkel, de nuestras desgracias.
Conviene considerar: 1. Las consecuencias terribles si el euro desapareciera. 2. Que las clases dirigentes alemanas, muy interesadas en que el euro perdure, tienen que asumir un papel hegem¨®nico en Europa, algo que los pa¨ªses que fueron ocupados en la II Guerra Mundial ven con el mayor recelo y que la propia poblaci¨®n, m¨¢s nacionalista que europe¨ªsta, rechaza. 3. Que una respuesta solidaria europea solo dar¨ªa sus frutos, si previamente se dispusiera de instrumentos de control comunitarios. Ning¨²n pa¨ªs har¨ªa los sacrificios necesarios para salir del atolladero, si pudieran financiarse con pr¨¦stamos o ayudas externas. Pero no olvidemos que todav¨ªa es responsabilidad nuestra c¨®mo se distribuyen las cargas, reduciendo el gasto social o aumentando la tributaci¨®n de los que m¨¢s tienen.
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