El s¨ªndrome de Estocolmo
El temor es que el presidente, que como los dem¨¢s Hermanos Musulmanes sufri¨® en carne propia la persecuci¨®n de Mubarak, se comporte de manera similar ahora que ostenta el poder
El pasado 12 de agosto, el entonces todav¨ªa desconocido presidente de Egipto, Mohamed? Morsi, dio un inopinado golpe de tim¨®n y cambi¨® la derrota de la atribulada transici¨®n egipcia. Para estupor de contrincantes, diplom¨¢ticos y analistas ces¨® al m¨¢ximo responsable del Ej¨¦rcito, el poderoso mariscal Tantawi, y a golpe de decreto cercen¨® la a?osa c¨²pula militar que asumi¨® el poder tras la asonada te?ida de revuelta popular que acab¨® con los treinta a?os de dictadura de Hosni Mubarak. Entendido como una suerte de golpe de estado encubierto, la decisi¨®n de Morsi gener¨® una oleada de cr¨ªticas y temores, tanto en el exterior ¡ªen particular de Israel¡ª como en el interior del pa¨ªs, donde concit¨® la desconfianza de los sectores laicos y la hostilidad de los islamistas m¨¢s radicales. Ambos tem¨ªan, al igual que los "nost¨¢lgicos del antiguo r¨¦gimen", que la acumulaci¨®n presidencial de poderes desembocara en una nueva forma de autocracia, esta vez de naturaleza isl¨¢mica. Observado con la ponderaci¨®n que proporciona el tiempo, la virulenta maniobra de Morsi ten¨ªa como fin sortear uno de los m¨²ltiples escollos que a¨²n amenazan la transici¨®n egipcia, todav¨ªa muy distante de una genuina democracia. Acostumbrados a manejar los hilos pol¨ªticos y econ¨®micos del pa¨ªs, Tantawi ¡ªque durante veinte a?os ejerci¨® de ministro de Defensa con Mubarak¡ª y su politizado Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF) trabajaban entre bambalinas para defender sus vetustas prebendas y socavar las prerrogativas del presidente y del Parlamento salido de las urnas.
Tres meses despu¨¦s, el mandatario islamista ha optado por una estrategia similar para quebrar la capacidad de obstrucci¨®n del Poder Judicial, todav¨ªa bajo el control y la influencia de algunos jueces que bendijeron la opresi¨®n durante la satrap¨ªa de la familia Mubarak. En un ejercicio de sagacidad pol¨ªtica, este Hermano Musulm¨¢n de profundas convicciones religiosas aprovech¨® el aura que le proporcion¨® la mediaci¨®n del alto el fuego entre Israel y Hamas para apilar nuevos poderes y atacar frontalmente otro de los farallones que amenazan un tr¨¢nsito hacia la democracia que casi dos a?os despu¨¦s de iniciado a¨²n coquetea con el colapso. Apenas veinticuatro horas despu¨¦s de garantizarse la tregua, emiti¨® un decreto constitucional que ha permitido la destituci¨®n del fiscal general del Estado ¡ªhombre del antiguo r¨¦gimen¡ª, ha reabierto el camino para el enjuiciamiento de oficiales implicados en la violencia contra los manifestantes que fueron absueltos en primera instancia y blindado a la C¨¢mara Alta y a la Asamblea Constituyente frente a cualquier orden de disoluci¨®n por parte de la igualmente politizada Judicatura. El pol¨¦mico decreto proporciona, adem¨¢s, inmunidad al presidente durante el tiempo que se necesite hasta proclamar la nueva Constituci¨®n.
Acertado o no en la estrategia pol¨ªtica, la acci¨®n de Morsi alberga una preocupaci¨®n l¨ªcita y una amenaza real. La primera est¨¢ relacionada con el abisal grado de polarizaci¨®n pol¨ªtica en el que se sumerge el pa¨ªs, que parece alejarse del di¨¢logo necesario para perderse en las arriesgadas simas de la divisi¨®n pol¨ªtica y social. No solo entre los diferentes grupos pol¨ªticos, sino tambi¨¦n en el seno de la propia cofrad¨ªa, donde las desavenencias entre el ala m¨¢s pragm¨¢tica de los Hermanos Musulmanes ¡ªencarnada en el propio presidente - y los sectores m¨¢s retr¨®grados -que se aproximan al salafismo¡ª es cada d¨ªa m¨¢s pronunciada. Sin puentes de di¨¢logo abiertos con la oposici¨®n laica -que sigue atomizada, desorientada y carente de arraigo popular -, el miedo es que Morsi y su c¨ªrculo se hallen demasiado solos frente a la pujanza de los intransigentes y la eventual resurrecci¨®n de aquellos nost¨¢lgicos del status quo depuesto. La inquietud reside en que, ante esta posible situaci¨®n, el presidente y los hermanos ¡ªque, como el resto de los egipcios, sufrieron durante toda su vida la persecuci¨®n y la crueldad f¨ªsica y ps¨ªquica de una tiran¨ªa atroz¡ª queden atrapados en un s¨ªndrome de Estocolmo que sepulte no solo las esperanzas de sus compatriotas, sino tambi¨¦n la de millones de ciudadanos de los pa¨ªses vecinos que cada vez sienten menos la "primavera" en el considerado nuevo despertar ¨¢rabe.
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