Andreotti, el amo de las sombras
Uno de los mayores estudiosos de la Mafia repasa las conexiones del que fue siete veces primer ministro italiano con la Cosa Nostra
El 6 de enero de 1980, Piersanti Mattarella, el l¨ªder democristiano del Gobierno regional de Sicilia ¡ªen otras palabras, el pol¨ªtico m¨¢s importante de la isla¡ª, muri¨® ejecutado cuando entraba en su coche para ir a misa con su mujer y su hijo. Mattarella hab¨ªa emprendido una campa?a para limpiar la concesi¨®n de contratos por parte del Gobierno. Su esposa vio c¨®mo se acercaba el asesino al coche y le dio tiempo a suplicarle que no disparase.
Gracias a un veredicto emitido por el Tribunal Supremo en 2004, ahora sabemos que el asesinato de Mattarella constituy¨® un punto de inflexi¨®n en la biograf¨ªa del pol¨ªtico italiano m¨¢s poderoso, m¨¢s controvertido y m¨¢s inescrutable de la era de la guerra fr¨ªa. Hasta ese d¨ªa de 1980, Giulio Andreotti era un amigo servicial de la Mafia siciliana que se aliaba con los pol¨ªticos preferidos de los mafiosi, intercambiaba favores con ellos y hac¨ªa todo lo posible por los intereses de la asociaci¨®n criminal; por ejemplo, protegiendo a los banqueros corruptos que blanqueaban los beneficios del narcotr¨¢fico.
Los detalles de la relaci¨®n de Andreotti con el asesinato de Mattarella son escalofriantes (conviene recordar que ambos eran miembros del mismo partido pol¨ªtico). Gracias a sus contactos con Stefano Bontate, entonces jefe supremo de la Cosa Nostra, Andreotti sab¨ªa de antemano que iban a asesinar a Mattarella. Pero no hizo nada. Mejor dicho, nada aparte de pedir a Bontate y sus hombres que emplearan un m¨¦todo m¨¢s moderado. Tampoco despu¨¦s de la muerte de Mattarella hizo nada Andreotti. Mejor dicho, nada aparte de reunirse con Bontate y otros mafiosi destacados en una finca agraria pr¨®xima a Catania para presentarles en persona su protesta. La respuesta de Bontate fue brusca: ¡°Nosotros mandamos en Sicilia. Y si no quiere que eliminemos a toda la DC, m¨¢s le vale hacer lo que le digamos¡±.
A partir de ese momento, Andreotti empez¨® a distanciarse de la Mafia y acab¨® por convertirse en su enemigo, hasta el punto de que la Cosa Nostra plane¨® matarle.
En 1968, el pol¨ªtico se ali¨® con el ala del partido Democracia Cristiana en Sicilia, la m¨¢s infiltrada por el crimen organizado
Tanto el asesinato de Mattarella como la larga colaboraci¨®n de Giulio Andreotti con esa hermandad de criminales denominada Mafia siciliana son dos cosas que debemos situar en su contexto hist¨®rico.
Por desgracia, la colaboraci¨®n de Andreotti no tiene nada de sorprendente. Comenz¨® en 1968, cuando se ali¨® con la facci¨®n del partido Democracia Cristiana en la isla m¨¢s poderosa y m¨¢s infiltrada por el crimen organizado. Era un grupo encabezado por Salvo Lima, de quien ahora se sabe que era hijo de un asesino mafioso de los a?os treinta. La nueva base de poder de Andreotti en Sicilia le elev¨® a las m¨¢s altas instancias nacionales: en 1972 inici¨® el primero de sus siete mandatos como primer ministro. Antes de Andreotti, ya hab¨ªan hecho lo mismo otras generaciones de pol¨ªticos nacionales. Reclutaban a miembros de la clase dirigente siciliana para sus coaliciones y alianzas sin preocuparse mucho por el ¡°olor a Mafia¡± que les rodeaba. A eso se refer¨ªa un juez cuando declar¨® ¡ªun siglo antes de que Andreotti sellara su pacto con el diablo¡ª que la Mafia era ¡°un sistema de gobierno local¡±.
El asesinato de Mattarella confirm¨® la terrible escalada iniciada en 1979. Tradicionalmente, la Mafia siciliana se hab¨ªa mostrado muy reacia a matar a personajes p¨²blicos. Prefer¨ªa infiltrarse en las estructuras del Estado, no atacarlo. En los a?os ochenta, enriquecida por la droga y furiosa por la m¨ªnima resistencia del Estado, la organizaci¨®n empez¨® a matar de forma sistem¨¢tica a cualquier periodista, magistrado, polic¨ªa o pol¨ªtico que se le enfrentaba. Con la adopci¨®n de esas t¨¢cticas terroristas, la Cosa Nostra terminar¨ªa por perder a la mayor¨ªa de sus valiosos protectores pol¨ªticos y por quedarse al descubierto ante los ataques de una magistratura revivida.
El caso de Andreotti es el mejor ejemplo de esas consecuencias pol¨ªticas del giro terrorista que dio la Mafia en los a?os ochenta. En 1989, Andreotti tom¨® posesi¨®n como primer ministro por s¨¦ptima y ¨²ltima vez. Bajo su mandato, el mayor enemigo de la Cosa Nostra, el heroico juez Giovanni Falcone, lleg¨® al Ministerio de Justicia, en el que cre¨® los organismos de investigaci¨®n que todav¨ªa hoy dirigen la lucha contra el crimen organizado en Italia. En 1992, la Cosa Nostra reaccion¨® ante esa amenaza sin precedentes, la m¨¢s grave que hab¨ªa encontrado en su larga historia. Su primer objetivo ten¨ªa muchas connotaciones pol¨ªticas: Salvo Lima, el lugarteniente de Andreotti en Sicilia, muri¨® tiroteado en Palermo en el mes de marzo. La Cosa Nostra se estaba vengando de viejos amigos a los que consideraba traidores. Andreotti y su familia no cayeron v¨ªctimas de esa vendetta asesina solo porque estaban muy bien protegidos.
Todav¨ªa hoy en Italia hay mucha gente que cree que Andreotti es Belceb¨², el genio malvado responsable de todo lo misterioso y siniestro que ha ocurrido en el pa¨ªs. En torno a su figura se tejen numerosas historias falsas, dignas de Dan Brown, todas basadas en suficientes datos como para ser veros¨ªmiles. La verdad sobre Andreotti nunca se sabr¨¢ por completo. Se ha llevado a la tumba misterios infinitos. Pero la verdad m¨¢s asombrosa es la m¨¢s vulgar: Andreotti no era ning¨²n genio del mal. No mov¨ªa los hilos del hampa. Era un pol¨ªtico. Un mediador de incre¨ªble talento, cuya profunda fe religiosa, parad¨®jicamente, le permit¨ªa ver todo en este mundo ca¨ªdo con una ecuanimidad total y una absoluta falta de escr¨²pulos. Fue el m¨¢s puro ejemplo de la relaci¨®n entre la pol¨ªtica y la Mafia en la historia de Italia. La Mafia no solo no ha sido anatema para las instituciones del Estado, sino, en demasiadas ocasiones, un grupo de presi¨®n m¨¢s con el que hab¨ªa que contar.
Andreotti no fue condenado por sus tratos con la Cosa Nostra. Italia tiene plazos de prescripci¨®n de los delitos. Y su ruptura en 1980 hizo que tuviera efecto esa prescripci¨®n. Los tribunales le consideraron culpable, pero no pudieron castigarle. La opini¨®n p¨²blica italiana, aburrida por la largu¨ªsima saga legal, decidi¨® que el viejo zorro hab¨ªa conseguido volver a salir bien librado y admir¨® a rega?adientes su astucia. Los m¨¢s c¨ªnicos proclamaron su inocencia y dijeron que hab¨ªa sido v¨ªctima de una conspiraci¨®n judicial.
En 2005, al a?o siguiente del veredicto del Tribunal Supremo sobre sus relaciones con la Mafia, Andreotti ya ten¨ªa una imagen lo bastante ¡°limpia¡± como para aparecer en un anuncio televisivo de la red 3-Mobile al lado de una voluptuosa joven. ¡°Lo sabe todo¡±, afirmaba ella con un moh¨ªn al final. ¡°Eso dicen¡±, respond¨ªa Andreotti, mientras levantaba un peri¨®dico para taparse el rostro, como con verg¨¹enza o timidez. Andreotti no lo sab¨ªa todo. Pero podemos estar seguros de que lo que s¨ª sab¨ªa y no cont¨® es raz¨®n m¨¢s que suficiente para que cualquier pa¨ªs civilizado se niegue a llorar su fallecimiento.
John Dickie es profesor de Estudios Italianos en la University College de Londres y especialista en la mafia, sobre la que escribi¨® Cosa Nostra (Debolsillo)
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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