Vuelve el fantasma de ¡®Londonist¨¢n¡¯
Londres ya no es un para¨ªso para los islamistas exiliados, pero se sigue predicando la guerra santa El asesinato de un soldado enciende las alarmas
![Un musulmán reza en la acera de una calle de Londres, en el exterior de una mezquita, en 2011](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/OGHTYHHAMXTFWSABBLLNS2YJWE.jpg?auth=11b7bd79a80a64258007ed2297d4ae3a62062f478acb4f6cfaae1e8041ac6a2e&width=414)
En tiempos de Tony Blair, Londres se convirti¨® en un para¨ªso de islamistas en el exilio. Una decisi¨®n calculada que permit¨ªa al mismo tiempo encomiar el gusto brit¨¢nico por la libertad de expresi¨®n, reducir las posibilidades de atentados y tener al alcance de la mano de los servicios secretos a la crema de la crema de los apologetas de la guerra santa. No hay mejor manera de controlar al enemigo que teni¨¦ndolo en casa, pensaban.
Esa estrategia empez¨® a flaquear en 2004 por los excesos de imanes como Abu Hamza, apodado Capit¨¢n Garfio porque hab¨ªa perdido las dos manos y un ojo combatiendo a los sovi¨¦ticos en Afganist¨¢n. Sus soflamas crearon un gueto islamista en la mezquita de Finsbury Park que llam¨® demasiado la atenci¨®n de medios y p¨²blico. Y el esquema se desplom¨® por completo con los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres, que abrieron los ojos de los brit¨¢nicos ante el monstruo que, a juicio de algunos, hab¨ªan ayudado a crear y que se conoci¨® como Londonist¨¢n.
¡°?Se han parado los ingleses a pensar en los riesgos de permitir el desarrollo de Londonist¨¢n? Los brit¨¢nicos creen que albergar terroristas es una buena soluci¨®n, pero no se dan cuenta de que uno no debe pactar nunca con el diablo y eso es precisamente lo que han hecho durante a?os y a?os¡±, le coment¨® en su d¨ªa un pol¨ªtico argelino a diplom¨¢ticos estadounidenses, seg¨²n un cable enviado por la embajada de Washington en Londres d¨ªas despu¨¦s de los atentados de 2005 y desvelado en abril de 2011 por WikiLeaks.
El asesinato del soldado Lee Rigby en Woolwich, un barrio multi¨¦tnico del sur de la capital, ha recordado a los londinenses que en sus calles, como en otras ciudades brit¨¢nicas, se sigue predicando la guerra santa
Londres ya no es ese para¨ªso yihadista, pero la sombra de Londonist¨¢n es alargada y su sangrienta herencia sigue pesando. El asesinato, el mi¨¦rcoles, del soldado Lee Rigby en plena calle en Woolwich, un barrio multi¨¦tnico del sur de la capital, ha despertado de nuevo el fantasma de Londonist¨¢n. Y ha recordado a los londinenses que en sus calles, como en otras ciudades brit¨¢nicas, se sigue predicando la guerra santa. Eso, dicen los vecinos, es lo que hac¨ªa todas las semanas Michael Adebolajo, uno de los aparentes asesinos del soldado Rigby, en un tenderete de propaganda islamista en la calle mayor de Woolwich. Hasta que decidi¨® predicar con el ejemplo junto con su camarada Michael Adebowale.
Los dos son brit¨¢nicos de nacimiento, de origen nigeriano y cristianos convertidos a la religi¨®n musulmana. Y los dos son j¨®venes. Como los cuatro suicidas del 7 de julio, tres de ellos musulmanes nacidos en Reino Unido. Un retrato robot que complica el trabajo de los servicios secretos, que no solo tienen que desarbolar complejos proyectos de atentado sino intentar descifrar cu¨¢les de sus cientos, miles de radicales fichados, son capaces de echarse al monte y convertirse en lo que en la jerga llaman lobos solitarios.
Acoso a la comunidad musulmana
Como ocurri¨® tras los atentados del 7 de julio de 2005, el asesinato de Woolwich ha desencadenado una oleada de amenazas, insultos o agresiones contra la comunidad musulmana. La organizaci¨®n ben¨¦fica Faith Matters asegura que desde el mi¨¦rcoles ha recibido 162 llamadas denunciando alg¨²n tipo de acoso, cuando la media diaria es de seis. Esas tensiones se han producido a pesar de la inmediata reacci¨®n de pol¨ªticos llamando a la calma y a distinguir entre la fe isl¨¢mica por un lado y el extremismo islamista por el otro. Y a pesar tambi¨¦n de que la reacci¨®n de la comunidad musulmana, lenta y quiz¨¢s algo tibia en 2005, ha sido esta vez inmediata y tajante condenando el asesinato del soldado Lee Rigby.
Esas tensiones reflejan la dificultad que hay a veces para la convivencia entre ambas comunidades. En una no faltan radicales, como el Partido Nacional Brit¨¢nico o la Liga de Defensa Inglesa, para emponzo?ar el ambiente. La otra intenta a veces vivir en Gran Breta?a como si estuviera en un pa¨ªs isl¨¢mico. En barrios del Este de Londres patrullan a veces vigilantes intentando imponer la shar¨ªa, la ley isl¨¢mica. Expulsan a los paseantes que beben alcohol, insultan a homosexuales, a las mujeres que visten minifalda o simplemente a la gente que fuma.
Otro tema controvertido es el uso de la ley cor¨¢nica en disputas familiares. El llamado Consejo de la Shar¨ªa Isl¨¢mica, que agrupa a 85 tribunales en todo el pa¨ªs, act¨²a en paralelo a la ley desde 1982.
Los cuatro del 7 de julio eran mitad lobos solitarios mitad yihadistas entrenados. Su operaci¨®n fue m¨¢s compleja porque exig¨ªa cierta infraestructura para obtener o fabricar los explosivos que hicieron estallar de forma coordinada. Pero los dos Michael no han necesitado m¨¢s que unos cuantos cuchillos y machetes, las ganas de matar en p¨²blico y la calculada espera de la polic¨ªa para permitir que los testigos les filmaran con sus m¨®viles y les dieran as¨ª la dimensi¨®n y el impacto medi¨¢tico que buscaban.
Ese impacto ha hecho que algunos empiecen a pedir medidas draconianas y explicaciones a los servicios secretos. Desde 2005, el MI5 y el MI6 han incrementado de forma muy generosa sus presupuestos y han logrado desactivar cada a?o al menos un gran atentado en preparaci¨®n o a punto de ejecutarse. Con ese dinero han tenido m¨¢s facilidad para infiltrarse en grupos islamistas y detectar operaciones en marcha. Pero es materialmente imposible que puedan controlar a todos los que expresan en p¨²blico, en privado o a trav¨¦s de Internet su apoyo o su simpat¨ªa hacia la guerra santa.
Seg¨²n un experto consultado por Financial Times, el MI5 estimaba que en 2007 hab¨ªa 2.000 islamistas extremistas capaces de ejercer la violencia, mientras que el analista rebaja a mil los que hay en la actualidad. Un reflejo de que las pol¨ªticas puestas en marcha desde 2005 est¨¢n dando fruto. Pero mil personas dispuestas a matar, en cualquier momento, en cualquier sitio, de cualquier forma, son muchas. Un comit¨¦ parlamentario que investig¨® los errores que llevaron a no mantener una vigilancia m¨¢s estrecha de dos de los autores de los atentados del 7 de julio, que hab¨ªan entrado en el radar de los servicios contraterroristas, concluy¨® que har¨ªan falta cientos de miles de agentes para controlar a todos los sospechosos.
Los errores que han permitido que Adebolajo y Adebowale, que tambi¨¦n estaban en el radar, acabaran asesinando al tamborilero Rigby ser¨¢n analizados por el mismo comit¨¦ parlamentario. Mientras tanto, los medios se est¨¢n centrando en dos debates paralelos: la necesidad o no de controlar Internet y el papel que juegan las universidades en la promoci¨®n del yihadismo. En ambos temas hay presiones, pero tambi¨¦n cautela. Y medios tan diferentes como el Finacial Times y el Daily Telegraph han coincidido en sus editoriales en que el Gobierno no debe precipitarse aprobando leyes que puedan cercenar las libertades individuales.
El debate sobre las universidades no es nuevo. Con las mezquitas juramentadas desde julio de 2005 para no cobijar extremistas, estos han encontrado en ellas un buen foro p¨²blico y de acceso a los j¨®venes. Universities UK, que se define como ¡°la voz de las universidades¡±, celebr¨® justo en v¨ªsperas del asesinato de Woolwich una conferencia nacional sobre c¨®mo pueden prevenir el extremismo violento. Una de las sugerencias es que los servicios de seguridad les hagan llegar listas de oradores indeseables. Otros creen que esas listas deber¨ªan ser p¨²blicas.
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