Suecia despierta de su sue?o integrador
La discriminaci¨®n de los barrios de inmigrantes resquebraja el antiguo modelo de convivencia para desatar un estallido de violencia sin precedentes en Estocolmo
![?SCAR GUTI?RREZ (ENVIADO ESPECIAL)](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F2efc0177-0138-43b0-a949-c4af4c237d8d.png?auth=02d234cf6ee2038473c1c890edc072f0cd2f7edd4c99912efb728adfccc74bf7&width=100&height=100&smart=true)
![Un hombre camina junto a una hilera de coches carbonizados tras
los disturbios del jueves, en un suburbio de Estocolmo.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/TXGSP6AXSVQODGINUEF7346GLQ.jpg?auth=65b32e5cefc2dd690201b4411c19299b67a547b4d8f8bdb79e8e87b69bc286a1&width=414)
?Terminal de autobuses de Kista, al noroeste de Estocolmo. El cliente se dirige a la ventanilla: ¡°Querr¨ªa ir a Tensta, ?C¨®mo lo hago?¡±. Respuesta: ¡°?Y para qu¨¦ quieres ir all¨ª?¡±. Las risas, para tranquilidad del que es novato en lidiar con el sentido del humor sueco, no tardan en aparecer. ?Qu¨¦ se le puede haber perdido a alguien en Tensta? Tampoco hay tanta distancia entre los dos barrios de la capital de Suecia. Al menos, en kil¨®metros. Kista, diana tambi¨¦n de la ira de los j¨®venes que protagonizan los disturbios desde hace una semana, se desengancha de los distritos m¨¢s populares gracias al empuj¨®n de los centros comerciales y los mastodontes de las sedes de grandes multinacionales. A Tensta no llega todo eso. Los que s¨ª se acercaron en la madrugada del s¨¢bado y por sexto d¨ªa consecutivo fueron los v¨¢ndalos para reducir a cenizas un veh¨ªculo.
¡°Aqu¨ª los d¨ªas son todos iguales¡±, se resigna Girre Jong, de 22 a?os, mientras toma el sol con el pecho al aire, junto a la estaci¨®n de Tensta. ?l es de all¨ª, como el resto de su pandilla, todos de origen inmigrante. Jong conoce a alguno de los que salieron a patear las calles. ¡°Nadie quiere hacer da?o, solo es una forma de expresi¨®n, cuando solo les hablamos no nos hacen ni caso¡±. Pero, ?qu¨¦ os est¨¢ pasando con la polic¨ªa? ¡°Vienen todos los d¨ªas a registrarnos¡±, dice este joven, desocupado, pero loco por el f¨²tbol. ?A ti te pas¨®? ¡°S¨ª, claro¡±.
No se llevan bien. La inmigraci¨®n, los j¨®venes de las barriadas que rodean el centro de Estocolmo, aseguran que la polic¨ªa es racista, les persigue, insulta y atosiga con maneras discriminatorias. Podr¨ªa ser una de las conclusiones de una semana de disturbios en la capital sueca, que arranc¨® con la muerte a balazos en Husby de un hombre de 69 a?os, al que varios agentes pretend¨ªan detener. Nada que ver con el modelo de interculturalidad del que presum¨ªa la sociedad escandinava.
Pero Suecia no es lo que era y los n¨²meros pueden ayudar a atar cabos. El crecimiento econ¨®mico se ha desplomado desde tasas por encima del 6% hace tres a?os hasta situarse por debajo del 1% en 2012; la OCDE ha hecho retroceder al pa¨ªs de la cabeza del r¨¢nking de sociedades con mayor igualdad hasta el puesto 14; ah¨ª es donde los no nacidos en Suecia, un 15% de los m¨¢s de nueve millones de habitantes, se juegan mucho; entre ellos, el desempleo se dispara, como muestra el ejemplo del barrio de Husby, con un 80% de poblaci¨®n inmigrante: el paro afecta al 8,8% de su poblaci¨®n, mientras en el conjunto de Estocolmo solo es del 3,3%.
Lo raro en Tensta es que sus vecinos no se confundan de timbre al llegar a casa. Todas son iguales, recortadas a tijera sobre un molde de formas rectangulares y rugosas. Petter Carlsson, de 21 a?os, sueco por todos los costados, se mud¨® all¨ª hace dos meses. ¡°Me enter¨¦ de los disturbios porque mi madre me llam¨®¡±, dice este joven, empleado de una tienda online, que no para de atusarse el flequillo. ¡°Eso s¨ª, creo que los j¨®venes de por aqu¨ª tienen problemas con la polic¨ªa¡±. En el bloque de al lado, sirva de contraste, cinco mujeres, algunas tocadas con un velo, bailan en el c¨¦sped al son de una canci¨®n ¨¢rabe.
La m¨²sica, a buen volumen, acompa?a por la calle hasta el puente de piedra m¨¢s cercano. Encapuchado, Rickard ¡ªse niega a facilitar el apellido¡ª, de 24 a?os, aporta otro detalle de ese manto de discriminaci¨®n del que se quejan: ¡°Si vienes de fuera¡±, se?ala con aspavientos, ¡°tienes que pasar por inmigraci¨®n y ellos te dicen d¨®nde vivir. T¨², aqu¨ª, t¨² aqu¨ª¡¡±. Sea o no tan simple, vista la periferia de Estocolmo, parece que Rickard no anda desencaminado.
Pero los dedos de los habitantes de la periferia de Estocolmo no se?alan solo a las fuerzas de seguridad, aunque son ellos los que recibieron las pedradas. Apuntan hacia el Gobierno del conservador Fredrik Reinfeldt, que tras siete a?os en el poder, tradicionalmente en manos de los socialdem¨®cratas, no hizo lo suficiente para evitar la desconexi¨®n de la poblaci¨®n inmigrante. Y a r¨ªo revuelto, ¨²ltimamente la ganancia es de los partidos de derechas que ven en la inmigraci¨®n ¡ªpara la que Suecia ofrece una pol¨ªtica de asilo ejemplar¡ª el principio de todos los males. En este pa¨ªs escandinavo se llaman Dem¨®cratas de Suecia y ocupan ya el tercer lugar en las encuestas ante las elecciones de septiembre de 2014.
Cuando los suecos vayan a votar, salvo ingrata sorpresa, los disturbios ser¨¢n historia. Y en ese esfuerzo por apagar el incendio mucho tienen que ver los voluntarios que, ataviados con sus chalecos amarillos, salen cada noche a hablar con los chavales. Ali Abdu, de 25 a?os y natural de Husby, vestido con una chilaba, enumera algunos de esos colectivos: Ungdomvardar, Medborgarvardar, Moske gruppen... ¡°No s¨¦ por qu¨¦ los j¨®venes tiran piedras, no soy pol¨ªtico¡±, dice Abdu, ¡°pero es cierto que carecen de cultura, h¨¢bitos, intereses¡¡±. Y de motivos para liarla fuera de Husby, donde tuvo lugar el incidente hace siete d¨ªas. ¡°Lo de los otros barrios es est¨²pido, lo hacen por diversi¨®n¡±.
No opina igual F. Paris, amigo que, para no molestar, prefiere dar su versi¨®n cuando Abdu ha marchado. As¨ª de f¨¢cil: ¡°Si en las manos no tienen libros, cogen las piedras¡±. ¡°No es que lo justifique¡±, contin¨²a, ¡°pero hay que entender si no tienes una raz¨®n para vivir¡¡±. Entender que la segregaci¨®n entre inmigrantes y no inmigrantes es un hecho en los colegios, que muchos no asisten a clase, que la educaci¨®n no logr¨® extender el uso del sueco entre los habitantes de las barriadas, que ese idioma es vital para tener un empleo y que, incluso as¨ª, el premio gordo suele caer entre los suecos de toda la vida.
Terminal central de Estocolmo, coraz¨®n de la capital, a 20 minutos de Tensta. El mundo parece otro. Suecia parece otra, es bonita, salpicada por medio centenar de puentes y agua por todas partes. Por eso dec¨ªa el joven Girre Jong: ¡°Voy all¨ª todas las semanas, me gusta mucho. Pero el Gobierno prefiere all¨ª a los turistas¡±.
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